Aspas sí que es un león

Partidazo una vez más de la estrella del Celta, que impulsa el 'proyecto Coudet', saca al equipo de descenso y alienta el primer triunfo olívico en Liga en el nuevo San Mamés. El Athletic vuelve a las tinieblas de hace tres jornadas.

Alfonso Herrán
As
Los nuevos proyectos se impulsan con sensaciones y con resultados. Pues esos dos tesoros tiene en su bolsillo Coudet, el 'Chacho'. La remontada ante el Granada fue la primera piedra en el edificio de la permanencia que trata de levantar en Balaídos. Y su triunfo liguero en el nuevo San Mamés, incontestable, le saca de descenso. Cuando tienes a Aspas de tu lado, todo es mucho más sencillo. ¿De verdad va a seguir invisible para Luis Enrique esta pedazo de estrella? Su triunfo devuelve a la casilla de salida al Athletic, pues pega un frenazo en seco y lanza la sospecha de que lo del Betis y Getafe fue un espejismo. No tuvo ni picardía ni intensidad ni ritmo... nada de nada. Consintió el recreo gallego. Otra vez a mirar al pozo en este tobogán diabólico. Vuelta a las andadas.

Garitano persistió en ese once que le salvó el cuello dos partidos antes, ante el Betis. Un equipo valiente sin los 'Garcías' (Dani y Raúl), tipos de máxima confianza del técnico, algo así como 'los hombres de Gaizka'. Solo se apeó del equipo esta vez Íñigo Martínez, por sanción. Eso habilitó una alineación en el que diez jugadores, todos menos Berenguer, habían pasado por la academia de Lezama.

El Celta se acomodó sobre un 4-1-3-2 y una presión alta que obligaba a los locales a tirar en largo desde la defensa. Coudet tiene un libreto ofensivo y cada vez que la toca Aspas, el equipo se muestra muy competente, la orquesta suena afinada, y se tensan los rivales. Medio equipo no para de revolotear en todo instante cerca de la pelota ofreciendo soluciones. Necesitan tiempo de cocción, pero no lo tienen, así que le han metido calor rápido para salir de la zona roja.

El Athletic trató de activar sus bandas, para poner en aprietos a Mallo y Olaza. Una centella de Williams, que se está quedando solo para centros desde las orillas, permitió servir un caramelo a Muniain, que la dio sutil y el balón se fue fuera por poco. El Celta tuyo las suyas poco después, con Olaza y Mina. El balón iba de un lado hacia otro con mucho ritmo, a uno o dos toques, tic, tac, tic, tac. El que se rajara, se iba al hoyo. Ante cierto descontrol y falta de continuidad en el gobierno del juego, los olívicos se sentían felices. Tapìa barría la medular como un coloso.

Núñez despejó mal un balón y por poco se marca en propia meta. Si el partido era un ida y vuelta, el Athletic se quedó solo con lo segundo en los 15 últimos minutos del primer tiempo. Volvía y volvía como las familias a casa en Navidad. Sufría de lo lindo en esas transiciones hacia atrás. Ese cuarto de hora fue abrasivo por parte de los vigueses. Hasta Williams, demasiado aburguesado, ejercía de defensa. Esa forma de recular anulaba la profundidad local. Iñaki, negado toda la noche, se enredó de nuevo en la puntilla en una gran jugada colectiva que acabó en el área de Rubén Blanco. Ni se manchó los guantes este. No hubo un tiro bilbaíno entre los tres palos. El Celta hizo un puñado de faltas tácticas y acabó por romper el ritmo de los leones. Al descanso, Yuri volvió a sufrir un desvanecimiento similar al de Getafe. Entre la latosa lesión de pubis, el COVID y lo que se agobia por tratar de hacerlo todo bien y no aceptar la imperfección del ser humano, vive en la angustia perpetua.

El Celta se estaba encontrando cada vez mejor, olía su primer triunfo liguero en el nuevo San Mamés, mientras el Athletic parecía inexpresivo en fase ofensiva, apenas tenía pegamento y los chicos no estaban juntos. A la hora llegó el giro argumental. Primero se anuló un gol de Mina por fuera de juego previo de Aspas, que hizo una virguería en el área sacando de la chistera un pase milimétrico. Atrae tanto a las defensas que todos fueron a darle el alto y se olvidaron de Santi. A la segunda ya fue la vencida. Un desastre absoluto del Athletic. Vencedor fue superado por un juego intenso. El Celta montó un veloz ataque que culminó con todo el tiempo del mundo y más Denis Suárez centrando desde la derecha. Mina prolongó en la banda contraria y Mallo cabeceó justo al lado de Unai Simón. Pocas veces se habrá visto tan solo como residente en el área pequeña. Garitano puso en liza a Unai Lopez y Raúl García, en busca de la reacción. Lejos de eso, el balón se sentía acunado en los pies de los celtiñas, y maltratado en los de los bilbaínos. Coudet sacó a Nolito y cerró el bloque con cinco atrás y otra línea de cuatro por delante. Más que un autobús, toda la flota de transporte público urbano de Vigo. Simón volvió a fallar estrepitosamente como en Valladolid. Quiso sacar demasiado deprisa y le leyeron la intención. Aspas, el más listo del lugar, metió su golito para sentenciar. Este sí que es un león. Garitano cada vez está más acorralado y sus declaraciones postpartido, aludiendo a que poner a los chavales tiene un peaje, "ellos han tirado seis veces y nosotros diez" y "no podemos ganar de seguido o no tenemos potencial para hacerlo", deberían de hacer reconsiderar a la directiva si es conveniente tener a alguien así en su banquillo. A no ser que ésta ande muy ocupada con la asamblea y las mil fórmulas, correcciones, rebajas, porcentajes del fútbol aficionado, tachones y requiebros para la compensación al socio por los partidos que no ha podido ver.


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