Al borde de la zona catastrófica

El Madrid cae en Kiev, pero la victoria del Inter en Mönchengladbach le permite seguir dependiendo de sí mismo para pasar. Le faltó puntería en la primera mitad y de todo tras encajar el 1-0.


Luis Nieto
As
Queda un rastro preocupante a espaldas de cada partido del Madrid. Sus resultados se parecen extraordinariamente en los días malos y en los regulares (los buenos son difíciles de encontrar), como el de Kiev. Falta el gol, pasa el tiempo y se produce la metástasis, que acaba alcanzando a toda la geografía del equipo. Así cayó ante el Shakhtar, que se creció ante un rival desarmado. El Inter le dio una vida extra para seguir dependiendo de sí mismo. Si gana al Borussia, estará en octavos. Quedarse en esa frontera es territorio desconocido en el club.

No ha prosperado hasta ahora la investigación de Zidane sobre por qué su Madrid va de palo a palo de un día para otro, de por qué pierde de golpe el sentido del deber como quien pierde de vista la carretera y acaba en la cuneta. Vistos sus resbalones recientes (derrotas ante tres modestos y un Valencia amputado) la hipótesis más razonable apunta al error de cálculo. El fútbol de hoy divide los equipos en buenos, muy buenos y excepcionales y el Madrid creyó, equivocadamente, que aún quedan algunos por debajo de ese umbral. Esta vez sí trató con respeto al Shakhtar, que no tiene sangre azul pero tampoco es una maría, y tampoco bastó. También debe mirar hacia dentro Zidane, cuyo plan es contar con todos cuando con algunos ya no se puede contar.

El palo

En Kiev el francés le dio otra vuelta al once, sin la escolta de Casemiro, que este año no lo es tanto; con un centro del campo más creativo que permite a Odegaard ser el enganche, puesto suprimido por el 4-3-3, y con Rodrygo y Asensio en sus bandas naturales. Cree que el mejor tratamiento para mejorar a la pareja es la insistencia. Con Vinicius, relevo natural del desparecido Hazard, aplica la terapia contraria.

El Madrid salió con la pelota y la determinación bajo el brazo. Presión elevada, solidaria y exigente y vocación de ataque por los flancos. Lo que no se vio ante el Alavés. Al Shakhtar, que es notablemente inferior, no le quedó otra que ovillarse en torno a Trubin. El mensaje que mandó a los ucranianos es que en Valdebebas le pillaron en la hora de la siesta. A los 5 minutos ya había estrellado Asensio un remate al palo y seis después Benzema no encontró colocación en su remate franco desde el borde del área. Hasta Rodrygo le echó cara en sus dos primeras incursiones por la derecha. Con él queda siempre la sensación de que juega por debajo de sus posibilidades por falta de arrojo.

El problema es que este Madrid se distrae con extrema facilidad. Una falta crucial de Varane a Moraes que lesionó al brasileño cambió la dinámica. El equipo de Zidane perdió el hilo y el Shakhtar encontró por donde respirar. Es un grupo hegemónico en su Liga y verse sin la pelota le incomoda. Y es que el Madrid es capaz de ser un equipo y el contrario en un mismo partido. Incluso en un mismo tiempo. Antes y después del receso, Asensio apuntó buenas noticias. Ofreció su mejor versión en meses. Quizá la izquierda sea su banda, aunque a él le apetezca menos y a Zidane tampoco le haga feliz tener otro competidor para Hazard. A la media hora, Trubin le sacó milagrosamente un remate al balear, que había bordado una combinación con Odegaard.

El desastre

El segundo asalto del Madrid antes del descanso también acabó sin gol, el muro con el que se topa incluso en sus mejores días. Benzema no tiene siempre el mismo apetito y a Odegaard, que deja buenos detalles, le falta pegar la patada en la puerta.

La segunda mitad volvió con el mismo dominio del Madrid y cinco minutos locos: a Nacho se le fue alto un cabezazo cuando Trubin había sacado ya bandera blanca; Courtois le quitó el gol a Taison, el mejor de los ucranianos, y Dentinho adelantó al Shakhtar en un error terrible de Mendy, que se volvió creativo en área propia y asistió al brasileño.

Ahí volvió a evidenciarse que el Madrid no es sólo un equipo sin pegada, sino también sin mandíbula. Ese gol inesperado, en cierto modo inmerecido, provocó un desvanecimiento descomunal. Perdió la orientación, la pelota, el orden y hasta la esperanza. Quedó, durante unos minutos, un equipo bloqueado, sin capacidad de respuesta, blandísimo en el eje, donde Kroos y Modric no son precisamente andamio, y sin ánimo para retomar su presión inicial. Y de pronto, tres cambios, todos en ataque, y la embestida final, con Mariano a la cabeza. Y con Casemiro, en el banquillo. El todo o nada. Y fue la nada, porque en una contra, Solomon, recién entrado, anduvo midiendo a Lucas Vázquez hasta encontrar el hueco para meterle el estoque al Madrid, que llega a la última jornada con opciones de ser primero... o último. Dos años lleva cayendo en octavos y se percibió como un drama. Caer en la fase de grupos, por primera vez en la historia, elevaría el caso a la categoría de catástrofe.


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