Un Perú desconocido se derrumba frente a Chile
Perú salió a jugar recién en el segundo tiempo. Dos chispazos de Vidal, en la primera parte, arruinaron el plan de Gareca. Ruidíaz volvió a decepcionar.
En un primer tiempo de baja intensidad, distinto al ritmo al que nos tienen acostumbrados los partidos de eliminatorias sudamericanas, una pincelada de Arturo Vidal, desde latitudes usualmente inofensivas, desconcertó a una selección peruana a la que cada pase le costó una vida. A los 20 minutos, con el resultado en contra, era como si de pronto el Nacional de Santiago estuviera repleto. Esto ya lo habíamos vivido.
Perú intentó recuperarse con mucho más instinto que ideas, algo relativamente sorprendente para una selección que nos tiene acostumbrados a la inventiva en terrenos complicados, eso que los peruanos llamamos recurseo. Carrillo no fue la daga que suele ser por derecha, por lo que Gareca lo mandó a la otra banda, donde tampoco se le vio cómodo. Flores nunca entró en el circuito y Yotún se vio obligado a ponerse el traje de Cueva, que le quedó muy grande.
El verdadero baldazo llegó a los 35’, después de un error de coordinación en defensa entre Araujo y Advíncula, que le dejaron el balón muerto a Vidal en el área chica. Arturo golpeó de nuevo, frente a un Gallese adolorido después de un choque minutos atrás. Gareca reaccionó rápido, con el apremio inherente de los partidos de eliminatorias, y entendió que el equipo necesitaba un enlace en ataque. Algo más de rebeldía. Necesitaba a Cueva, que entró por Aquino en el 39’.
Ruidíaz tuvo el descuento en la última del primer tiempo, pero, en vez de eso, su disparo fue un nuevo reflejo de la toxicidad de su relación con la blanquirroja: su ratio de gol es desesperantemente bajo, sobre todo para él, que define como sabiendo que no podrá marcar. Perú se fue al descanso confundido y contrariado después de una primera parte de pesadilla.
El equipo salió a presionar desde el inicio de la segunda parte y demostró que Chile no había sido más que un par de chispazos de su estrella. Sin demasiado, Perú se posicionó durante el resto del encuentro en campo rival. Cueva jugó con personalidad, intentó juntarse con Carrillo, como en nuestros mejores tiempos, y le dio algo más al equipo.
El ingreso de Lapadula, que será la noticia de la noche en un partido que por lo demás fue una larga invitación a la abulia, también inyectó de energía al ataque peruano. El ítalo-peruano realizó un par de buenas diagonales pero nunca pudo definir con comodidad. No fue un debut demasiado ilusionante, pero la ocasión tampoco le ayudó. Tendrá más oportunidades.
El dominio de Perú en el segundo tiempo fue más bien estéril, por más que Carrillo se terminó de encontrar cuando jugó con libertad y sin responsabilidades defensivas. La selección no llegó a preocupar realmente a su rival y se marcha con las manos vacías de una ciudad en la que nunca se ha sentido cómoda. Santiago sigue siendo infranqueable. Será para la próxima.