Qué pasaría si Joe Biden gana las elecciones y Trump no reconoce la derrota
Algunos expertos constitucionalistas han dicho que el escrutinio puede abrir una crisis peor a la protagonizada entre George W. Bush y Al Gore por el recuento de votos en Florida en el año 2000
Trump incluso ha insistido en que solo podría perder estos comicios por un fraude electoral, haciendo sonar las alarmas entre los expertos constitucionalistas sobre la posibilidad de que el escrutinio abra una crisis peor a la protagonizada en el año 2000 por George W. Bush y Al Gore por el recuento de votos en Florida.
El aspirante demócrata, Joe Biden, está tocando a la puerta de la Casa Blanca, con 264 votos de los 270 necesarios para ganar, pero ¿qué sucede si el presidente Trump pierde y se niega a reconocerlo?
“Vamos a tener que ver qué pasa (...) No habrá transferencia, francamente, habrá una continuación. Las papeletas están fuera de control”, dijo en referencia al voto por correo, cuya legitimidad ha puesto en duda repetidamente pese a que es un sistema totalmente instaurado en el país.
Un día después, en una iniciativa inusual, el Senado aprobó por unanimidad una resolución que reafirmaba su compromiso con que “no haya interrupciones por parte del presidente ni de ninguna persona en el poder para anular la voluntad del pueblo estadounidense”.
“El ganador de las elecciones del 3 de noviembre será investido el 20 de enero. Habrá una transición ordenada, tal como la ha habido cada cuatro años desde 1792”, tuiteó entonces el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell.
Cuando llegue el día de la toma de posesión del nuevo presidente el 20 de enero, si Trump ha agotado sus desafíos legales y se niega físicamente a abandonar las instalaciones de la Casa Blanca, Biden dijo que estaba “absolutamente convencido” de que los militares destituirían a Trump, según publicó el medio estadounidense, New York Post.
“El Ejército lo escoltará fuera de la Casa Blanca”
La solución de Biden, cuando fue consultado en junio pasado sobre ese mismo tema de la transferencia del poder, fue más simple: “Estoy absolutamente convencido de que (el Ejército) lo escoltará fuera de la Casa Blanca ipso facto”.
Sin embargo, el desenlace de las elecciones puede no ser tan sencillo como eso, y no depende tanto del hecho de que Trump, en caso de perder, admita la victoria de Biden, sino, más bien, de su proverbial ejército de abogados.
Pero el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto, le dijo a NPR el mes pasado que tiene la intención de mantener al Ejército fuera de cualquier disputa electoral.
“Esta no es la primera vez que alguien sugiere que podría haber una elección impugnada”, dijo al medio. “Y si lo hay, los tribunales y el Congreso de los Estados Unidos lo manejarán de manera apropiada. Las fuerzas armadas estadounidenses no tienen ningún papel en la determinación del resultado de las elecciones estadounidenses. Cero. Allí no hay ningún papel” aseguró Milley.
Dada la historia de Estados Unidos de transiciones pacíficas de poder, tal evento llevaría al país a aguas desconocidas.
“Lo que realmente importará serán los desafíos legales a los resultados oficiales (que plantee Trump), que pueden ser tantos que podrían prolongar la incertidumbre sobre el resultado de las elecciones”, dijo a la agencia de noticias EFE Judith Kelley, decana y profesora de la escuela Sanford de Políticas Públicas de la Universidad de Duke.
La ley no exige a Trump dar un discurso en el que acepte la derrota, explicó, pero las batallas legales podrían derivarse en una crisis constitucional si llegan a influir “en las decisiones de los gobernadores sobre a quién enviar al colegio electoral”.
“Y si, en última instancia, puede haber decisiones contradictorias a nivel estatal entre gobernadores y legisladores estatales sobre qué resultados enviar al Congreso”, agregó.
Con la votación final en disputa, los estados con gobernadores demócratas, pero legislaturas republicanas, incluidos los territorios claves en el campo de batalla, como Pensilvania, Carolina del Norte, Michigan y Wisconsin, posiblemente podrían terminar enviando dos grupos distintos. de los votantes del Colegio Electoral, publicó la revista Marie Claire, citando un estudio realizado por el experto en temas electorales, Edward B. Foley.
En ese escenario, esos estados tendrían dos conjuntos de votos electorales en competencia y, como presidente del Senado, el vicepresidente republicano Mike Pence tendría la tarea de desentrañar la situación.
Él podría optar por descartar ambos conjuntos de votos de esos estados, lo que significa que ninguno de los candidatos podría alcanzar los 270 votos electorales necesarios para hacerse con la presidencia. En ese caso, los miembros del Congreso votarían para decidir el presidente y vicepresidente.
La Cámara de Representantes votaría por el presidente, con la delegación de cada estado obteniendo un voto compartido, y se necesitaba una mayoría simple de 26 votos para elegir. En el Senado, cada senador obtiene un voto, con una mayoría simple de 51 votos necesarios para elegir. Si alguno de esos cuerpos no logra alcanzar la mayoría, la trama se complica aún más.
Si el Senado elige un vicepresidente pero la Cámara de Representantes no elige a un presidente, el vicepresidente electo actúa como presidente hasta que se resuelva el estancamiento.
Si ninguno de los cuerpos puede llegar a una conclusión antes del día de la toma de posesión, entonces comienza la línea de sucesión presidencial, y la presidenta de la Cámara de Representantes, actualmente Nancy Pelosi, se desempeñará como presidenta hasta que se desate el nudo.
El complicado sistema electoral estadounidense, en el que los votantes no eligen al presidente de manera directa, sino a los 538 delegados de los Colegios Electorales, que son los que a la postre votan por el presidente, abre gran cantidad de interrogantes.
Tras las elecciones, las autoridades estatales tienen hasta el 8 de diciembre para resolver cualquier controversia que pueda surgir sobre la elección de sus representantes del Colegio Electoral, y el 14 de diciembre sus miembros se reúnen en sus estados y votan formalmente al presidente, una votación que ha de avalar el nuevo Congreso el 6 de enero.
Gana el candidato que obtenga la mayoría de los 538 votos electorales existentes, es decir, al menos 270.
Peor que en el año 2000
En relación con la crisis que en el año 2000 mantuvo durante un mes y medio al país sin saber el ganador de la elección entre George W. Bush y Al Gore, por lo ajustado del resultado y problemas con las máquinas de votación, hasta que el demócrata se declaró derrotado, Kelley sugiere que la situación ahora se presenta peor.
“El Tribunal Supremo no está ahora ni más ni menos preparado que en 2000 (...) Sin embargo, este año es probable que tengamos batallas legales en muchos más estados, y no solo en uno”, aseguró.
A ello se suma la incorporación por parte de Trump de la jueza conservadora Amy Coney Barrett al Supremo el pasado 27 de octubre, prácticamente con las elecciones encima.
“El hecho de que un juez recién nombrado por el titular (de la Presidencia) pueda fallar en estos casos bien puede ser visto por muchos como un problema”, declaró la experta.
Kelley consideró que el sistema democrático, en general, es ahora más débil que en 2000 por la influencia extranjera en las elecciones de 2016, porque Trump fue objeto de un juicio político y porque “muchas normas democráticas se han degradado en los últimos cuatro años”, durante su presidencia.
En declaraciones a los periodistas entre mitin y mitin electoral el pasado domingo, Trump volvió a poner en entredicho el sistema del voto por correo, sin aportar pruebas del fraude generalizado que viene denunciando, y en concreto puso en duda la honestidad en los estados gobernados por demócratas, algo sin precedentes en EEUU.
“Tan pronto como terminen las elecciones, iremos con nuestros abogados”, amenazó Trump.