Munir recuerda a Europa que el Sevilla nunca se rinde

Rakitic, con un golazo, adelantó al Sevilla, que sufrió después del empate de Wanderson para el Krasnodar. El delantero hispanomarroquí selló el pase a octavos en el 95'.

José María López
As
Nada, que no hay manera. No se sabe qué más tiene que hacer el Sevilla, especialmente en Europa, para que sus rivales se enteren de que si lo dejan con un hilo de vida, lo aprovechará. El "nunca se rinde" elevado a la máxima potencia. En un partido en el que los de Lopetegui se habían encargado de complicarse ellos solitos, volvió a aparecer la mal llamada suerte del Sevilla. Ese halo de grandeza generado por la elevada calidad de sus futbolistas que hizo que, en esta ocasión, fuera Munir quien sellara el triunfo en el 95. A octavos con dos jornadas de sobra. Quien quiera, que tome apuntes.


Y el caso es que nadie pensaba que hubiera que recurrir a la épica. El gol de Rakitic a los cuatro minutos fue el preámbulo ideal para una primera mitad en la que el juego colectivo del Sevilla rozó la perfección. Le faltó ampliar la ventaja en alguno de los remates que Koundé y Diego Carlos desperdiciaron, pero ninguno se acercó al excelso golpeo del dorsal número 10 del Sevilla. A bote pronto, desde la frontal e imposible para Gorodov.

El gol había llegado tras una internada de Ocampos por la derecha, banda en la que estaban todas las dudas del Sevilla por la ausencia de Jesús Navas. Y Lopetegui tiró por la calle del medio a la hora de resolver el problema. Ni Koundé de lateral ni Ocampos de carrilero, sino las dos opciones, la de jugar como de costumbre o con tres centrales, según lo fuese requiriendo el juego. El plan no pudo funcionarle mejor a Lopetegui, puesto que los jugadores del Krasnodar perseguían sombras y sólo se acerdaban al área de Vaclik cuando los sevillistas cometían alguna pérdida absurda en zonas comprometidas.

Nada presagiaba que el Sevilla pudiera complicarse la vida en la segunda mitad, pero vaya si lo hizo. Los regalos comenzaron a producirse más cerca del área de Vaclik de manera absurda. Así, Gudelj pecó de una incomprensible suficiencia y regaló el balón a Cabella para que su mano a mano fuera salvado bajo palos por Koundé. Asustó De Jong con un buen remate pero el viento había cambiado y Wanderson aprovechó para hacer el empate en una jugada en la que el Sevilla defendió con la mirada. De la primera parte perfecta a la incomparecencia en la segunda.

Y esos son los problemas que un entrenador debe arreglar. Incluso el de quedarse sin lateral izquierdo por la lesión de Escudero y tener que improvisar con Rekik. Lopetegui quemó las naves, metió velocidad con Idrissi y En Nesyri y dio el mano a Óliver. Aceptó el intercambio de golpes sabedor de la calidad de los suyos y de la grandeza del Sevilla. Y Munir le dio la razón. A octavos de la Champions por la vía rápida. A otra cosa.

Entradas populares