Lanús: de la decepción a la hazaña en Sao Paulo
El Grana a los octavos de la Sudamericana en un partido inolvidable: ganaba, Sao Paulo se lo dio vuelta al final y Orsini la metió en el cierre. Perdió 4-3 pero pasó por goles de visitante. Impresionante. Mirá los videos de la heroica clasificación.
OléFue una hazaña. Un milagro. Un triunfo de película. De esos que quedan grabados a fuego en la memoria. De esos cuyo recuerdo permanece intacto cuando pasan los años. Hubo de todo. No faltó ningún condimento. Afloró la épica. Los corazones palpitaron y también se paralizaron al ritmo del suspenso. Lanús, este Lanús con muchos pibes que son productos genuinos de su cantera, avanzó a octavos de final de la Sudamericana porque no se rindió ni siquiera cuando el impacto anímico del 4-2 de Sao Paulo parecía ser letal. Lanús, este Lanús que lleva el sello de fábrica de sus Inferiores, hizo temblar a un gigante del fútbol sudamericano. Y lo llevó a probar el sabor de la lona en su propia casa.
El Granate caminó por la cornisa. Y estuvo a punto de caerse al abismo, pero logró salir ileso. El 3-2 de la ida, un partido con un desarrollo tan cambiante como atrapante, parecía ser insuperable desde el componente emocional. Sin embargo, la revancha fue una obra maestra del suspenso. Lanús lo ganaba dos veces, pero no lo pudo sostener. Cuando faltaban apenas tres minutos para el desenlace del encuentro, el equipo argentino tenía la clasificación en el bolsillo. Thaller, con un gol en contra, y Gabriel Sara asestaron dos golpes de nocaut. El conjunto de Luis Zubeldía estuvo virtualmente afuera de la Copa hasta el tercer minuto de descuento, cuando el grito agónico de Orsini retumbó en los escalones vacíos del mítico estadio Morumbí.
Fue impecable el primer tiempo de Lanús, que se metió en el vestuario con un 2-1 parcial. Fueron 45 minutos brillantes en los que el Granate se plantó con mucha autoridad, ejerció presión alta, atacó con determinación e hizo ancha la cancha con sus laterales, Di Plácido y Aguirre. El conjunto visitante administró la pelota, marcó el ritmo y los tiempos del partido con un Pepo De la Vega que convirtió un golazo y que en cada partido parece jugar mejor. Lanús jugó tan bien en esa primera etapa que incluso se quedó corto en el resultado.
En el complemento, el equipo argentino sintió el desgaste y no logró seguir arrinconando a un adversario que, si bien no viene bien, cuenta con futbolistas de jerarquía que no perdonan cuando se les presenta la posibilidad de lastimar. El Grana se replegó, en parte por el empuje del rival y también porque las piernas ya no respondían. Los cambios no fueron suficientes para oxigenar a un equipo que no encontraba la pelota y sufría los embates de un rival que atacó como una tromba irrefrenable.
Lanús vio el abismo. Sintió que el sueño comenzaba a apagarse. Y fue en ese momento cuando apareció el amor propio. El equipo nunca hizo flamear la bandera de rendición. Cuando el físico ya no respondía, el Granate igual creyó en el milagro. Y fue por él ante un rival que se defendió muy mal en los dos partidos. Por su convicción inquebrantable y su capacidad de respuesta ante la adversidad, Lanús se llevó una clasificación que vale mucho más de lo que marcan las estadísticas. Porque demolió a un gigante. Y eso no es cosa de todos los días.