Independiente no jugó bien en Santiago del Estero pero Central Córdoba chocó siempre con el arquero Sebastián Sosa, la figura del partido, que tapó varias chances claras para el local. Un atenuante a favor del Rojo: Pusineri puso una formación alternativa, llena de juveniles, porque guardó a los titulares para la Copa.
OléAsí como se puede jugar bien y perder, Independiente en su excursión a Santiago del Estero demostró que en el fútbol también se puede jugar mal y ganar. Es cierto que Lucas Pusineri tiene una serie de atenuantes para justificar el bajo nivel del Rojo: un equipo claramente alternativo, con mayoría de suplentes; nueve de 11 titulares surgidos del club pero la mayoría de ellos con escaso rodaje en Primera; falta de acoplamiento lógico por tantas piezas nuevas; el rival que también juega... Seguramente, pocas conclusiones positivas le quedarán al entrenador, más allá de los tres puntos, algo siempre positivo y en este caso para arrancar con el pie derecho en esta Copa de la Liga Profesional.
Había empezado bien Independiente. Con sus líneas adelantadas, intentando presionar en campo rival. Sin embargo, esas buenas intenciones duraron apenas ocho minutos, hasta el gol en contra de Riaño en una pelota parada que puso al Rojo arriba en el marcador. A partir de ahí, lentamente, el equipo comenzó a retrasarse en el campo. En lugar de achicar los espacios hacia adelante o de hacerse dueño del juego a través de la posesión, aflojó con el pressing alto y apostó más al repliegue. Central Córdoba, entonces, monopolizó la tenencia de la pelota y en ese primer tiempo chato y de escaso vuelo futbolístico generó dos situaciones muy claras de gol. Ambas, a cargo de Argañaraz. En la primera se lució el arquero Sebastián Sosa con una atajada bárbara para desviar la pelota al córner. En la segunda, el delantero enganchó ante Alan Franco, amagó para dejar vencido a Sosa y definió con un derechazo que rebotó en el palo.
Un Independiente desconectado, con evidentes dificultades para generar juego cuando tenía la pelota, dependió en este primer tiempo de los intentos de Roa, sin dudas el que aportó mayor claridad en un equipo al que se le notó la falta de ensamble, con tantos pibes con poco rodaje en Primera. Con Blanco recostado sobre la derecha y un Messiniti solitario allá arriba, Roa sólo contó con algunas apariciones del Chaco Martínez para producir un circuito de elaboración de juego. Fue insuficiente como para generar alguna ocasión que le permitiera a Independiente aumentar la diferencia.
Las intenciones de uno y otro se potenciaron en el complemento. El local intensificó su búsqueda y arrimó peligro con varias aproximaciones, como ese cabezazo que Sosa desvió por arriba del travesaño. Y el Rojo continuó con su apatía con la pelota en los pies, con Roa intentando conducir partiendo desde su propio campo, lejísimo del arco rival. Sin juego asociado, con escasa proyección de los laterales para dar amplitud por afuera y ser opciones de pase, Independiente navegó en la intrascendencia en la fase ofensiva y se dedicó más a intentar destruir lo que podía generar Central Córdoba que a construir alguna jugada para buscar el 2 a 0. Tan pobre resultó la producción con la pelota en los pies que no gozó de ninguna situación medianamente clara como para definir el partido. Igualmente, no le hizo falta. Entre las atajadas del arquero Sosa y las fallas en la definición de los jugadores del equipo santiagueño, los tres puntos viajaron a Avellaneda.