Entre penas y penaltis

El Madrid cae estrepitosamente en Mestalla con alineación estrafalaria y una defensa de papel. Gil Manzano pitó tres penas máximas a favor del Valencia. Extraordinario partido de Gayá. Hat-trick de Carlos Soler. Benzema se fue lesionado.


Luis Nieto
As
Con y sin público, Mestalla es Corea para el Madrid. Y desde este domingo, también para Gil Manzano, al que ni el VAR pudo rescatar. Pitó tres penaltis contra el equipo de Zidane, dos claros (aunque uno precedido de falta previa a Asensio) y otro inexistente. Jamás había ocurrido en la historia de la Liga. El Madrid jugó aceptablemente hasta el 1-1 y catastróficamente después. Tras el desastre todo está en solfa. La alineación de Zidane, que resultó inexplicable. Isco, que camina hacia caso perdido. Varane, en tinieblas desde la noche de autos en el Etihad. Asensio y Vinicius, que no son carne ni pescado. Muchos debates abiertos y uno cerrado: el VAR no tiene el color que le pintaban.

La noche también premió a un Valencia esforzadísimo y a Gayá, un lateral de cien metros. Con él empezó todo. Definitivamente el Madrid midió mal el tamaño del adversario, que aun descapitalizado honró a su historia.

Isco, en blanco

De artista a artista, Zidane le pasó la pelota a Isco, que ahora juega en el Madrid la mitad que hace tres años sin que haya que reprochárselo a este técnico ni a los que le precedieron. Lleva demasiado tiempo esperando sentado a las musas. Este tren también pasó de largo. Con él puso a Marcelo, otro bajo investigación, en uno de esos partidos que exigen material de escalada y el día en que faltaba Casemiro, el patrullero. Al otro lado estaba Lucas, una espada obligada a ser escudo, algo que no siempre resulta. En definitiva, que el Madrid se metió en la obra sin casco. Y sin Kroos, pero con Modric, el más versátil del grupo: vale para ordenar, para llegar y para recuperar. Ningún otro centrocampista del Madrid ofrece tanto. El fútbol acabó dándole un Oscar, que pasados los treinta sonó a honorífico. La cosa quedó en una especie de 4-2-3-1 mutante, con Modric y Valverde en el eje y por delante una rotación permanente, con el croata dominando la escena.

En el Valencia Javi Gracia tiró de lo que tiene, después de la expropiacion de gran parte de sus figuras. Ahora mismo no es un club confortable. La afición está incómoda con la propiedad, el entrenador está incómodo con la plantilla y la plantilla está incómoda con su situación en la tabla. Así que sobre la cantera (Guillamón, Yunus, Soler, Racic, Kang-in Lee...), que está para las estrecheces, recae más peso del que conviene. Con los citados y sin Guedes, otro genio menguante, salió a este clásico con el agua hasta el cuello, pero jugó con inteligencia, muy por encima de lo previsto.

Benzema... y el desastre

El Madrid dejó, de salida, una sensación recurrente: hay mucho pincel y poco martillo. Tomó la pelota bajo el brazo y con ella se paseó hasta tres cuartos de campo. Y de ahí en adelante, la anemia habitual. Vinicius es más gacela que pantera, Asensio no acaba de romper en figura, Isco huye de la zona... Así que queda Benzema, con el liderazgo subido después de nueve años como mayordomo de Cristiano. Y eso es mucho. Andaba ya Ramos cambiando de área, síntoma inequívoco de falta de actividad arriba y de incontinencia propia, cuando Benzema agarró un balón fuera del area y soltó un balazo más potente que preciso que Jaume no vio. Hasta entonces había funcionado la estrategia del Valencia, con el plan de caza de los grandes felinos: esperar y ser oportunista en esfuerzos cortos y selectivos. Para eso les bastó Gayá, incansable por la izquierda.

En una de esas llegó el empate, tras doble metedura de pata de Lucas Vázquez. Primero cometió penalti al interceptar con la mano un centro de Gayá. Lo tiró Soler, rechazó Courtois, volvió el balón al centrocampista, que disparó al palo, y ese segundo rechace lo aprovechó Yunus. Entonces asomó el chivatazo del VAR. El estadounidense había entrado antes en el área... y Lucas también. Soler no falló en la repetición.

El gol amortiguó mucho el dominio de este Madrid más ladrador que mordedor. La pelota no fue ya tan suya ni le ganó tanto terreno a este Valencia minimalista, que además se encontró con el regalo de un autogol de Varane, en un despeje grotesco. Por unos instantes fue fantasma porque las cámaras tardaron en revelar si la pelota traspasó la línea o no. Al Valencia le había llegado al balón tras una más que posible falta de Cheryshev a Asensio. El VAR miró lo uno y lo otro y concluyó que aquello era gol. Así que el Madrid, sin ser peor pero sin garras, se fue al descanso perdiendo víctima de un accidente múltiple.

La goleada

Y al regreso se encontró más percances: otros dos penaltis. El primero, más inexistente que dudoso, de Marcelo a Maxi Gómez. Según las tomas parece más falta del uruguayo que del brasileño. El segundo, clarísimo, por una mano absurda de Ramos en una disputa con Yunus. Carlos Soler tiró los dos por el mismo lado y Courtois anduvo cerca de sacar los dos.

Ahí se acabó el partido. El Madrid encadenó algunas ocasiones (de Asensio, de Lucas Vázquez...) sabedor de que no le llevarían a ninguna parte y Zidane hizo los cambios sabedor de que aquello no tenía remedio. Las cinco sustituciones llegaron con el 4-1. La última fue la de Isco. Debió ser la primera.

Entraron incluso Mariano y Jovic, que andaban en estado vegetativo, y se marchó Benzema agarrado a su aductor, cuando el único futuro del Madrid en el corto plazo pasa por mantenerle saludable. Fue la enésima desgracia de un equipo abatido y desfondado frente a otro vestido de superviviente que ha decidido hacer su trabajo y el de Peter Lim.

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