¿Cómo es volver a la cancha?
San Lorenzo es el primer grande de la Argentina que le abre la puerta a los periodistas. Solo 20 medios, entre prensa escrita y transmisiones radiales en vivo, el detalle de protocolos y cuidados que hay que superar hasta llegar a la ubicación. La nueva normalidad...
OléEl camino es corto. Entre Boedo y el Pedro Bidegain hay solo algunos kilómetros que se recorren en unos 15 minutos en auto. Después de largos meses, toca volver a la cancha, aunque todavía sin que sea normal, como antes... Igual la falta de público o tráfico no rompen las costumbres y respeto el camino que hago hace décadas, por calles alternativas, sabiendo que si tuviera GPS me estaría avisando que no es la mejor elección. Al menos desde su criterio de seguridad.
Al llegar al estadio para este San Lorenzo - Estudiantes, que funciona como el primer partido de los equipos grandes que le abren la puerta a los medios, se ingresa con el auto al estacionamiento. El primer paso es pasar por una cabina de desinfección. Con ojos cerrados, hay que apretar un botón y girar en 360 grados sobre el eje, mientras una lluvia de algún líquido sanitizante rocía a cada periodista. Inmediatamente toca la segunda posta: Una mujer, con un mameluco blanco de pies a cabeza y máscara, toma la fiebre y realiza una prueba de olfato. En el medio, se presenta DNI a la Policía de la Ciudad y San Lorenzo registra los datos de quienes están ingresando al Pedro Bidegain.
Recién ahí se cruza la puerta, ahora ya no hay molinetes como antes. Los empleados de prensa chequean datos, tildan las planillas y toca pulserita verde, que da acceso a la zona de cabinas y pupitres de la Platea Norte. Será al revés que lo que acostumbrábamos: los trabajadores de los medios escritos a ocupar las cabinas, en soledad. Mientras que las transmisiones radiales en vivo se ubican al aire libre, bien separados. No se comparten bancos ni entre compañeros de emisora...
Queda pendiente a futuro que se permita el ingreso a los colegas cronistas de los canales de TV que no poseen los derechos y a los programas radiales que no relatan los partidos. De a poco habrá que empezar a acomodarse al DISPO y empezar a olvidar, de una vez por todas, el ASPO.
Barbijos para todos y todas, cuesta reconocerse. Pero después de tanto tiempo los saludos son fraternales, profundos. Sin coronavirus habría sobredosis de abrazos, pero no. No queda otra que andar repartiendo codos, antebrazos, algún puño o señas lejanas.
Las tribunas están colmadas por banderas para aportar color, ese que falta sin los hinchas presentes en la cancha. Es todo extraño, como casi todo lo que viene pasando en este 2020, pero no queda otra, hay que acostumbrarse y rezar (al Dios que cada uno quiera) para que finalmente llegue la bendita vacuna y todo esto sea solamente un mal recuerdo.