Así fueron los últimos minutos de Diego Maradona antes de morir
El mítico ex futbolista falleció a los 60 años por un paro cardiorrespiratorio
Las primeras en llegar al lugar fueron su hija Gianinna (que ayer lo había visitado, al igual que sus hermanas Dalma y Jana en los días anteriores) y su ex esposa Claudia Villafañe, quienes viven en un barrio cercano. Un rato después arribó Verónica Ojeda, su ex pareja y madre de su hijo menor, Dieguito Fernando. Notificados sobre la triste novedad, enseguida se acercaron al country otros familiares directos, incluidas sus hermanas, atrapadas por un desconsuelo desgarrador. Enterados de la noticia, los vecinos se movilizaron en las calles internas y todo Villanueva se convulsionó por completo. Al cuerpo del astro le realizarán la autopsia en el Hospital Petrona Cordero de Vicente López. Hace dos semanas, el ex capitán de la Selección había recibido el alta médica después de haber sido operado de un hematoma subdural en la Clínica Olivos, donde permaneció diez días internado.
Su médico personal, Leopoldo Luque, había revelado que Diego Maradona había pretendido abandonar antes el centro médico, pero optaron por mantenerlo más horas en observación. El miércoles 11 fue trasladado a su nuevo domicilio ubicado en la zona norte del Gran Buenos Aires y allí quedó bajo el resguardo de una enfermera las 24 horas e integrantes de su círculo íntimo. Maradona se hallaba en tratamiento por un cuadro de abstinencia, vinculado con su excesivo consumo de alcohol que se mezclaba con las medicaciones que tomaba para conciliar el sueño y manejar un trastorno de ansiedad. En su nueva casa situada en un barrio cerrado lo estuvieron acompañando en los últimos días sus hijas (sobre todo Gianinna y Jana, que en su domicilio de la localidad de Brandsen ya había residido con él), Maximiliano Pomargo (cuñado de su abogado Matías Morla y su mano derecha) y Johny Espósito (su sobrino, hijo de la Morsa Espósito y Betty, hermana de Diego).
El último fin de semana le habían quitado los puntos de sutura en la cabeza, donde había tenido el drenaje. Y había recibido el alta definitiva, aunque para su regreso al banco de suplentes de Gimnasia faltaban varios pasos. Su equipo médico contemplaba la chance de que volviera a trabajar en un plazo determinado para que recuperara su rutina, pero antes se preparaba una reunión de su familia completa para delimitar el paso a paso. El Lobo platense disputó cuatro encuentros por el campeonato y Diego –que sólo había estado presente en el debut del equipo ante Patronato, y se marchó antes del pitazo inicial– estuvo al tanto de sus resultados y rendimiento. De hecho, observó por TV el empate 0-0 en Paraná del último domingo.
Antes de su aniversario 60, el Diez había caído en un pozo anímico que lo afectó, por diversos motivos. Por un lado los roces familiares que se habían generado antes de su cumpleaños; por otro, el hecho de haberse tenido que aislar de forma preventiva tras tener contacto estrecho con uno de sus custodios, sospechado de ser caso positivo de coronavirus (algo que finalmente se descartó); y finalmente por la angustia que le generó el último tiempo la falta de sus padres, Doña Tota y Chitoro, Don Diego. A fines de octubre también se había profundizado un desequilibrio importante en su alimentación. El salteo de comidas y la poca ingesta de líquido indicada por el equipo de nutricionistas que le habían armado una estricta dieta le ocasionaron una deshidratación que complicó su cuadro. Además continuaba con una exigente rutina física que le hacía gastar más energías de las que disponía. Y llegó la internación, la operación, el tratamiento; lo que parecía un nuevo resurgimiento. Pero su corazón, el que hizo latir de pasión a todos los argentinos, se apagó pasado el mediodía.