Salió oficialmente FIFA 21: lo mejor y lo peor de esta nueva entrega
Analizamos lo nuevo de EA Sports y te contamos si vale la pena comprarlo.
OléCuando se anunció FIFA 21, hace ya varios meses, generó muchas expectativas. Todos sabíamos que este año iba a haber una nueva versión, algo que ya es habitual y forma parte de la industria, pero el hecho de ser la última de la actual generación y la primera de la siguiente, entusiasmaba y planteaba un desafío a Electronic Arts, que tenía que demostrar lo que podía ofrecer y sentar las bases de lo que sería el futuro del juego.
Ya con el título en las manos, se puede decir que, al menos en lo que respecta al apartado técnico, FIFA 21 demuestra cosas interesantes y significa un paso hacia adelante de cara a los años venideros. El juego se siente más real y más cercano a lo que podemos ver habitualmente en la cancha, gracias a una mejora significativa en la inteligencia artificial y, sobre todo, en su jugabilidad.
La CPU, tanto en modo compañera como rival, es más inteligente, toma decisiones más acordes a lo que sucede y se posiciona mejor, intentando evitar el offside, ofrecer opciones de pase o cubrir más terreno. Además, a la hora de enfrentarla, se ofrece la posibilidad de activar el “Modo competidor”, que hace que se comporte como si se tratase de alguno de los mejores jugadores de eSports del mundo, al menos desde la teoría, lo que agrega un nivel de dificultad superior a los acostumbrados y lo transforma en un verdadero reto.
En lo que respecta a la jugabilidad, hay un refinamiento en casi todos los apartados. Lo más destacable es la implementación de los desmarques dinámicos, una nueva característica que nos permite controlar a los compañeros que vayan a recibir nuestros pases. Eso se suma a unas animaciones y reacciones más humanas y reales, que se pueden notar muy fácilmente cuando un jugador estira la pierna para trabar, salta para impedir un centro o se acomoda para recibir el choque de un rival y no terminar desparramado por el suelo.
Otros de los apartados en los que se aprecia una mejora, es el Modo Carrera, que se muestra más completo y complejo que en años anteriores, sobre todo si se juega como Director técnico. Ahora se ofrecen más opciones a la hora de plantear los entrenamientos, dejándonos elegir la frecuencia de estos y hasta los días de descanso para el plantel.
Además, se ajustó y mejoró la influencia que pueden tener estos en el desarrollo de los jugadores, permitiendo tomar juveniles y hacer que aprendan a moverse en una posición específica a la que no estaban acostumbrados naturalmente o bien trabajar con los más grandes para que no sufran una baja tan brusca en sus habilidades con el paso del tiempo. Prácticamente se puede formar y amoldar a los jugadores a nuestro gusto, desarrollando su personalidad y mentalidad a la hora de disputar los partidos.
No llega a ser algo tan bestial como el Football Manager, el rey absoluto de la gestión deportiva, pero teniendo en cuenta que solo se trata de un modo de juego que no es el principal de la franquicia, no deja de ser destacable que haya mostrado esta ambición por mejorar la profundidad del mismo.
PERO NO TODO ES BUENO…
Hasta acá nos centramos en todo lo bueno que puede ofrecer el juego, pero lamentablemente hay otros factores, francamente negativos, que pueden hacer difícil el tomarlo como una entrega nueva o recomendarlo: Su continuismo y su motor gráfico.
Ambos saltan a la vista apenas se pone una mano encima del joystick. FIFA 21, como dijimos más arriba, presenta muchas mejoras con respecto a la versión del año pasado, pero ninguna de ellas es tan grande como para no entrar en un simple parche. Solo se tratan de actualizaciones y refinamientos de una fórmula archi conocida que ya no sorprende. Le alcanza para ser la mejor experiencia que se puede disfrutar en cuanto a juegos de fútbol, sí, pero deja la sensación de que podría haber aspirado a más.
Algo similar ocurre con el motor gráfico, el Frostbite, que se utiliza por quinta vez consecutiva y pide a gritos un cambio. Por más que suene feo decirlo, gráficamente el juego se ve prácticamente igual que en años anteriores, con las mismas limitaciones y problemas que viene acarreando. ¿Se ve mal? No, para nada, cumple, los estadios están muy bien, los climas y las luces le dan espectacularidad y los jugadores son perfectamente reconocibles, pero hace por lo menos dos entregas que ya se siente antiguo, por más que desde Electronic Arts hayan demostrado que saben sacarle el máximo provecho posible.
Estos dos puntos se suman a algo mucho más grave: lo que hicieron con Nintendo Switch.
LA VERGONZOSA EDICIÓN PARA NINTENDO SWITCH
Cuando salió Switch, EA Sports anunció con bombos y platillos que llevaría la misma experiencia de juego a ella que a Play, PC Y Xbox, algo que no era habitual en máquinas de Nintendo debido a la diferencia de potencia. Esa promesa duró poco, porque después un port aceptable de FIFA 19, lanzaron FIFA 20 Legacy Edition, que no era más que el mismo juego del año pasado con una actualización de equipos y menús.
Este año había algunas esperanzas de que esto cambiara y se volviera a la senda de antes, pero no fue así, y, de hecho, fue peor de lo que se podía imaginar. La versión de FIFA 21 para Nintendo Switch es exactamente la misma que la del 2018, pero con nombres, camisetas y menús nuevos. Y lo que es peor, se cobra a precio completo.
EN CONCLUSIÓN
FIFA 21 es un paso adelante en la franquicia en cuanto a jugabilidad e inteligencia artificial, muestra cosas interesantes y sienta las bases de lo que se puede lograr a futuro. Sin embargo, es extremadamente continuista, quizás más que nunca, y no termina de sentirse como un juego nuevo.