La tarde en que Messi le ganó a la altura

Argentina volvió a ganar en La Paz después de 15 años con un Leo en buen nivel, especialmente en el segundo tiempo. Entrá y reviví detalladamente lo que hizo.

Olé

Allí, en el techo de América, donde él mismo decía que era imposible jugar, esta vez jugó. Y no sólo jugó, festejó. Sí, habrá que anotar esta visita, la tercera de Lionel Messi en La Paz, como la vencida para su viejo karma. Será el 13 de octubre de 2020 la fecha en la que Leo derrotó a la altura, a la que en esta ocasión la enfrentó con otra rebeldía, con otro aire, con otra decisión. Un espíritu lo llevó a ser parte de la historia: su nombre también estará escrito entre las hazañas del seleccionado a 3.640 metros sobre el nivel del mar.


Es cierto que a Messi le llevó más de media de ahogo animarse a ser el que suele ser en el llano. O al menos, a intentarlo. Pero cuando arrancó, cuando tocó y fue a buscar, cuando se sacó a dos rivales de encima como lo hace en todas las demás canchas del mundo, el 10 respiró. Y se animó a encarar y también a pegarle al arco. Y hasta lanzarse en velocidad. Con un pique. O dos. De hecho, hasta jugó un segundo tiempo en gran nivel. ¿Quién lo hubiera dicho?

Resulta extraño definir así un partido de Messi. Contándole, como un mérito, algunos detalles que en cualquier otro partido se dan por descontado. Pero la altura de La Paz fue siempre su kryptonita. Y bajo ese efecto, por momentos, hizo lo que pudo. Acostumbrado a ser superhéroe en cada cancha que pisa, el Hernando Siles siempre tuvo la receta para bajarlo de las alturas, justamente, y convertirlo en un jugador terrenal, a veces en uno más. Sin embargo, también buscó revelarse ante eso, su mayor debilidad. Cuando se iluminó, cuando encontró oxígeno, hizo diferencia en el juego. Y vale la repetición: hizo un segundo tiempo de enorme nivel.

En efecto, lo que su cuerpo no puede, muchas veces su zurda mágica lo compensa. Y su inteligencia para jugar, le dio resto. Así fue que, luego de estar un tiempo desconectado, luego de caminar buscando aire durante una primera media hora en la que se mostró poco y condujo menos, apareció en uno de los momentos más difíciles del partido, ya con el resultado 1-0 abajo. Que el capitán se haya activado justo ahí, generó un contagio que acompañó la buena reacción del equipo. Y de una gran jugada suya, dejando a dos rivales en el camino, llegó ese tiro de Paredes que rebotó en el ángulo y que precedió el empate de Lautaro.

Le quedará pendiente a Leo, el goleador histórico de la Selección (suma 70 goles), la pesadilla de todos los arqueros del planeta, hacer un gol en La Paz. Lo tuvo con un tiro libre que eligió rematar bajo, para engañar, para que esa pelota que ni la mejor técnica del mundo pueda dominar, no se le fuera alto. Pero dio en la barrera. Sin embargo, no se quedó con eso. Fue por más. Y así asistió a Lautaro con un pase magistral que casi termina en el 2-1. Y hasta dejó su marca en una victoria trascendente: fue él quien armó la jugada que terminó en el gol de Correa, en una victoria de la que se hablará mucho tiempo.

Messi lo hizo. Venció a su fantasma americano. En La Paz, por primera vez, no se lo vio cabizbajo, no se lo vio buscando aire, no se lo notó impotente. Esta vez se lo vio feliz, sonriente, eufórico. Sí, fue la tarde en la que Leo le ganó a la altura.


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