La metamorfosis de Tevez

Desde la vuelta de la competencia, se mostró más conductor que nunca, con lucidez para encontrar espacios, distribuir y habilitar a compañeros. La evolución del 2015 a hoy. Las razones del nuevo Apache.


Olé

Boca. Corinthians. West Ham. Manchester United. Manchester City. Juventus. Y hasta Shanghai Shenhua. Juegos Olímpicos y Mundial. Más de 700 partidos y 300 goles. Veintiocho títulos. Copa Libertadores. Champions. Mundial de Clubes. Una enorme carrera. Tal vez la mejor para un jugador nacido en Casa Amarilla. Entre 2001 y 2020. Casi 20 años en los que Carlos Tevez arrancó como un torbellino explosivo, se fue como figura desequilibrante, volvió como goleador maduro y hoy se convirtió en un conductor más cerebral.


La metamorfosis de Tevez encontró su punto de madurez en este 2020 y no es casualidad que haya sido con Juan Román Riquelme en el palco y Miguel Angel Russo en el banco. Porque uno le pidió que volviera a ser feliz jugando al fútbol, como cuando lo hacía en el potrero, y lo liberó de presiones. Y porque el otro se ocupó de ponerlo en el lugar de la cancha donde mejor se siente.

Desde que volvió a mediados del 2015, a días de haber jugado la final de la Champions con la Juve, el Apache pasó por distintos ciclos de vida. En un comienzo, con el Vasco Arruabarrena, se adaptó por encontrarse en plenitud física -a ritmo europeo- como parte de la ofensiva en un 4-3-3. Luego, Guillermo Barros Schelotto quiso hacerlo sentir más cómodo en un 4-2-3-1, por el medio de esa línea de tres ubicada detrás del nueve. Y en la etapa anterior a ésta, con Gustavo Alfaro, nunca se encontró dentro de un estilo más conservador, al punto que se lo veía muy seguido lejos del área, teniendo que ir a buscar la pelota al lado del volante central.

"¿De qué juega Tevez?", se preguntaba de manera retórica Carlos Bianchi, muy consciente de que no era fácil encontrarle lugar, porque nunca fue nueve, delantero por afuera ni enganche, por más que en esa primera etapa el Apache podía jugar de cualquier cosa y el Virrey lo hizo funcionar muy bien acompañado por Guillermo y el Chelo Delgado. "Tevez juega de Tevez", concluía el Virrey.

Sin embargo, con una idea mucho más tradicional que Arruabarrena y Schelotto y no tan defensiva como Alfaro, Russo y Riquelme enseguida supieron cuál era el lugar de Carlitos y cómo podían recuperarlo luego de más de un año con altibajos -o más bajos que altos. "Mi puesto no es nueve nueve", advirtió el 10, como tantas veces. Y fue escuchado...

De entrada, a principios de este año, el DT fue claro: le pidió que no bajara tanto, que jugara más cerca del área porque ahí veía que podía dañar más, y lo ubicó como uno de los dos puntas, con libertad para moverse donde se sintiera más cómodo. Y el Apache tuvo enseguida "buenas sensaciones" sobre un entrenador con el que nunca había estado.

En el 4-4-2 o 4-1-3-2 de Russo, Tevez volvió a ser Carlitos, volvió a disfrutar y sentirse importante. Recuperó la sonrisa que tanto le reclamaba Román. Supo que su titularidad no dependía de empezar con el pie derecho, de lo contrario perdería el puesto como había ocurrido el año anterior. Y con esa confianza creció para volverse decisivo para el histórico título en la Superliga, con una racha de seis goles en seis partidos entre Talleres y Gimnasia.

Pero, por sobre todas las cosas, en los ocho partidos del semestre pasado y fundamentalmente en los tres de este, el Apache se mostró más conductor: juega y hace jugar. Tal vez sin organizar como lo hacía Riquelme, único dueño de la pelota, pero sí con gran lucidez para encontrar el espacio, recibir cómodo y ver al compañero mejor ubicado. 

Entre varias grandes jugadas en los dos partidos contra Libertad (2-0 y 0-0) y el restante frente al DIM (1-0), la acción más clara como ejemplo para su nuevo rol fue la que a la vez condenó a Franco Soldano: encaró del medio hacia la derecha y, cuando parecía que iba a sacar un remate cruzado desde afuera de la medialuna, habilitó entre dos rivales a su compañero que llegaba vacío por la izquierda.

Pero eso no fue todo en la vuelta a la Bombonera. Además de llegar a posición de gol, recibió varias veces por el centro a espaldas del doble cinco rival para girar y distribuir hacia los costados y también tuvo visión para meter un pase profundo.

Ya en Medellín había tenido dos muy buenas habilitaciones a compañeros, una de taco a Pol Fernández y otra con un cambio de derecha a izquierda para la aparición en soledad sin oposición de Maroni, a quien finalmente le cobraron offside cuando estaba por definir frente al arquero.

Las razones de su rendimiento -explican puertas adentro- tienen que ver con un muy buen regreso físico que le permitió mantener el nivel, sumado al bajón de Pol Fernández y el flojo rendimiento de Gonzalo Maroni, un combo que lo obligó a sacar el pecho por el equipo.

Así, en estos tres primeros partidos, aun sin poder convertir, este Carlitos fue una de las principales figuras del equipo, el jugador más regular de los 11. Con la cinta de capitán, líder adentro y afuera, con el 10 en la espalda. No es Riquelme. Pero es el nuevo Tevez.


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