Vuelve la rivalidad: el orgullo 'celtic' y el glamour de Pat Riley
Los finalistas de Conferencia más inesperados reeditan la histórica serie de 2012 y buscan volver a lo más alto de una NBA que han dominado y que quieren reconquistar.
Alberto Clemente
As
El verde y el glamour. Una franquicia histórica contra otra con mucha historia. Un equipo construido desde abajo contra otro, que también. Miami Heat y Boston Celtics se enfrentan en la final del Este más impredecible, una que junta al tercero y al quinto de la Conferencia más débil pero también, muchas veces, la más emocionante. Es la primera vez en la historia que se llega a esta ronda en el Este sin el primer o el segundo clasificado de la regular season desde que se implementó este tipo de formato con 16 equipos, ocho por Conferencia, en la 1983-84. También es inédito que ninguno de los cuatro equipos que llegaron a esta eliminatoria el año pasado repita ahora, con Raptors, Bucks, Warriors y Blazers fuera de juego. No pasa desde 1977 y de ello se han encargado precisamente Celtics y Heat, que se encuentran a un paso de las soñadas Finales de manera tan inopinada como merecida, tras eliminar al primero y al segundo del Este; Miami, con un paseo que ha sentenciado a Giannis y ha puesto en jaque el proyecto de los Bucks. Los Celtics, en una serie épica resuelta en el séptimo partido ante el vigente campeón. Ninguno de los dos era favorito en las apuestas a inicios de curso y ambos se han colado en una ronda sin un claro favorito, en la que todo puede pasar y en la que hay muchos nombres y recuerdos vívidos que se encuentran grabados en la retina del aficionado y que representan una de las rivalidades más impresionantes del siglo XXI, con una serie incluida que supuso el advenimiento de uno de los reinados más increíbles de siempre: el de LeBron James.
Fue en 2012 cuando se marcó un antes y un después en la historia reciente de la mejor Liga del mundo. Por aquel entonces, el segundo cierre patronal que había supuesto un acortamiento de la temporada llegó a las finales del Este con medio mundo deseando ver caer a LeBron James. Hacía menos de dos años que el alero había decidido poner rumbo a Florida y decir adiós a los Cavs para convertirse, The Decision mediante, en el jugador más odiado del planeta. Lo hizo forzado por unos Celtics que le eliminaron en las semifinales de 2010, tras remontar un 2-1 en contra y opositar para unas Finales a las que acabaron llegando (y perdiendo) ante los Lakers. Dos años antes, habían sido también los verdes los que habían apartado a un Rey todavía sin corona del sueño del anillo, también en semifinales y en un séptimo partido épico. Fue precisamente en la 2007-08 cuando Danny Ainge conformó una plantilla de ensueño en Boston (Garnett, Pierce, Allen, Rondo...), una que conquistó el campeonato con Doc Rivers en los banquillos y que llegaban en 2012 viejos y cansados, pero dispuestos, como siempre, a dar guerra. Y fue ese año en el que estuvieron a un solo paso de tumbar uno de los proyectos que más talento ha juntado de siempre, volviendo a eliminar a su némesis y dejando en cuadro a un equipo formado para ganar y que no se podía permitir otro año de espera tras el fracaso (así se consideró) de las Finales de 2011 ante los Mavericks.
En esos playoffs, por cierto, habían eliminado a los Celtics en semifinales, con un Shaquille que se encontraba en su última temporada y con muchos problemas físicos y un equipo que se encontraba lejos del que se había colado en las Finales de 2010. 4-1 fue el resultado de una serie aleccionadora y todo parecía indicar que las finales del Este de 2012 iban por el mismo camino. La serie empezó con un 2-0 para los Heat que parecía encarrilarlo todo, a pesar de los esfuerzos de un Rondo inconmensurable que estaba cuajando los playoffs de su vida y se fue a 44 puntos, 8 rebotes y 10 asistencias en los 53 minutos que duró el partido, resuelto en la prórroga. Los Celtics tiraron de su particular orgullo en el Garden e igualaron la eliminatoria cuando todos el mundo les daba por muertos. Y ganaron el quinto partido, poniéndose 3-2 con un sexto en casa, allí donde la conexión con su público era mayor que en cualquier otra pista. Los Celtics, con un Garnett rejuvenecido (acababa de cumplir 36 años), estaban a un paso de las terceras Finales del proyecto, pero LeBron apareció por primera vez y superó el sainete de hombre que no aparece en los momentos importantes para, con 45 puntos, 15 rebotes y 5 asistencias, silenciar el Garden y sentenciar de vuelta a Florida, camino de sus terceras Finales y su primer anillo ante los Thunder. Y de paso, poner la primera piedra en una redención con el público que hoy contempla asombrado como sigue a un nivel supremo con 35 años y olvida, en líneas generales (siempre hay excepciones) la animadversión que sentía hacia su persona en esos tiempos.
Han pasado ocho años de esa histórica eliminatoria y las cosas han cambiado en ambas franquicias. Danny Ainge usó la cabeza antes que el corazón y se aprovechó de la avaricia de Prójorov para mandar a sus estrellas a la Gran Manzana (a los Nets) para reconstruir un equipo que dirigiría un joven genio de la Universidad de Butler, Brad Stevens, que llegaba a la competición con la misma edad de la que tenía por aquel entonces Kevin Garnett (37). Desde entonces, el proyecto no ha hecho más que crecer, chocando con las taras mentales de Kyrie el año pasado pero recuperándose en el presente, con el beneficio de ir de tapados y una explosión, la de Jayson Tatum, uno de los muchos jugadores criados bajo la tutela de un Stevens que ha vuelto a reafirmarse como un genio y ha metido a los suyos en las terceras finales del Este desde que aterrizó en Boston. Enfrente, otro cerebro privilegiado como Erik Spoelstra, que lidera un equipo cuya cara visible es Butler pero que juega un baloncesto espectacular, explotando las debilidades del rival y haciendo las cosas sencillas para ganar a equipos que llegaban como contenders y se han ido nadando en un mar de dudas. Y todo, bajo el manto protector de la eterna (y eternizada) sombra de un Pat Riley que ha creado el proyecto a su antojo, con jóvenes provenientes del draft y otros que no, superando el hueco dejado por LeBron y despidiendo a Wade como se merecía antes de poner la directa con gente como Adebayo y compañía y aprovechar una oportunidad de oro que les ha llevado a la última eliminatoria del Este por primera vez desde 2014, último año de LeBron en Miami y últimas Finales que disputaron, con redención y venganza de los Spurs (4-1) y un último anillo (el quinto) para el binomio formado por Tim Duncan y Gregg Popovich.
La batalla táctica en los banquillos
Ocho años después, Spoelstra sigue donde estaba, siendo el último reducto de ese equipo campeón de 2012 y 2013, con los Celtics enfrente sin ningún superviviente de esos años. Por ahí quedan Danny Ainge y Pat Riley, dos seres inamovibles en los despachos que observarán como sus proyectos, en momentos distintos, se la juegan por un puesto en las Finales y unas series que aparentan ser muy largas y muy tácticas, con dos entrenadores cuya valía ha quedado demostrada en demasía y que van a plantear muchas y muy variadas fórmulas para ver caer al rival. Stevens ha sido reafirmado en su puesto una y otra vez por Ainge, y es una apuesta personal del ex jugador para que el orgullo verde vuelva a florecer. El ex de Butler siempre ha hecho del Garden un fortín, ha conseguido salir indemne ante rivales teóricamente superiores (los Sixers de 2018 con Rozier de base titular son un gran ejemplo) y ha desarrollado a sus jugadores al máximo, alejándolos de los focos tras la salida de un Kyrie con el que nunca se sintió cómodo y volviendo a repartir el balón en ese estilo colaborativo con el que se siente representado. Siempre hay algún hueco para la improvisación en su esquema de juego, que abarca los dos lados de la pista, con cambios defensivos constantes y dobles defensas que obligan a tiros complicados y pases arriesgados. Y con una ofensiva ordenada, el extra pass en mente, todos involucrados y espacio para las individualidades de Jaylen Brown, Kemba o Tatum, ese hombre de otro planeta que viene de ser All Star y de promediar 25,3 puntos, 10,1 rebotes y 4,3 asistencias en lo que llevamos de playoffs.
Por su parte, los Heat son la representación máxima del hombre que prácticamente los ha creado, el que les puso en el mapa cuando llegó en 1996, saliendo de los Knicks y renunciando al último año del contrato más lucrativo jamás firmado por un entrenador de la NBA (luego llegaría Phil Jackson a los Lakers). Y Spoelstra es una extensión del propio Riley, convirtiéndose en lo que en su día el mandamás quiso convertir a Stan Van Gundy sin éxito (Shaquille tuvo algo que ver), obligándole (de muy mala gana no lo hizo) a bajar al banquillo en la 2005-06 y conquistar el quinto anillo de su carrera como técnico (los otros cuatro fueron con los Lakers de Magic en los 80) con una de las mayores aglomeraciones de egos (Shaq, Wade, Williams, Payton, Walker, Mourning, Haslem) jamás vista. Hoy, Spoelstra ha transformado a su plantilla en una extensión del mayor talento de Riley: pilares firmes pero encofrado frío, de fácil mutación, capaz de adaptarse a cambios de estilo y de eras, sabiendo jugar de manera distinta dependiendo del rival y desarrollando al máximo las cualidades propias mientras hace lo mismo con los defectos del equipo que tiene enfrente. Así fue como impidieron correr a Antetokounmpo en semis, con una barrera siempre conformada por tres jugadores que le impedían penetrar y le forzaban a pasar, lanzar en suspensión o desde el triple, cualidades que el griego no ha terminado de desarrollar. Y así es Riley, un hombre camaleónico, capaz de crear el Showtime para luego viajar al Este y comprender que el baloncesto era inmediato heredero de los Bad Boys y no de Magic Johson (nunca un estilo dependió tanto de un solo jugador). Fue capaz entonces el técnico de atrincherarse atrás con los Knicks y luego con los Heat hasta que el baloncesto cambió de nuevo, con él siempre a la altura.
En la serie que Miami se enfrenta a los Celtics la historia será distinta, y todo lo que haya pensado uno lo habrá pensado el otro, que viene de batir a otro genio táctico como Nurse con dificultades mayores que las que de Budenholzer, un técnico con un solo plan y pocos recursos para sortearlo cuando es necesario. Y de planes, ya se sabe, Stevens y Spoelstra andan sobrados, y todo lo que harán para acabar con un rival que tienen perfectamente estudiado (2-1 para los Celtics, cayendo el último de esos duelos en la burbuja), podrá variar y adaptarse a una serie en la que Boston parte con una ligera ventaja en cuanto a favoritismo, pero llega, no lo olvidemos, de jugar siete agotadores partidos (incluido un sexto con dos prórrogas) frente a unos Raptors que no se han dado por vencidos y que han defendido con fuerza y alma un campeonato que ganaron el año pasado y que tendrá, con su eliminación, un nuevo ganador.
Butler, Tatum, Adebayo... y Smart
Hay muchos nombres propios en la serie y numerosos protagonistas que tienen, por separado, su particular historia. Jaylen Brown y su extrema inteligencia han sido protagonistas en un parón marcado por el asesinato de George Floyd, la lucha por la justicia racial y las manifestaciones que él mismo ha liderado. Kendrick Nunn y Duncan Robinson son otros dos robos de Riley, dos personas que ni han llegado a ser elegidos en el draft y que tienen el mundo en sus manos: del primero pasaron los Warriors y el segundo tiene una capacidad para anotar de tres pocas veces vista en la NBA y que es un don natural que destaca incluso ahora, en plena era del triple. De hecho ha promediado 8,3 lanzamientos de tres por partido en regular season (con un acierto del 44,6%)... y 1,1 de dos. Con una mecánica y un estilo, todo hay que decirlo, propios de un tirador puro (también se va al 93,1% en triples). Por ahí anda Jaw Crowder, ex de Boston que se enfrentará a sus compañeros. Y también está Kemba Walker, ese hombre que vino a sustituir a Kyrie, un papelón que lo sería si no fuera porque el hoy jugador de los Nets puso incluso en duda el proyecto. Y Kemba, un compañero con el que todos están encantados, ha revivido en un hogar que ya siente como suyo dejando atrás años infructuosos en los Hornets. Y Daniel Theis, ese cinco que es el teórico eslabón débil del quinteto titular de los Celtics pero que se está reafirmando y reivindicando. O Tyler Herro, otro rookie que nadie sabe de dónde ha salido (del draft, este sí) y que promedia 14,7 puntos en playoffs con un 40% en triples.
Y luego están los héroes, sólo faltaba. Las caras visibles dentro de dos conjuntos en los que primera lo colectivo frente a lo individual, pero que tienen a sus hombres fuertes para los momentos calientes. Algo que se necesita de manera casi obligada para ganar un campeonato y que les ha faltado a los Raptors, con un Lowry intentando asumir ese papel (algo que ha conseguido a ratos) y con un Siakam que estaba llamado a protagonizarlo pero que ha dado un bajón en la fase final que se ha notado mucho. Con 26 años (22,9+7,3 en temporada regular, 17 en playoffs y 14,9 en semifinales con un 38% en tiros y un 12,% en triples) tendrá tiempo de asumir esa responsabilidad de la misma manera que ya lo ha hecho Tatum, que con solo 21 ha ido in crecendo durante la temporada y ha lanzado con casi un 40% en triples en semifinales. Contra Miami ha disputado dos de los tres partidos este curso y las conclusiones son difíciles de sacar, con 23 puntos en el primero (2 de 12 en triples) y 19 en el segundo, en la burbuja y con derrota. Puede ser el factor diferencial y el hombre al que los Celtics le den el balón en los momentos calientes. Un balón que, ojo, pueden asumir muchos en ambas plantillas. Aunque existan determinados jugadores que estarán delante de otros para hacerlo, claro.
Butler es la otra cara de la moneda y otra de las grandes historias de la temporada. Tras salir de los Sixers por intención propia y el beneplácito de una franquicia que hizo poco o nada por retenerle (un claro error según se ha visto), el alero ha promediado 19,9 puntos en temporada regular (otro All Star) y 21,8 en playoffs con un 50% en triples. 23,4+5,8+4,4 en semifinales, con un 53,2% en tiros de campo en tiros de campo y un 45,5% en desde la línea de tres, incluido un duelo inaugural de 40 tantos. Butler ha encontrado a la joya de su corona en el grupo de jóvenes de los Heat que no encontró en los Wolves, y sabe convertirse en un hombre de rol cuando tiene que hacerlo y asumir galones en el momento que es necesario. Sus dos partidos contra Boston han sido de 20 y 37 puntos (12 de 18 y 6 de 10), y los dos con derrota. Y Adebayo, la quintaesencia de la evolución del jugador del siglo XXI, ha acabado en 15,9+10,2+51 la regular season, 15+11,+5,3 la primera ronda y 17,2+12+4,4 contra los Bucks, siendo el defensor ideal contra Giannis y la representación máxima de los dos lados de la pista del equipo, con una mejoría tremenda y un All Star más que merecido.
Y luego está Iguodala. Jugará su sexta final de Conferencia consecutiva, las mismas que jugaron la última versión competitiva de los Bad Boys de los Pistons entre 2003 y 2008. Y menos de las que disputó LeBron entre 2011 y 2018. En definitiva, algo al alcance de muy pocos y otro fichaje que parecía un órdago para los Heat (cobrará 17 millones esta temporada y lo han renovado) pero que ha ayudado a la franquicia a situarse en el tercer mejor rating defensivo en estos playoffs. Promedia solo un 29% en triples, pero aparece en momentos muy concretos (menos de 21 minutos por partido) y para asentar una defensa que funciona sin él. Otra gran historia para ser contada y que disputó las icnco últimas finales de Conferencia con los Warriors (tres anillos)... y de la NBA. Parece un amuleto y sólo hay que ver si repite. Contra, no lo hemos dicho, el mejor rating denfensivo de la fase final, el de los Celtics.
Y luego está Marcus Smart. El hombre que todo lo ve, el omnipresente, el que está siempre en todo y transmite más pasión que nadie sobre la pista en la actual NBA, con solo algunas comparaciones muy concretas. Poca cosa conta Philadelphia (8,5 puntos por partido y malos porcentajes de tiro) e impresionante ante los Raptors más allá de su ya de por sí gran estadística (15,7+6+5,1, con un 39,3% en triples y un 23+11+10 en el sexto encuentro). Smart lo es todo para los Celtics, el hombre más leal, el que acude a levantar a su compañero el primero y se encara con un rival si intuye una falta de respeto. Smart es el heredero de ese orgullo verde que representó en su día Bill Russell, pasó por Larry Bird, tuvo siempre alguien como Red Auerbach y se vio representado hace una década por Paul Pierce o Kevin Garnett. Si Tatum, Brown o Kemba son el talento, Smart es el alma, la pasión, el honor de unos Celtics que quieren volver a lo más alto y buscan el 18º anillo de su historia, ese que no consiguieron en 2010 y que luchan por recuperar en su tercera oportunidad en cuatro años. Y sin olvidarse de ese séptimo partido perdido en casa en 2018 (el único en el que cedieron en el Garden en todos los playoffs), con una crisis de tiro pantagruélica que desmadejó a los locales y que permitió a LeBron volver a salir victorioso. Un hombre que, por mucho que pese en Boston, es el antagonista absoluto de su última década.
Se acordarán cuando en 2014 Danny Ainge criticó a Lebron y Pat Riley le respondió que como jugador era "el mayor llorón" como jugador. Bien, pues esa rivalidad está de vuelta. Una que no es histórica por pertenecer a la historia reciente, pero que ha marcado a las aficiones y estará en una serie en la que, como en toda la burbuja, las predicciones son imposibles de hacer. Veremos cuándo y cómo vuelve Gordon Hayward y cómo se desarrollarán los dos primeros partidos para tener alguna idea de que nos deparará un duelo apasionante y táctico a partes iguales. Con muchas dosis de épica (algo que puede ocurrir) y ya veremos si de polémica (que también). No sabemos si en el Oeste veremos un Lakers-Clippers o los de purpura y oro se enfrentarán a la excepcional resistencia de los Nuggets. Pero más vale que estemos atentos de lo que ocurre en esa Conferencia no tan mala de una eliminatoria de la que puede salir, no lo sabemos, el próximo campeón de la NBA. El orgullo verde y el glamour de un ser celestial llamado Pat Riley. La franquicia con más anillos que ninguna contra aquello que, gane o no, ya ha escrito su próxima gran aventura escapando de la alargada (alargadísima) sombra de LeBron. Empiezan las finales del Este. Lo que no sabemos son cuándo acabarán. Claro que, con estos dos equipos, eso es imposible.
Alberto Clemente
As
El verde y el glamour. Una franquicia histórica contra otra con mucha historia. Un equipo construido desde abajo contra otro, que también. Miami Heat y Boston Celtics se enfrentan en la final del Este más impredecible, una que junta al tercero y al quinto de la Conferencia más débil pero también, muchas veces, la más emocionante. Es la primera vez en la historia que se llega a esta ronda en el Este sin el primer o el segundo clasificado de la regular season desde que se implementó este tipo de formato con 16 equipos, ocho por Conferencia, en la 1983-84. También es inédito que ninguno de los cuatro equipos que llegaron a esta eliminatoria el año pasado repita ahora, con Raptors, Bucks, Warriors y Blazers fuera de juego. No pasa desde 1977 y de ello se han encargado precisamente Celtics y Heat, que se encuentran a un paso de las soñadas Finales de manera tan inopinada como merecida, tras eliminar al primero y al segundo del Este; Miami, con un paseo que ha sentenciado a Giannis y ha puesto en jaque el proyecto de los Bucks. Los Celtics, en una serie épica resuelta en el séptimo partido ante el vigente campeón. Ninguno de los dos era favorito en las apuestas a inicios de curso y ambos se han colado en una ronda sin un claro favorito, en la que todo puede pasar y en la que hay muchos nombres y recuerdos vívidos que se encuentran grabados en la retina del aficionado y que representan una de las rivalidades más impresionantes del siglo XXI, con una serie incluida que supuso el advenimiento de uno de los reinados más increíbles de siempre: el de LeBron James.
Fue en 2012 cuando se marcó un antes y un después en la historia reciente de la mejor Liga del mundo. Por aquel entonces, el segundo cierre patronal que había supuesto un acortamiento de la temporada llegó a las finales del Este con medio mundo deseando ver caer a LeBron James. Hacía menos de dos años que el alero había decidido poner rumbo a Florida y decir adiós a los Cavs para convertirse, The Decision mediante, en el jugador más odiado del planeta. Lo hizo forzado por unos Celtics que le eliminaron en las semifinales de 2010, tras remontar un 2-1 en contra y opositar para unas Finales a las que acabaron llegando (y perdiendo) ante los Lakers. Dos años antes, habían sido también los verdes los que habían apartado a un Rey todavía sin corona del sueño del anillo, también en semifinales y en un séptimo partido épico. Fue precisamente en la 2007-08 cuando Danny Ainge conformó una plantilla de ensueño en Boston (Garnett, Pierce, Allen, Rondo...), una que conquistó el campeonato con Doc Rivers en los banquillos y que llegaban en 2012 viejos y cansados, pero dispuestos, como siempre, a dar guerra. Y fue ese año en el que estuvieron a un solo paso de tumbar uno de los proyectos que más talento ha juntado de siempre, volviendo a eliminar a su némesis y dejando en cuadro a un equipo formado para ganar y que no se podía permitir otro año de espera tras el fracaso (así se consideró) de las Finales de 2011 ante los Mavericks.
En esos playoffs, por cierto, habían eliminado a los Celtics en semifinales, con un Shaquille que se encontraba en su última temporada y con muchos problemas físicos y un equipo que se encontraba lejos del que se había colado en las Finales de 2010. 4-1 fue el resultado de una serie aleccionadora y todo parecía indicar que las finales del Este de 2012 iban por el mismo camino. La serie empezó con un 2-0 para los Heat que parecía encarrilarlo todo, a pesar de los esfuerzos de un Rondo inconmensurable que estaba cuajando los playoffs de su vida y se fue a 44 puntos, 8 rebotes y 10 asistencias en los 53 minutos que duró el partido, resuelto en la prórroga. Los Celtics tiraron de su particular orgullo en el Garden e igualaron la eliminatoria cuando todos el mundo les daba por muertos. Y ganaron el quinto partido, poniéndose 3-2 con un sexto en casa, allí donde la conexión con su público era mayor que en cualquier otra pista. Los Celtics, con un Garnett rejuvenecido (acababa de cumplir 36 años), estaban a un paso de las terceras Finales del proyecto, pero LeBron apareció por primera vez y superó el sainete de hombre que no aparece en los momentos importantes para, con 45 puntos, 15 rebotes y 5 asistencias, silenciar el Garden y sentenciar de vuelta a Florida, camino de sus terceras Finales y su primer anillo ante los Thunder. Y de paso, poner la primera piedra en una redención con el público que hoy contempla asombrado como sigue a un nivel supremo con 35 años y olvida, en líneas generales (siempre hay excepciones) la animadversión que sentía hacia su persona en esos tiempos.
Han pasado ocho años de esa histórica eliminatoria y las cosas han cambiado en ambas franquicias. Danny Ainge usó la cabeza antes que el corazón y se aprovechó de la avaricia de Prójorov para mandar a sus estrellas a la Gran Manzana (a los Nets) para reconstruir un equipo que dirigiría un joven genio de la Universidad de Butler, Brad Stevens, que llegaba a la competición con la misma edad de la que tenía por aquel entonces Kevin Garnett (37). Desde entonces, el proyecto no ha hecho más que crecer, chocando con las taras mentales de Kyrie el año pasado pero recuperándose en el presente, con el beneficio de ir de tapados y una explosión, la de Jayson Tatum, uno de los muchos jugadores criados bajo la tutela de un Stevens que ha vuelto a reafirmarse como un genio y ha metido a los suyos en las terceras finales del Este desde que aterrizó en Boston. Enfrente, otro cerebro privilegiado como Erik Spoelstra, que lidera un equipo cuya cara visible es Butler pero que juega un baloncesto espectacular, explotando las debilidades del rival y haciendo las cosas sencillas para ganar a equipos que llegaban como contenders y se han ido nadando en un mar de dudas. Y todo, bajo el manto protector de la eterna (y eternizada) sombra de un Pat Riley que ha creado el proyecto a su antojo, con jóvenes provenientes del draft y otros que no, superando el hueco dejado por LeBron y despidiendo a Wade como se merecía antes de poner la directa con gente como Adebayo y compañía y aprovechar una oportunidad de oro que les ha llevado a la última eliminatoria del Este por primera vez desde 2014, último año de LeBron en Miami y últimas Finales que disputaron, con redención y venganza de los Spurs (4-1) y un último anillo (el quinto) para el binomio formado por Tim Duncan y Gregg Popovich.
La batalla táctica en los banquillos
Ocho años después, Spoelstra sigue donde estaba, siendo el último reducto de ese equipo campeón de 2012 y 2013, con los Celtics enfrente sin ningún superviviente de esos años. Por ahí quedan Danny Ainge y Pat Riley, dos seres inamovibles en los despachos que observarán como sus proyectos, en momentos distintos, se la juegan por un puesto en las Finales y unas series que aparentan ser muy largas y muy tácticas, con dos entrenadores cuya valía ha quedado demostrada en demasía y que van a plantear muchas y muy variadas fórmulas para ver caer al rival. Stevens ha sido reafirmado en su puesto una y otra vez por Ainge, y es una apuesta personal del ex jugador para que el orgullo verde vuelva a florecer. El ex de Butler siempre ha hecho del Garden un fortín, ha conseguido salir indemne ante rivales teóricamente superiores (los Sixers de 2018 con Rozier de base titular son un gran ejemplo) y ha desarrollado a sus jugadores al máximo, alejándolos de los focos tras la salida de un Kyrie con el que nunca se sintió cómodo y volviendo a repartir el balón en ese estilo colaborativo con el que se siente representado. Siempre hay algún hueco para la improvisación en su esquema de juego, que abarca los dos lados de la pista, con cambios defensivos constantes y dobles defensas que obligan a tiros complicados y pases arriesgados. Y con una ofensiva ordenada, el extra pass en mente, todos involucrados y espacio para las individualidades de Jaylen Brown, Kemba o Tatum, ese hombre de otro planeta que viene de ser All Star y de promediar 25,3 puntos, 10,1 rebotes y 4,3 asistencias en lo que llevamos de playoffs.
Por su parte, los Heat son la representación máxima del hombre que prácticamente los ha creado, el que les puso en el mapa cuando llegó en 1996, saliendo de los Knicks y renunciando al último año del contrato más lucrativo jamás firmado por un entrenador de la NBA (luego llegaría Phil Jackson a los Lakers). Y Spoelstra es una extensión del propio Riley, convirtiéndose en lo que en su día el mandamás quiso convertir a Stan Van Gundy sin éxito (Shaquille tuvo algo que ver), obligándole (de muy mala gana no lo hizo) a bajar al banquillo en la 2005-06 y conquistar el quinto anillo de su carrera como técnico (los otros cuatro fueron con los Lakers de Magic en los 80) con una de las mayores aglomeraciones de egos (Shaq, Wade, Williams, Payton, Walker, Mourning, Haslem) jamás vista. Hoy, Spoelstra ha transformado a su plantilla en una extensión del mayor talento de Riley: pilares firmes pero encofrado frío, de fácil mutación, capaz de adaptarse a cambios de estilo y de eras, sabiendo jugar de manera distinta dependiendo del rival y desarrollando al máximo las cualidades propias mientras hace lo mismo con los defectos del equipo que tiene enfrente. Así fue como impidieron correr a Antetokounmpo en semis, con una barrera siempre conformada por tres jugadores que le impedían penetrar y le forzaban a pasar, lanzar en suspensión o desde el triple, cualidades que el griego no ha terminado de desarrollar. Y así es Riley, un hombre camaleónico, capaz de crear el Showtime para luego viajar al Este y comprender que el baloncesto era inmediato heredero de los Bad Boys y no de Magic Johson (nunca un estilo dependió tanto de un solo jugador). Fue capaz entonces el técnico de atrincherarse atrás con los Knicks y luego con los Heat hasta que el baloncesto cambió de nuevo, con él siempre a la altura.
En la serie que Miami se enfrenta a los Celtics la historia será distinta, y todo lo que haya pensado uno lo habrá pensado el otro, que viene de batir a otro genio táctico como Nurse con dificultades mayores que las que de Budenholzer, un técnico con un solo plan y pocos recursos para sortearlo cuando es necesario. Y de planes, ya se sabe, Stevens y Spoelstra andan sobrados, y todo lo que harán para acabar con un rival que tienen perfectamente estudiado (2-1 para los Celtics, cayendo el último de esos duelos en la burbuja), podrá variar y adaptarse a una serie en la que Boston parte con una ligera ventaja en cuanto a favoritismo, pero llega, no lo olvidemos, de jugar siete agotadores partidos (incluido un sexto con dos prórrogas) frente a unos Raptors que no se han dado por vencidos y que han defendido con fuerza y alma un campeonato que ganaron el año pasado y que tendrá, con su eliminación, un nuevo ganador.
Butler, Tatum, Adebayo... y Smart
Hay muchos nombres propios en la serie y numerosos protagonistas que tienen, por separado, su particular historia. Jaylen Brown y su extrema inteligencia han sido protagonistas en un parón marcado por el asesinato de George Floyd, la lucha por la justicia racial y las manifestaciones que él mismo ha liderado. Kendrick Nunn y Duncan Robinson son otros dos robos de Riley, dos personas que ni han llegado a ser elegidos en el draft y que tienen el mundo en sus manos: del primero pasaron los Warriors y el segundo tiene una capacidad para anotar de tres pocas veces vista en la NBA y que es un don natural que destaca incluso ahora, en plena era del triple. De hecho ha promediado 8,3 lanzamientos de tres por partido en regular season (con un acierto del 44,6%)... y 1,1 de dos. Con una mecánica y un estilo, todo hay que decirlo, propios de un tirador puro (también se va al 93,1% en triples). Por ahí anda Jaw Crowder, ex de Boston que se enfrentará a sus compañeros. Y también está Kemba Walker, ese hombre que vino a sustituir a Kyrie, un papelón que lo sería si no fuera porque el hoy jugador de los Nets puso incluso en duda el proyecto. Y Kemba, un compañero con el que todos están encantados, ha revivido en un hogar que ya siente como suyo dejando atrás años infructuosos en los Hornets. Y Daniel Theis, ese cinco que es el teórico eslabón débil del quinteto titular de los Celtics pero que se está reafirmando y reivindicando. O Tyler Herro, otro rookie que nadie sabe de dónde ha salido (del draft, este sí) y que promedia 14,7 puntos en playoffs con un 40% en triples.
Y luego están los héroes, sólo faltaba. Las caras visibles dentro de dos conjuntos en los que primera lo colectivo frente a lo individual, pero que tienen a sus hombres fuertes para los momentos calientes. Algo que se necesita de manera casi obligada para ganar un campeonato y que les ha faltado a los Raptors, con un Lowry intentando asumir ese papel (algo que ha conseguido a ratos) y con un Siakam que estaba llamado a protagonizarlo pero que ha dado un bajón en la fase final que se ha notado mucho. Con 26 años (22,9+7,3 en temporada regular, 17 en playoffs y 14,9 en semifinales con un 38% en tiros y un 12,% en triples) tendrá tiempo de asumir esa responsabilidad de la misma manera que ya lo ha hecho Tatum, que con solo 21 ha ido in crecendo durante la temporada y ha lanzado con casi un 40% en triples en semifinales. Contra Miami ha disputado dos de los tres partidos este curso y las conclusiones son difíciles de sacar, con 23 puntos en el primero (2 de 12 en triples) y 19 en el segundo, en la burbuja y con derrota. Puede ser el factor diferencial y el hombre al que los Celtics le den el balón en los momentos calientes. Un balón que, ojo, pueden asumir muchos en ambas plantillas. Aunque existan determinados jugadores que estarán delante de otros para hacerlo, claro.
Butler es la otra cara de la moneda y otra de las grandes historias de la temporada. Tras salir de los Sixers por intención propia y el beneplácito de una franquicia que hizo poco o nada por retenerle (un claro error según se ha visto), el alero ha promediado 19,9 puntos en temporada regular (otro All Star) y 21,8 en playoffs con un 50% en triples. 23,4+5,8+4,4 en semifinales, con un 53,2% en tiros de campo en tiros de campo y un 45,5% en desde la línea de tres, incluido un duelo inaugural de 40 tantos. Butler ha encontrado a la joya de su corona en el grupo de jóvenes de los Heat que no encontró en los Wolves, y sabe convertirse en un hombre de rol cuando tiene que hacerlo y asumir galones en el momento que es necesario. Sus dos partidos contra Boston han sido de 20 y 37 puntos (12 de 18 y 6 de 10), y los dos con derrota. Y Adebayo, la quintaesencia de la evolución del jugador del siglo XXI, ha acabado en 15,9+10,2+51 la regular season, 15+11,+5,3 la primera ronda y 17,2+12+4,4 contra los Bucks, siendo el defensor ideal contra Giannis y la representación máxima de los dos lados de la pista del equipo, con una mejoría tremenda y un All Star más que merecido.
Y luego está Iguodala. Jugará su sexta final de Conferencia consecutiva, las mismas que jugaron la última versión competitiva de los Bad Boys de los Pistons entre 2003 y 2008. Y menos de las que disputó LeBron entre 2011 y 2018. En definitiva, algo al alcance de muy pocos y otro fichaje que parecía un órdago para los Heat (cobrará 17 millones esta temporada y lo han renovado) pero que ha ayudado a la franquicia a situarse en el tercer mejor rating defensivo en estos playoffs. Promedia solo un 29% en triples, pero aparece en momentos muy concretos (menos de 21 minutos por partido) y para asentar una defensa que funciona sin él. Otra gran historia para ser contada y que disputó las icnco últimas finales de Conferencia con los Warriors (tres anillos)... y de la NBA. Parece un amuleto y sólo hay que ver si repite. Contra, no lo hemos dicho, el mejor rating denfensivo de la fase final, el de los Celtics.
Y luego está Marcus Smart. El hombre que todo lo ve, el omnipresente, el que está siempre en todo y transmite más pasión que nadie sobre la pista en la actual NBA, con solo algunas comparaciones muy concretas. Poca cosa conta Philadelphia (8,5 puntos por partido y malos porcentajes de tiro) e impresionante ante los Raptors más allá de su ya de por sí gran estadística (15,7+6+5,1, con un 39,3% en triples y un 23+11+10 en el sexto encuentro). Smart lo es todo para los Celtics, el hombre más leal, el que acude a levantar a su compañero el primero y se encara con un rival si intuye una falta de respeto. Smart es el heredero de ese orgullo verde que representó en su día Bill Russell, pasó por Larry Bird, tuvo siempre alguien como Red Auerbach y se vio representado hace una década por Paul Pierce o Kevin Garnett. Si Tatum, Brown o Kemba son el talento, Smart es el alma, la pasión, el honor de unos Celtics que quieren volver a lo más alto y buscan el 18º anillo de su historia, ese que no consiguieron en 2010 y que luchan por recuperar en su tercera oportunidad en cuatro años. Y sin olvidarse de ese séptimo partido perdido en casa en 2018 (el único en el que cedieron en el Garden en todos los playoffs), con una crisis de tiro pantagruélica que desmadejó a los locales y que permitió a LeBron volver a salir victorioso. Un hombre que, por mucho que pese en Boston, es el antagonista absoluto de su última década.
Se acordarán cuando en 2014 Danny Ainge criticó a Lebron y Pat Riley le respondió que como jugador era "el mayor llorón" como jugador. Bien, pues esa rivalidad está de vuelta. Una que no es histórica por pertenecer a la historia reciente, pero que ha marcado a las aficiones y estará en una serie en la que, como en toda la burbuja, las predicciones son imposibles de hacer. Veremos cuándo y cómo vuelve Gordon Hayward y cómo se desarrollarán los dos primeros partidos para tener alguna idea de que nos deparará un duelo apasionante y táctico a partes iguales. Con muchas dosis de épica (algo que puede ocurrir) y ya veremos si de polémica (que también). No sabemos si en el Oeste veremos un Lakers-Clippers o los de purpura y oro se enfrentarán a la excepcional resistencia de los Nuggets. Pero más vale que estemos atentos de lo que ocurre en esa Conferencia no tan mala de una eliminatoria de la que puede salir, no lo sabemos, el próximo campeón de la NBA. El orgullo verde y el glamour de un ser celestial llamado Pat Riley. La franquicia con más anillos que ninguna contra aquello que, gane o no, ya ha escrito su próxima gran aventura escapando de la alargada (alargadísima) sombra de LeBron. Empiezan las finales del Este. Lo que no sabemos son cuándo acabarán. Claro que, con estos dos equipos, eso es imposible.