Superman returns: la increíble resurrección de Dwight Howard

Sin equipo en agosto, Howard acabó de rebote en unos Lakers de los que salió de la peor forma posible en 2013. Ante los Nuggets, hizo un tremendo trabajo contra Nikola Jokic.

Juanma Rubio
As
El regreso de los Lakers a las Finales una década después es una gran historia de llena de pequeñas historias. O no tan pequeñas. Después de su lesión de ingle de la temporada pasada, muchos creían que LeBron James había dado definitivamente un paso atrás en su batalla contra el padre tiempo. Después su mal paso por Orlando Magic, muchos dieron por hecho que el estilo duro, defensivo y con mucha vieja escuela de Frank Vogel había dejado de funcionar en la actual NBA. Avery Bradley, que no ha estado en la burbuja de Florida, había sido una sombra del jugador que fue en Boston Celtics tras su salida del Garden. Rajon Rondo había dejado atrás su mejor baloncesto… y, desde luego, nadie creía que Dwight Howard tendría ocasión de redimirse y retomar una carrera que parecía ya fundida. Y mucho menos que la aprovecharía. Y, el colmo de los increíbles, que esa oportunidad llegaría en Los Angeles Lakers, el equipo al que llegó como súper estrella en 2012 y de donde salió como un apestado en 2013, el primer grande que rechazaba a los angelinos para irse a jugar a otra franquicia (Houston Rockets). De hecho, se llevó cuatro años y 88 millones de los texanos y no quiso una oferta de 5x118 de los angelinos que, desde entonces, enlazaron seis temporadas sin playoffs y, por primera vez, sin opciones de pelear por los grandes agentes libres. Hasta que llegó LeBron James en 2018.

Howard no pudo alargar su relación con James, y rechazó una player option de 23 millones en 2016 para firmar por tres años y 70 millones en Atlanta Hawks, la franquicia de su Georgia natal. Desde entonces, y entre problemas de espalda que minimizaron su devastador físico y un comportamiento que le apartaba de los cánones de los deseable en los vestuarios, pasó por Hawks, Hornets y Wizards, donde solo jugó nueve partidos antes de una operación que terminó con su temporada (2018-19). Fue traspasado en tres veranos seguidos, de Atlanta a Charlotte, de ahí a Brooklyn y de Washington a Memphis. Y cortado dos veces, por los Nets (que lo había recibido de los Hornets) y finalmente por los Grizzlies, que le abrieron la puerta imposible: una grave lesión de rodilla de DeMarcus Cousins dejó a los Lakers huérfanos en la rotación interior. Cuando Howard sonó como opción, el asunto se tomó a broma. ¿Qué podía salir mal? Joakim Noah (que acabó en los Clippers sin tener ninguna presencia) parecía una opción más segura y más inteligente.

El 26 de agosto de 2019 Howard firmó un contrato que lo puso a prueba y acabó siendo por el mínimo de veterano, 2,6 millones. Los Lakers necesitaban que demostrara que había cambiado: finísimo, sin un gramo de grasa y con una renovada actitud y un discurso de compañero perfecto, Howard se hizo finalmente un hueco en el equipo que lo consideró enemigo púbico cuando acabó enfrentado al intocable Kobe Bryant. Con 34 años, Howard parecía a punto de quedarse fuera de la NBA. Un final feo para un jugador que había sido demoledor, histórico en Orlando Magic: ocho veces all star, cinco miembro del Mejor Quinteto, cuatro del Mejor Quinteto Defensivo, tres veces Defensor del Año, cinco Máximo Rebotador, dos Máximo Taponador, medalla de oro con el Redeem Team de Pekín 2008…

Si el éxito de los Lakers ha sido construir un bulldozer defensivo comandado por LeBron y Anthony Davis e integrar a cada jugador en un rol determinado con una excelente química de grupo, hay pocos ejemplos mejores que Dwight Howard. El pívot se pasó la temporada animando y sonriendo cuando estaba en el banquillo y trabajando duro cada vez que pisaba la pista. Sin veleidades y sin jugadas creadas para él, se mató a defender y a poner bloqueos y acabó jugadas en el aro como en los viejos tiempos cuando la ocasión lo permitió. En un equipo que ha presumido de músculo, intimidación, físico y actitud, Howard encajaba como un guante. Y era sumamente útil. Su crecimiento tampoco le llevó a querer volver a tener más protagonismo del deseable. Su espalda aguantó el paso de las semanas de temporada y la acumulación de minutos en pista. Despejadas esas dudas, todo había salido bien. Literalmente: increíblemente bien.

En los playoffs, Howard ha tenido (otra vez: quién iba a decirlo…) un papel muy importante en la final de Conferencia. En la burbuja de Walt Disney World, en aquella Orlando en la que fue un ídolo. El hogar de los Magic con los que perdió la Finales de 2009, precisamente contra los Lakers, después de ser el único equipo que ha ganado una final de Conferencia a LeBron, ahora su compañero en L.A. Howard, como JaVale McGee, se fue al banquillo después de la derrota en el primer partido contra los Rockets. En las cuatro victorias seguidas de los Lakers en segunda ronda, solo pisó la pista al final del quinto, en los minutos de la basura y con la clasificación amarrada. Pero en la final del Oeste, su rol se volvió en crucial para hacerle la vida difícil a Nikola Jokic, el genial pívot serbio de los Nuggets.

Y Howard respondió, tanto que acabó siendo titular y firmando un +19 total en los dos últimos partidos. En el cuarto fue clave en la primera parte a base de rebotes y una tremenda energía. En el quinto jugó 35 minutos. Duro, bien posicionado y muy centrado en trabajar duro contra Jokic, Howard ha hecho una eliminatoria excelente y ha sido una de las claves para que los Lakers controlaran a los de Colorado, un rival inferior pero tremendamente peligroso.

Después de celebrar el billete a las Finales de la NBA, Howard se dirigió a la afición de los Lakers a través de las redes sociales: “Laker Nation, hemos vuelto. Desde que empezó esta temporada dije que era la de la redención. He pasado momentos buenos y malos, pero he perseverado. Habéis estado a mi lado durante todo este tiempo y por eso soy tan feliz de estar en las Finales. El trabajo no ha acabado, pero estamos cuatro victorias más cerca. Estoy muy feliz y quiero sepáis cuánto ha significado vuestro apoyo para mí y mis compañeros”.

Si los Lakers ganan el anillo habrá muchas historias que contar. Muchas. Pero pocas tan increíbles por inesperadas como la resurrección de Howard y su reconversión en un excelente jugador de rol. Uno que está, cuando parecía cerca de verse fuera de la NBA, a solo cuatro victorias de su primer anillo de campeón. Esta vez con LeBron, su rival en tantas batallas del Este hace una década, a su lado. Y eso cuenta mucho.

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