Lo de Djokovic fue solo un infortunio
Un castigo de tanta repercusión para el que lo sufre debería responder a una intencionalidad o a un comportamiento realmente temerario y no a la mala suerte
Toni Nadal
El País
Este año sí que, finalmente, veremos un nuevo vencedor en el US Open. Es posible, incluso, que sea el torneo que inaugure el tantas veces comentado cambio generacional. Pero será, también, el torneo recordado por la descalificación de Novak Djokovic, el que era el máximo favorito al triunfo final y actual número uno mundial.
Las reacciones, tanto en el círculo tenístico como en el ámbito deportivo en general, han estado tan centradas en este hecho que han eclipsado los resultados de los octavos de final. Unos se han posicionado a favor de la descalificación aduciendo que las sanciones deben aplicarse de manera rigurosa; en cambio, otros han calificado la expulsión de exagerada.
He visto la grabación repetidamente y la sensación que me da, en todo momento, es de infortunio total. No se aprecia intención de darle un pelotazo a la juez de línea, evidentemente, pero ni tan siquiera de intimidarla. No hay ira ni agresividad en su gesto, aunque sí se puede considerar la imprudencia a la que, en efecto, hace referencia la regla y motivo por el cual entiendo que se ha aplicado. El dilema estribaba, a mi entender, en juzgar si tal imprudencia tenía suficiente magnitud.
Me sorprendió bastante que una decisión tan implacable se tomara sin visualizar algo más la acción. Si hoy en día recurrimos al Hawk Eye (Ojo de Halcón) para discernir si una bola ha sido buena o mala, creo que lo propio hubiera sido estudiar con más detenimiento todos los gestos. Yo creo que esta norma debería modificarse algo. Un castigo de tanta repercusión para el que lo sufre debería responder a una intencionalidad o a un comportamiento realmente temerario y no, como ha sido el caso, a la mala suerte.
Hechas todas estas valoraciones, es verdad que me sorprende ver a Djokovic enfadado, con cierta asiduidad, en la pista. Un tenista de su categoría, sin duda uno de los mejores de la historia, debería hacer un esfuerzo por controlar sus emociones durante los partidos. Esto, que le ha causado algún que otro problema, aunque jamás el acontecido ahora, al final da una imagen de él innecesariamente perjudicial.
Yo creo que esa agresividad que le lleva a desarrollar un nivel de juego difícilmente superable es la que, en ocasiones, no consigue dominar durante los partidos. Lo que llama poderosamente la atención, sin embargo, es que cuando pierde un partido, ni que sea una final de Grand Slam, su comportamiento es siempre ejemplar.
He leído estos días que el castigo que ha recibido Novak por el desafortunado pelotazo iba a servir de ejemplo para que otros tenistas aprendan a dominarse. Me parecería injusto que, de ser así, no destacáramos también la contención con la que él encajó la inamovible decisión arbitral. No solo pidió perdón repetidamente, sino que, en sus declaraciones posteriores, no intentó descalificar una decisión cuando menos controvertida.
Uno se pregunta si este desdichado hecho le va a pasar factura en los próximos torneos. La respuesta la tendremos muy pronto, aunque los antecedentes nos recuerdan una capacidad de reacción realmente admirable.
Toni Nadal
El País
Este año sí que, finalmente, veremos un nuevo vencedor en el US Open. Es posible, incluso, que sea el torneo que inaugure el tantas veces comentado cambio generacional. Pero será, también, el torneo recordado por la descalificación de Novak Djokovic, el que era el máximo favorito al triunfo final y actual número uno mundial.
Las reacciones, tanto en el círculo tenístico como en el ámbito deportivo en general, han estado tan centradas en este hecho que han eclipsado los resultados de los octavos de final. Unos se han posicionado a favor de la descalificación aduciendo que las sanciones deben aplicarse de manera rigurosa; en cambio, otros han calificado la expulsión de exagerada.
He visto la grabación repetidamente y la sensación que me da, en todo momento, es de infortunio total. No se aprecia intención de darle un pelotazo a la juez de línea, evidentemente, pero ni tan siquiera de intimidarla. No hay ira ni agresividad en su gesto, aunque sí se puede considerar la imprudencia a la que, en efecto, hace referencia la regla y motivo por el cual entiendo que se ha aplicado. El dilema estribaba, a mi entender, en juzgar si tal imprudencia tenía suficiente magnitud.
Me sorprendió bastante que una decisión tan implacable se tomara sin visualizar algo más la acción. Si hoy en día recurrimos al Hawk Eye (Ojo de Halcón) para discernir si una bola ha sido buena o mala, creo que lo propio hubiera sido estudiar con más detenimiento todos los gestos. Yo creo que esta norma debería modificarse algo. Un castigo de tanta repercusión para el que lo sufre debería responder a una intencionalidad o a un comportamiento realmente temerario y no, como ha sido el caso, a la mala suerte.
Hechas todas estas valoraciones, es verdad que me sorprende ver a Djokovic enfadado, con cierta asiduidad, en la pista. Un tenista de su categoría, sin duda uno de los mejores de la historia, debería hacer un esfuerzo por controlar sus emociones durante los partidos. Esto, que le ha causado algún que otro problema, aunque jamás el acontecido ahora, al final da una imagen de él innecesariamente perjudicial.
Yo creo que esa agresividad que le lleva a desarrollar un nivel de juego difícilmente superable es la que, en ocasiones, no consigue dominar durante los partidos. Lo que llama poderosamente la atención, sin embargo, es que cuando pierde un partido, ni que sea una final de Grand Slam, su comportamiento es siempre ejemplar.
He leído estos días que el castigo que ha recibido Novak por el desafortunado pelotazo iba a servir de ejemplo para que otros tenistas aprendan a dominarse. Me parecería injusto que, de ser así, no destacáramos también la contención con la que él encajó la inamovible decisión arbitral. No solo pidió perdón repetidamente, sino que, en sus declaraciones posteriores, no intentó descalificar una decisión cuando menos controvertida.
Uno se pregunta si este desdichado hecho le va a pasar factura en los próximos torneos. La respuesta la tendremos muy pronto, aunque los antecedentes nos recuerdan una capacidad de reacción realmente admirable.