La octava reinvención de Gallardo

El Muñeco volvió a hacerlo: retocó el sistema y cambió piezas pero sin que River perdiera la esencia de juego que lo distingue. ¿Hay un secreto?

Olé

La reinvención táctica que hizo Marcelo Gallardo a principio de año podría haberse calificado como la séptima maravilla del Muñeco, ya que el séptimo sistema táctico que utilizó durante su ciclo causó una revolución futbolística en el equipo, con la línea de tres en el fondo (Paulo Díaz, la consolidación de Robert Rojas como líbero y Martínez Quarta), Montiel y Casco combinando la función de marcadores de punta con la de wines, el núcleo central con Enzo Pérez, Nacho Fernández y De La Cruz más la dupla de ataque Suárez-Borré. Parecía casi imposible mejorar ese funcionamiento con el que River estuvo a un gol de salir campeón de la Superliga, pero Napoleón siempre tiene una estrategia nueva para potenciar su majestuosa obra.


Los últimos dos esquemas de Gallardo previos al actual 4-3-3.

Los últimos dos esquemas de Gallardo previos al actual 4-3-3.

El técnico de River decide el esquema de juego de acuerdo a las características y al nivel de los jugadores por encima de cualquier dibujo. O sea, a la pizarra de Gallardo la diseñan los propios futbolistas. Y es precisamente lo que sucedió con su última reinvención: un dinámico, flexible y versátil 4-3-3 impulsado por la explosión del juvenil Julián Álvarez. Tal vez influyó de alguna manera la baja de Paulo Díaz, que sufrió una lesión en el gemelo derecho al retomar los entrenamientos. Como el chileno no estaba en condiciones de salir a la cancha ante el San Pablo y es una pieza clave para el DT como stopper en el 3-3-2-2 que venía usando, el deté entendió que era el momento justo para apostar por el despegue de un pibe que es su debilidad desde hace un par de años y, a su vez, apuesta del club: durante la pandemia renovó contrato hasta diciembre de 2022 con cláusula de 25.000.000 de euros. La intuición volvió a aconsejar bien al Muñeco.

El equipo tiene tan aceitados los movimientos que un cambio de piezas no resiente la estructura. Al contrario, la renueva y le suma efectividad, ya que les cambia las cartas de defensa a los rivales. Con la modificación de Álvarez en lugar de Rojas, Gallardo no sólo resignó un defensor y agregó un delantero. El funcionamiento respecto del primer equipo de 2020 es muy similar, porque Enzo Pérez retrocede para formar una defensa con tres hombres y los laterales siguen recorriendo la banda de punta a punta cumpliendo, incluso, un rol de wines. Esto le permite al equipo ensanchar el terreno para que Nacho y De La Cruz encuentren espacios por el centro y también genera que los tres puntas puedan rotar posiciones e incluso mudarse a la zona de volantes para conectarse con el Cerebro y el uruguayo a uno o dos toques y, así, abrir huecos para terminar las jugadas en el corazón del área y definir. De hecho, una de las características particulares de este flamante 4-3-3 es que Julián Álvarez y Suárez no tienen cualidades de jugadores externos: el hábitat natural de ambos es el centro de la cancha y explotan con mayor efectividad su calidad técnica y velocidad cuando juegan con el arco de frente, más allá de que saben pivotear muy bien o aguantar la pelota cuando están de espaldas al arco rival.

Hay una frase de César Luis Menotti que encaja a la perfección en el método de ataque de la segunda versión del River 2020. “Para poder entrar hay que saber salir”. Y así funciona el tridente Álvarez-Borré-Suárez: se aleja del área para gestar juego con Nacho, De La Cruz y los laterales, ganar espacio y volver a meterse en la zona caliente para terminar las jugadas.

El nivel colectivo e individual del equipo contra San Pablo en el Morumbí, después de 190 días de inactividad, y la contundencia en el 6-0 ante el modesto Binacional de Perú, naturalmente generan la sensación de que Napoleón no tocara nada por el momento, al menos para recibir al San Pablo en Avellaneda el miércoles. Más adelante, para la última fecha del Grupo D de la Libertadores, las chances serían diferentes, ya que el partido ante la Liga de Quito en el estadio de Independiente será recién el 20 de octubre, con mayor tiempo para trabajar y un hipotético (o no) regreso a las bases de arranque de año.

Todo es posible con el entrenador más ganador de la historia de River. Su pizarra siempre fue maleable. En 2014 empezó su ciclo con un 4-3-1-2 -que retomaría a posteriori- y un enganche clásico (Pisculichi). Luego, se volcaría por el doble cinco Kranevitter-Ponzio en un 4-4-2; después, por un doble tándem de volantes (Ponzio-Nacho) y dos de creación (D’Alesandro-Pity), en un 4-2-2-2 en 2016. El 2017 lo encontraría con un 4-5-1, y la final de la Libertadores 2018, con un singular 5-3-2. Ganó despliegue en 2019 con su 4-1-3-2, y el 2020 lo arrancó con un vertical 3-3-2-2. Ahora, otra vez cambió, a un 4-3-3. Aunque nunca modificó el estilo. La forma de juego que identifica cada día al hincha de River. Ahí está la magia de la octava reinvención de Gallardo: el saber modificar pero sin cambiar su idea de juego. La identidad, intacta.

Las primeras reinvenciones del ciclo de Napoleón.

Las primeras reinvenciones del ciclo de Napoleón.

Los retoques que desembocaron en el eterno triunfo contra Boca en Madrid.

Los retoques que desembocaron en el eterno triunfo contra Boca en Madrid. 

Entradas populares