COPA LIBERTADORES / Boca dio positivo en Paraguay

El Xeneize dejó atrás las dificultades por los contagios de coronavirus y le ganó con oficio al Libertad de Ramón Díaz en Paraguay. Triunfo clave en el reinicio de la Libertadores para quedar como puntero del Grupo H.

Olé

De entrada nomás, habrá que decir que Boca rompió la enciclopedia entera. No un libro, ni dos, ni tres. La enciclopedia. Y no sólo por los goles de Salvio que abrieron y cerraron un triunfo tremendo, espiritual, casi místico. Sino también por la autoridad, el oficio, la contundencia y, claro, por todo lo que pasó. Señores, acá está el campeón. Sano y Salvio. Como si las dificultades que tuvo en la preparación y los contagios masivos de Covid no le hubieran hecho ni cosquillas. En el reinicio de la Copa Libertadores, venció 2-0 al Libertad de Ramón Díaz y quedó como líder del grupo H.


Si a alguien que no vio el primer tiempo, pero que sí haya estado al tanto de todos los problemas que tuvo el equipo de Miguel Russo, se le dijera que mereció ganar por cuatro goles o más ante un rival que venía con 11 partidos encima, seguramente se hubiera sorprendido. Pero fue lo que pasó. Atrás pareció quedar la explosión en la burbuja, las preocupaciones y hasta las dudas de los últimos testeos que desataron la polémica previo al viaje a Paraguay. Boca jugó sin riesgo Covid. Por el contrario, lo hizo fresco, decidido, convencido. Como si el campeón no hubiese estado seis meses parado. Como si la falta de actividad no lo hubiera afectado ni un poquito.

Desde el arranque nomás, Boca sorprendió a propios y extraños, pero fundamentalmente al local. Y se sintió cómodo en el partido. ¿Quién lo hubiera dicho? No sólo se movió con soltura y con espacios, sino que le sacó el juego a la libertad que le dio Libertad. Por eso, hasta se animó a tirar a algunos lujos. Por eso, se hizo dominador de las acciones. Por eso, en los primeros 15 minutos, tuvo tres chances claras de gol. Metió la primera, después de tres tiros al arco (Salvio primero con tapada de Silva, Maroni al palo y Toto para rematarlo), tuvo con Tevez el segundo y con una mala definición de ex Sampdoria el tercero. Sí, de nuevo: ¿quién lo hubiera dicho?

Acaso el concepto de que Boca es Boca, más allá de sus dificultades, y de que Boca es Boca, mucho más a la hora de jugar la Copa, se haya impuesto tanto en la práctica como en la teoría, que no siempre van de la mano. Sin embargo, el equipo defendió esa chapa con solidez defensiva (muy bien los centrales), orden y sentido de la oportunidad. Es cierto que el equipo de Ramón no supo jugarlo, no supo aprovechar la ventaja física, no lo desgastó, no lo presionó, no fue agresivo. Pero también hubo ahí un mérito del visitante.
Dicen los que saben que, cuando la mano viene complicada, siempre 4-4-2. Russo, desde su casa, lo pensó así. Y Boca, su Boca, lo ejecutó así. Con Pol Fernández como sacrificado ladero de un ágil Campuzano, con Salvio picante y desequilibrante por derecha, con Maroni rompiendo por izquierda (luego entró Capaldo), con Soldano haciendo sombra defensiva y con Tevez uniendo líneas, armando circuitos de juego, apelando a su oficio para ganar aire (y minutos), hasta que, claro, se cansó.
Tan contrariado jugó Libertad que Ramón, perdiendo, sacó a Tacuara Cardozo, quien se fue pateando todas las heladeritas de agua que había en su camino. Ahí Boca terminó de ganarlo. Porque psicológicamente, en el momento donde más podía sentir el desgaste físico, ya era más que su rival. Y así coronó una victoria que no solo vale oro para la clasificación, sino que fortalece el temple, el espíritu y, por qué no, el sueño de la Séptima. Si pudo ganar así en Paraguay, tras seis meses parado, con múltiples contagios y todo en contra, lo mejor está por venir...

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