A 15 años del caso que conmocionó al fútbol argentino

El 11 de septiembre de 2005, Carlos Azcurra era baleado en pleno clásico mendocino entre su San Martín (M) y Godoy Cruz y quedaba al borde de la muerte. “Me pregunté miles de veces por qué a mí...”, recuerda con Olé el ex defensor, que pese a todo logró reinventarse. Historia de un luchador...

Olé
El mundo entero cambió después del atentado terrorista que transformó a las Torres Gemelas en escombros, en sueños destruidos, en miles de vidas perdidas. Aquel 11 de septiembre de 2001 fue la confirmación de que no existen límites para las miserias del ser humano y de que muchas veces el hombre ni siquiera puede ser dueño de su propio destino. Algo que Carlos Azcurra supo cuatro años después. Durante un domingo gris y aciago cuando, vistiendo la camiseta de San Martín de Mendoza y en pleno clásico provincial ante Godoy Cruz, vivió su propio 11-S. Desde entonces, su mundo tampoco volvió a ser el mismo: aquel marcador central de 28 años observó incrédulo cómo un policía le disparaba cobardemente a quemarropa y una bala de goma le causaba una herida que hoy, a 15 años, ya sanó, aunque el dolor y la angustia jamás cicatrizarán.


“Uno con el tiempo se da cuenta de la magnitud de lo que pasó y de lo que provocó en mi carrera. Uno, que luchó tanto e hizo sacrificios para poder ser profesional, lamentablemente tiene que poner en la balanza y debe agradecer que está vivo, que está bien, y que puede seguir disfrutando de la vida. Pero la ilusión que uno tenía se esfumó. Es como que se me terminó todo... ¿Entendés?”, pregunta en medio de la charla, aunque en verdad no busque una respuesta. De hecho, es eso lo que jamás pudo encontrar desde que padeció aquel hecho que conmocionó al mundo del fútbol. Resulta inverosímil entender lo que desencadenó la locura en el estadio Malvinas Argentinas esa tarde. Iban 29’ del segundo tiempo, el Tomba había marcado el 3-0 y desde la popular de San Martín comenzaron a arrojar piedras hacia el campo de juego. Las crónicas dan cuenta de que un fotógrafo agredido se burló de la parcialidad del Chacarero y ya no hubo vuelta atrás: la Policía reprimió con balas de goma y los jugadores del plantel intentaron calmar los ánimos de los efectivos, aunque sin suerte. Y Azcurra, uno de los que intercedieron en el tumulto, recibió un disparo de bala de goma que -a tan corta distancia- le provocó heridas gravísimas: le perforó un pulmón, le causó problemas hepáticos, fracturas costales y desgarro en el diafragma. En medio de la desesperación y el caos reinante, el defensor fue llevado de urgencia al hospital Lagomaggiore, donde fue operado y le salvaron la vida. Sin embargo, sus sueños de futbolista perecieron allí.

“Luego de recuperarme, en 2011 pude volver a jugar en Deportivo Maipú, en el Federal B. Lo hice porque quería que mi carrera terminara adentro de una cancha, quería ser yo quien le pusiera el punto final. Ya no esperaba ganar dinero ni nada: yo sólo quería jugar al fútbol. Y lo pude hacer”, explica Carlos en la charla con Olé, con la seguridad de un hombre ya curtido por los avatares que soportó en sus 43 años y desde la tranquilidad de su Las Heras natal, su lugar en el mundo, de donde jamás se fue y donde formó su nueva vida. Está en pareja con Eliana, tiene una hija de 9 años llamada Pilar, hace cinco años que trabaja en la Dirección de Deportes del lugar, preside el club barrial San Pablo, les da clases de fútbol a unos 80 chicos y además integra el equipo Senior.

-Pese a todo, tu vínculo con el fútbol jamás se cortó. ¿Cómo vivís esto de enseñarles a los más chicos?

-Para mí es algo hermoso. Yo me recibí de entrenador en el 2009 y siempre me gustó transmitir lo que yo viví en el fútbol. Sobre todo, me gusta trabajar con los chicos porque quiero inculcarles los valores que uno tuvo. Porque uno llegó a ser futbolista profesional gracias al sacrificio, a mucho entrenamiento, a ser profesional a la hora de entrenarse y cuidarse. Me pasa que me encuentro con chicos que van de los 12 a 15 años a los que se les mezclan el fútbol y las ganas de salir, un montón de cosas que les generan dudas. Entonces uno intenta transmitirles las vivencias y también recordarles la importancia que tiene el estudio para los jóvenes.

-¿Y ellos saben de tu historia?

-Sí. Me preguntan, “profe, ¿usted jugaba en Primera?”. Me comentan que ven videos míos en YouTube y que los padres les muestran notas de diarios en las que aparezco. Me causa gracia la forma en la que me lo preguntan, me hacen reír. Es tan lindo trabajar con los chicos... Siempre les digo que tienen que entrenarse con todo porque hay muchos jugadores, y quizás uno puede hacer la diferencia por estar bien preparado, cuidándose y haciendo bien las cosas en su casa... Les trato de enseñar cosas para que estén preparados en todo sentido.

-Vos hiciste todo bien, te preparaste, has sido profesional, y sin embargo...

-Es verdad. Realmente estaba en la mejor etapa de mi carrera. Yo ya tenía bastante recorrido en el fútbol, porque había jugado el Nacional B con Independiente de Mendoza, Estudiantes de Buenos Aires, Tigre... Había hecho un gran año con San Martín y hasta me querían de equipos de afuera también. Y pasó lo que pasó...

-¿Hay día que no se te cruce esa situación por la cabeza?

-Hoy ya no tanto, pero en su momento me pregunté miles de veces por qué a mí, y uno no encuentra la respuesta.

-Esa fecha imagino que quedó marcada para vos...

-Sin dudas, y no es que lo recuerde sólo una vez al año... Pero sí, cada vez que llega el 11 de septiembre es inevitable recordarlo. A veces se me vienen cosas a la cabeza y no es que sea por tristeza, ¿eh? Simplemente uno se acuerda de lo que pasó porque va a tener que llevar esas imágenes para siempre...

-¿Tuviste alguna ayuda psicológica en su momento?

-No, pero yo creo que hubiese sido bueno haberme tratado... Tuve amigos que me decían que consultara a psicólogos, pero yo en ese momento no quería. Todo lo que pasó lo pude llevar bastante bien, acompañado por mi familia y mi representante Miguel Molina, aunque viéndolo hoy creo que hubiese sido mucho mejor haber consultado con algún profesional.

-¿Qué te hace pensar eso?

-Por ahí me hubiese ayudado a pensar de otra manera. Tuve que asimilar un montón de cosas difíciles y decidí sobrellevarlo solo. Pero bueno, son cosas que pasaron y no me nació hacerlo en ese momento. Pero creo que hubiese sido lo mejor.

-Eso que decís puede ser un buen consejo para transmitírselo a los chicos...

-Totalmente. Los chicos tienen que saber que hay gente para ayudarlos cuando lo necesiten. Mirá, yo les agradezco siempre a los padres que nos confíen a sus hijos para realizar nuestro trabajo. Es algo que me llena el corazón.

-Hablando de recuerdos, también hubo un juicio contra el policía (NdeR.: el cabo Marcial Maldonado) que te disparó y tuvo una condena...

-Sí, pero igual yo no quería saber nada con el juicio penal.

-¿Por qué?

-El tema penal no me interesaba porque había que condenar a una persona. Eso no me interesaba: a mí me interesaba lo civil para poder seguir con mi vida normal.

-¿Y pudiste tener un cara a cara con el policía?

-Me lo crucé cuando terminó el juicio. Yo estaba en la sala, había muchos policías y gente esperando, y no tenía ganas de salir, me sentía mal. Entonces me quedé, pero el policía se retiró y a la pasada me dijo “perdoname, Azcurra”. Qué se yo, fue eso...

-¿Y te alcanzó esa disculpa?

-Sí, totalmente. Sólo él sabe si se le escapó o no el tiro, así que uno nunca lo va a saber... Pero andar viviendo con rencor, para mí no tiene sentido.

-¿No te hubiese gustado preguntarle por qué hizo lo que hizo?

-No sentí esa necesidad. Lo que yo me preguntaba todo el tiempo no era por qué el policía me disparó, sino por qué me tocó estar ahí, en ese lugar...


"Fue una cirugía compleja"

Aquel domingo, junto a mi marido (el doctor Mauricio Alastra) estábamos de guardia en el hospital Lagomaggiore y fuimos nosotros quienes recibimos a la ambulancia que traía al futbolista. Nos encontramos con que el hombre estaba descompensado hemodinámicamente, había perdido mucha sangre y por eso decidimos llevarlo directamente al quirófano. Fue una cirugía compleja y que duró casi cinco horas, porque su estado era grave: tenía un orificio en el tórax tan grande que cabía una mano... Tenía un orificio de entrada que a su vez le había dañado el abdomen y la zona hepática. Su cuadro era delicado, pero hubo una serie de factores que ayudaron para que pudiera sobreponerse. Por suerte, el hospital está muy cerca del estadio y además, al ser joven y deportista, presentaba un buen estado general, lo que le permitió superar semejante episodio. Si le hubiese sucedido a otra persona, con menos cuidados de salud, el desenlace hubiese sido diferente.

HUBO JUICIO CONTRA EL POLICÍA QUE LE DISPARÓ​

​En 2009 se llevó a cabo el juicio penal por el caso Azcurra y a mediados de 2010, casi cinco años después del violento episodio, la Sala Segunda de la Suprema Corte de Justicia de la provincia de Mendoza ratificó la pena impuesta: tres años de prisión en suspenso y dos de inhabilitación para ejercer cargos públicos para el policía Marcial Maldonado, autor del disparo de bala de goma.

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