Messi y Barsa, los reyes desnudos

Leo y el Barcelona sufrieron la caída más humillante de sus historias: 8-2 ante un Bayern Munich genial. De dominio del mundo a un papelón gigante.

Olé
Hay chicos que no saben que ese equipo que ayer miraba cómo los de blanco le tocaban la pelota y lo bailaban, hacía lo mismo hace no tanto tiempo. Hay muchos que no saben qué fue aquello del “chamuyo alemán”, pero vaya paradoja del destino, siempre, pero siempre esa frase vuelve a hacerse presente... Hay muchos que saben que Messi es el mejor del mundo, pero nunca lo vieron así dentro de un campo, ni con la Selección ni con el Barcelona. Hace rato que el Barsa no es el Rey de nuestro fútbol, que entregó la corona, pero es extraño ver así, desnudo y sin ropas, al que fue el amo mundial, al equipo que tiene a uno de los tres futbolistas top de la historia.


Quizás encontremos similitudes entre lo que le sucede al Barcelona y lo que está sufriendo el planeta en este 2020. Todos sabíamos que el mundo se estaba deteriorando y todos veíamos que el Barsa se caía a pique. Pero como noqueó el coronavirus a la humanidad, lo hizo el Bayern con Messi y sus compañeros. Una piña detrás de la otra. Le acertó ocho, le pudo haber hecho 10 ó 12 goles. Fue una paliza en números, en dinámica, en juego, en propuesta, en todo. Hasta poner al Barsa de rodillas, en ridículo, y ni siquiera pidió piedad.


La imagen de Messi, sentado en el vestuario en el entretiempo, con el 1-4 que era imposible de levantar, mirando el piso, no encontrando explicaciones en ninguna baldosa, lo dice todo. Todo lo que Leo vino presagiando de que este Barcelona no estaba para ganar la Champions, que había que cambiar mucho para poder competir con los otros poderosos de Europa, se hizo carne en 90 minutos. La Orejona viene arruinando al Barsa desde que la ganó en 2015 porque es un club que no se supo reinventar, ni aprovechar el huracán a favor que es tener a Messi. Desde que dio la vuelta olímpica en Berlín que viene haciendo papelones, como ante Roma y Liverpool, pero nunca algo como ayer.

El fin del mundo llegó para Barcelona. Ya nada será igual. Un partido, como el 7-1 de Alemania (sí, siempre están presentes) a Brasil, que recordarás qué estabas haciendo, que lo viste en familia (claro, si estabas en casa), que tuvo récord de audiencia por el coronavirus y que terminó con la estadía de muchos en el club culé. Desde el pobre de Setien, pero seguramente acabará con la salida de “las vacas sagradas”, como llaman en la Ciudad Condal a los top (que ya no son tan top) de la era Guardiola, como Busquets y Piqué, y también marcará el destino de Semedo, Lenglet y varios más.

Ahí está Messi, en su laberinto. Triste, solitario y final. En el primer tiempo, intentó, corrió y se esforzó para tratar de robar alguna pelota. Pero la imagen en su retina era siempre la misma: el tiki-taka que tanto disfrutó con Pep, ahora lo padecía y, encima, a una velocidad imposible. Bayern fue el fútbol total. En la segunda parte, la imagen de Messi se desdibujó, pasó a blanco y negro. Y se fue del partido, como alguien que no quiere estar más en el lugar que está.

El Barcelona sufrió la derrota más humillante de su historia y Messi terminó la temporada sin ganar ningún titulo, algo que no le ocurría desde la campaña 2007-2008, cuando Rijkaard quedó afuera del banco y llegó Guardiola, el hombre que armó la revolución, el mejor equipo de la historia, aunque este Bayern parece hacerle sombra. Leo deberá respirar profundo y pensar qué será de su futuro. El club sabe que esto marcará un punto de inflexión, que ya nada será igual, aunque habrá que amanecer y empezar a transitar el día después de mañana.

Messi ya tiene 33 junios encima. Lo mejor de su carrera lo ha dado y vaya si el club le ha sacado provecho: Leo consiguió ¡cuatro de las cinco Champions! de la historia culé, que hasta la llegada de la Pulga sólo tenía una Orejona, en Londres 1992. Messi (y la generación Pep) pusieron al Barcelona en lo más alto del planeta y ahora apareció un virus. Puede encontrarse la vacuna para que todo vuelva a la normalidad, pero para eso hay que estar sano. Y el Barsa no lo está.

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