Messi compra billete a Lisboa
Un Barça más práctico que vistoso saca adelante su eliminatoria ante el Nápoles, al que derrotó por 3-1. El viernes, en cuartos de final, ante el Bayern.
Santi Giménez
As
El Barça compró una vida extra y estará en Lisboa, donde el próximo viernes 14 se jugará el pase a las semifinales de la Champions en el Estadio da Luz frente al Bayern de Múnich. El equipo blaugrana fue más práctico que vistoso y supo sufrir para derrotar a un Nápoles que lo puso más complicado de lo que refleja el 3-1 final de un partido en el que los jugadores blaugrana dieron la impresión de que se les hacía inacabable el duelo.
El Barcelona funcionó mientras Messi estuvo en el partido. Especialmente en una primera parte frenética que acabó tocado por una patada de Koulibaly que mediatizó su rendimiento en la segunda mitad. Una segunda parte que el equipo blaugrana sacó adelante porque supo sufrir, renunciar a su estilo, ir a lo práctico y conseguir lo que buscaba, que no era otra cosa que un billete a Portugal que permita maquillar una triste temporada. Aunque fuera a costa de acabar con un único delantero en el campo.
Que en la Champions todo es posible, y en este nuevo formato de anormalidad sobrevenida más, quedó claro en una primera parte en la que pasó de todo. Una puesta en escena lamentable del Barcelona, un disparo al palo del Nápoles, un gol de córner del Barça, el retorno de Messi, un gol descomunal anulado por el VAR por un supuesto roce de Leo al balón con el brazo, un penalti como una casa de Koulibaly al argentino que el colegiado pitó después de pensárselo mucho y otro de Rakitic a Mertens que no ofreció duda alguna al turco. Esos primeros 56 minutos con público en el Camp Nou hubieran sido memorables. Con el estado vacío no pasaron de entretenidos.
La salida del Barcelona al campo dio pábulo a los pensamientos del culé más pesimista. El equipo no se encontraba en el campo, andaba apático y sorprendido ante la ambición de un Nápoles que se sintió cómodo desde del inicio. Mertens dio el primer aviso al minuto y medio de juego enviando un balón al poste tras un fallo de Piqué. Le dio mordida y el Barça se salvó de un buen susto.
Pero el partido vivió su primer giro de guion a los diez minutos. Cuando peor lo estaba pasando el Barça, Lenglet se elevó por encima de Demme y despejó el camino a un Barça que comenzó a carburar.
Messi marcó el segundo en una jugada maradoniana en la que mantuvo el centro de gravedad bajo para irse de los defensas dentro del área levantándose incluso del suelo tras caer en el área para poner el balón lejos de Ospina. Un gol que servía perfectamente como metáfora de lo que se espera del Barça en este tramo final de temporada: luchar, caerse, levantarse y marcar como sea. El partido y la eliminatoria parecieron cerrarse con un nuevo gol de Messi, esta vez una obra de arte tras controlar con el pecho un centro delicioso de De Jong. Pero el VAR ha llegado para cuestionarlo todo y a pesar de que ni un napolitano protestó la ejecución del tanto, la tecnología decretó que Messi, tras su control, rozó el balón con la mano. Un triunfo más de la mecánica frente a la lírica. Gol anulado y vida extra para el Nápoles.
Podía el Barça acusar el golpe de ver cómo ese 3-0 se caía del marcador, pero Messi estaba en modo Champions y tras robarle la cartera a Koulibaly, el central senegalés le arreó un patadón tremendo que Çakir sólo se creyó cuando en plan Santo Tomás lo pudo ver en el VAR con todo lujo de detalles.
No obstante, el Nápoles aún disfrutó de una nueva oportunidad para reengancharse al partido cuando ya en el descuento, Rakitic hizo caer a Mertens en el área barcelonista. El penalti lo transformó Insigne poniendo al Nápoles a un gol de meterle miedo en el cuerpo al equipo blaugrana.
Aferrado a esa nueva esperanza, el equipo italiano salió dispuesto a quemar sus naves en busca de ese gol que les metiera en el partido. Adelantaron su presión a los de Gattuso creando muchos problemas a los blaugrana en el inicio de la jugada. La segunda parte empezaba como un calco del partido, con los italianos instalados cerca del área de Ter Stegen.
Sufriendo y tratando de defenderse con el balón, el Barça capeó el temporal y Gattuso decidió jugárselo el todo por el todo a veinte minutos para el final dando entrada a Politano y a Irving Lozano. En el banquillo del Barça, Setién seguía sin mover el banquillo apurando las prestaciones de los titulares, a los que a alguno ya se le empezaba a ver las costuras físicas, pero en el banco tampoco había demasiado donde elegir. Y mientras, Setién se lo seguía pensando, Gattuso agotaba los cinco cambios dando entrada a Elmas y Milik, que nada más salir marcó el 3-2, pero en fuera de juego, por lo que fue anulado. El suspiro de tranquilidad de los blaugrana se escuchó en toda la ciudad.
A falta de siete minutos para el final del partido, Monchu debutó en la Champions entrando por Griezmann para tratar de asentar el centro del campo y evitar sustos para confirmar un 4-4-2 como una casa, con el que el Barça se pertrechó en defensa achicando balones. Pero lo importante estaba hecho. Ahora espera el Bayern. Ahí el sufrimiento estará más que garantizado.
Santi Giménez
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El Barça compró una vida extra y estará en Lisboa, donde el próximo viernes 14 se jugará el pase a las semifinales de la Champions en el Estadio da Luz frente al Bayern de Múnich. El equipo blaugrana fue más práctico que vistoso y supo sufrir para derrotar a un Nápoles que lo puso más complicado de lo que refleja el 3-1 final de un partido en el que los jugadores blaugrana dieron la impresión de que se les hacía inacabable el duelo.
El Barcelona funcionó mientras Messi estuvo en el partido. Especialmente en una primera parte frenética que acabó tocado por una patada de Koulibaly que mediatizó su rendimiento en la segunda mitad. Una segunda parte que el equipo blaugrana sacó adelante porque supo sufrir, renunciar a su estilo, ir a lo práctico y conseguir lo que buscaba, que no era otra cosa que un billete a Portugal que permita maquillar una triste temporada. Aunque fuera a costa de acabar con un único delantero en el campo.
Que en la Champions todo es posible, y en este nuevo formato de anormalidad sobrevenida más, quedó claro en una primera parte en la que pasó de todo. Una puesta en escena lamentable del Barcelona, un disparo al palo del Nápoles, un gol de córner del Barça, el retorno de Messi, un gol descomunal anulado por el VAR por un supuesto roce de Leo al balón con el brazo, un penalti como una casa de Koulibaly al argentino que el colegiado pitó después de pensárselo mucho y otro de Rakitic a Mertens que no ofreció duda alguna al turco. Esos primeros 56 minutos con público en el Camp Nou hubieran sido memorables. Con el estado vacío no pasaron de entretenidos.
La salida del Barcelona al campo dio pábulo a los pensamientos del culé más pesimista. El equipo no se encontraba en el campo, andaba apático y sorprendido ante la ambición de un Nápoles que se sintió cómodo desde del inicio. Mertens dio el primer aviso al minuto y medio de juego enviando un balón al poste tras un fallo de Piqué. Le dio mordida y el Barça se salvó de un buen susto.
Pero el partido vivió su primer giro de guion a los diez minutos. Cuando peor lo estaba pasando el Barça, Lenglet se elevó por encima de Demme y despejó el camino a un Barça que comenzó a carburar.
Messi marcó el segundo en una jugada maradoniana en la que mantuvo el centro de gravedad bajo para irse de los defensas dentro del área levantándose incluso del suelo tras caer en el área para poner el balón lejos de Ospina. Un gol que servía perfectamente como metáfora de lo que se espera del Barça en este tramo final de temporada: luchar, caerse, levantarse y marcar como sea. El partido y la eliminatoria parecieron cerrarse con un nuevo gol de Messi, esta vez una obra de arte tras controlar con el pecho un centro delicioso de De Jong. Pero el VAR ha llegado para cuestionarlo todo y a pesar de que ni un napolitano protestó la ejecución del tanto, la tecnología decretó que Messi, tras su control, rozó el balón con la mano. Un triunfo más de la mecánica frente a la lírica. Gol anulado y vida extra para el Nápoles.
Podía el Barça acusar el golpe de ver cómo ese 3-0 se caía del marcador, pero Messi estaba en modo Champions y tras robarle la cartera a Koulibaly, el central senegalés le arreó un patadón tremendo que Çakir sólo se creyó cuando en plan Santo Tomás lo pudo ver en el VAR con todo lujo de detalles.
No obstante, el Nápoles aún disfrutó de una nueva oportunidad para reengancharse al partido cuando ya en el descuento, Rakitic hizo caer a Mertens en el área barcelonista. El penalti lo transformó Insigne poniendo al Nápoles a un gol de meterle miedo en el cuerpo al equipo blaugrana.
Aferrado a esa nueva esperanza, el equipo italiano salió dispuesto a quemar sus naves en busca de ese gol que les metiera en el partido. Adelantaron su presión a los de Gattuso creando muchos problemas a los blaugrana en el inicio de la jugada. La segunda parte empezaba como un calco del partido, con los italianos instalados cerca del área de Ter Stegen.
Sufriendo y tratando de defenderse con el balón, el Barça capeó el temporal y Gattuso decidió jugárselo el todo por el todo a veinte minutos para el final dando entrada a Politano y a Irving Lozano. En el banquillo del Barça, Setién seguía sin mover el banquillo apurando las prestaciones de los titulares, a los que a alguno ya se le empezaba a ver las costuras físicas, pero en el banco tampoco había demasiado donde elegir. Y mientras, Setién se lo seguía pensando, Gattuso agotaba los cinco cambios dando entrada a Elmas y Milik, que nada más salir marcó el 3-2, pero en fuera de juego, por lo que fue anulado. El suspiro de tranquilidad de los blaugrana se escuchó en toda la ciudad.
A falta de siete minutos para el final del partido, Monchu debutó en la Champions entrando por Griezmann para tratar de asentar el centro del campo y evitar sustos para confirmar un 4-4-2 como una casa, con el que el Barça se pertrechó en defensa achicando balones. Pero lo importante estaba hecho. Ahora espera el Bayern. Ahí el sufrimiento estará más que garantizado.