El día que Passarella estuvo a un paso de ser DT de Boca
Aunque pocos lo sepan, Passarella se probó el buzo en 1998 y hasta pidió a Orteguita como refuerzo. El paso a paso de una negociación que pudo haber cambiado la historia del Xeneize. Y sobre todo la de River...
Olé
Habían pasado muchos años desde que el pequeño Daniel se había probado en las Inferiores de Boca y, ante el rechazo del club de sus amores, se había cruzado de vereda para ser ídolo y campeón. En 1998 tenía ya 45 años y un nombre ganado en la historia del fútbol argentino. Único campeón del mundo en 1978 y 1986, había dado diez vueltas olímpicas con River (siete como jugador y tres como DT) y eso lo había llevado a ser un ídolo de la hinchada. Pero Daniel Alberto Passarella iba por más. Y en abril de ese mismo año estuvo a nada de afrontar el desafío deportivo más importante de su carrera como entrenador. ¿Dirigir el Mundial de Francia? No, ponerse el buzo azul y oro.
El primer contacto entre Passarella y Mauricio Macri -presidente del club por ese entonces- se produjo la noche del 20 de abril de 1998, unas horas después de que Diego Latorre resumiera en pocas palabras la feroz interna que se vivía en el plantel: el vestuario de Boca parecía “un cabaret”. Cansado de los roces y de la floja campaña que venía haciendo el equipo (cuatro triunfos, cuatro empates, cuatro caídas), Macri llamó a Daniel Alberto para ofrecerle la dirección técnica una vez finalizado el Mundial, dado que a Veira le quedaba poca vida en el club.
Conmebol advirtió que no puede "estirar" más la fecha de reinicio la Copa Libertadores
Passarella nunca había renegado de su pasado como hincha del club. “Yo era hincha de Boca, tenía 13 ó 14 años y hablaba con mi abuela, que era la única de River en toda la familia. Le decía: ‘Abuela, cuando sea grande y juegue en Boca, las veo a las Gallinas ésas y las mato”, había recordado en más de una entrevista. En 1970, de hecho, había vivido dos meses y medio en La Candela. Y había andado tan bien que el Nano Gandulla, histórico cazatalentos de Boca, le había pedido que dejara su trabajo en una tienda de Chacabuco para dedicarse pura y exclusivamente al fútbol. En Boca llegó a compartir plantel con Mouzo y el Loco Sánchez. Pero un tal Campos, el técnico de la categoría 53, no le vio condiciones y lo mandó de vuelta.
En 1988, cuando pegó la vuelta de Italia para retirarse en el Millo, Passarella tuvo otro acercamiento con Boca. Pastoriza le ofreció sumarse y el Kaiser respondió que ya tenía todo arreglado con River, pero que todavía no había firmado nada y que cualquier cosa podía pasar. Diez años después, los caminos del Xeneize y DAP volverían a cruzarse pero esta vez a la vista de todos.
Passarella ya había anunciado en 1997 que dejaría la Selección después del Mundial. Ese día le preguntaron si Boca era una posibilidad y no dudó: “Yo no excluyo a ningún equipo, ni a Boca ni a ninguno”. Ya para abril del 98, con el Bambi en la cuerda floja, los dirigentes salieron decididamente a buscarle reemplazante. De entrada había dos candidatos: Passarella, el preferido de Mauricio, y Carlos Bianchi, campeón de todo con Vélez pero que llevaba un año sin dirigir tras una mala campaña en la Roma y un tiempo como comentarista de TV.
El problema con el Virrey era que esperaba un llamado de Julio Grondona para tomar las riendas de la Selección y no quería negociar con ningún equipo hasta tanto se resolviera ese asunto. A Macri no le gustó nada que Boca fuera su plan B y armó su propia lista de DT: el Kaiser como primera opción y detrás de él Brindisi (había estado cerca antes de Veira), Bielsa (si no continuaba en el Fortín), Tabárez, Pernía y Márcico.
Al presidente, en cambio, le había gustado mucho una respuesta de Passarella en una nota radial con Fernando Niembro, en la que le consultaron si era “más fuerte” el deseo de dirigir a Boca o al Parma, el otro equipo que lo tenía apuntado, y el Kaiser no titubeó: “No me siento capacitado para dirigir equipos chicos. Lo mío es dirigir equipos que peleen títulos”.
Passarella, a Macri, le cerraba por varios motivos. Tenía experiencia en el manejo de figuras ya consagradas, estaba acostumbrado a convivir con la presión de River y la Selección y no tenía compromisos posteriores al Mundial. Además, su presencia al frente del plantel provocaría un corte definitivo en la relación Maradona-Boca, una verdadera piedra en el zapato del presidente. Pero había a la vez algunas cuestiones que lo hacían dudar. En primer lugar, la reacción de la gente en caso de contratar a un técnico tan identificado con el rival de toda la vida. Si le iba mal, el costo político sería muy grande y mucho más en un año electoral. Además, Passarella era un DT un tanto caro para el momento del club y no permitía que los dirigentes interfirieran en sus decisiones. Y Macri era un presidente que solía charlar mucho con los entrenadores y hasta se animaba a sugerir algunos cambios.
Passarella ya tenía armado su cuerpo técnico: sin el Tolo Gallego ni Alejandro Sabella, sus asistentes del Mundial, tenía apalabrado al Profe Ricardo Pizzarotti y al Pipa Higuaín, el papá de Gonzalo, otro ex River -y Boca- al que primero limpió del plantel del Millo y luego se llevó con él a la Selección como espía. Como tarde, Macri quería sí o sí tener definido al nuevo entrenador tres semanas antes del inicio de la temporada. Es decir, diez días después de la finalización del Mundial.
Veira dejó Boca tras perder 4-1 contra Ferro en Caballito y en su lugar asumió como interino Carlos María García Cambón, que debutó con derrota 3-2 como local ante Deportivo Español. La tarde anterior a esa caída, Macri había llevado a un mentalista a la práctica para intentar levantarle el ánimo al plantel y que Boca empezara a ganar. No resultó. Fue el primer partido en casa en medio de la negociación con Passarella. En la previa del partido, Olé realizó una encuesta con los hinchas y hubo una tendencia bien marcada: el 44% bancaba al Kaiser y el 56%, a Bianchi. En la cancha el rechazo a Passarella era más notorio aún. Una bandera en la preferencial sentaba posición: “¿Qué Bianchi ni Passarella? Maradona”. Para colmo, el DT no quería a Caniggia en la Selección y ese partido el Pájaro metió el 1-3. Macri igual sacó pecho por su elección y aprovechó a marcarle la cancha a Bianchi: “Hay algunos que se mueren por venir a Boca. Otros, nunca acusan recibo”.
En medio de todo eso, el Diego también se postuló: “Passarella sigue siendo gallina, viejo. No me puedo olvidar las cosas que nos hizo en Boca cuando jugaba en River. Bianchi, en una época, hizo sapo y tuvo que poner escuelitas de fútbol, que se las inauguré yo, para ganar una moneda. Bielsa parece ser bueno, pero los jugadores de Newell’s, cuando yo estuve, me hablaron muy mal de él. ¿Tabárez? No lo veo para este momento. ¿Brindisi? Menos”.
Como era de esperarse, el coqueteo entre Passarella y el Xeneize tampoco cayó bien en Núñez, donde hasta Ramón Díaz salió a cruzarlo. “Cada uno hace lo que quiere, pero yo no me sentaría ni a tomar un café con la gente de Boca. Angelito (Labruna) no me lo perdonaría”, tiró el Pelado. A la semana siguiente, en un partido con Gimnasia de Jujuy, el Monumental habló: “Passarella botón, vos sos hincha de Boca, la puta madre que te parió”. Clarito.
Para MM, Passarella seguía siendo el candidato Nº1, pero temía que no fuera el momento indicado para contratarlo. Entonces, aprovechó un viaje de estudios de su hija Agustina por Madrid para entrevistarse con personajes del fútbol. Tenía en mente hablar con Valdano y con Cúper, otro DT que le atraía, pero al final almorzó con Alfredo Di Stéfano y, sin que nadie lo supiera, se juntó con Bianchi, que también estaba de paso por Europa. Con el Virrey pegó buena onda, pero de entrada le dejó claro que la reunión era 100% sin el compromiso de ninguna de las dos partes. Mientras tanto, en Buenos Aires seguían surgiendo candidatos como el Profe Córdoba y Hugo Orlando Gatti.
Con Macri en Madrid, el vice, Pedro Pompilio, y el tesorero, Orlando Salvestrini, visitaron a Passarella en su casa de San Isidro para comunicarle que formaba parte de una terna de posibles reemplazantes de Veira junto a Bianchi y Brindisi, y empezar a charlar de números. El Kaiser dijo a todo que sí, pero no le hizo mucha gracia que la dirigencia siguiera hablando con otros técnicos cuando él había mostrado total predisposición Millo para dirigir a Boca.
Pero Passarella estaba ilusionado. Y ya pensaba en refuerzos de jerarquía para pelear en todos los frentes. Había dos que quería sí o sí: Roberto Ayala para comandar la defensa y ¡el Burrito Ortega! para que hiciera dupla de ataque con Palermo. Boca, de hecho, inició gestiones por los dos, sin suerte: Napoli pidió 10 palos por el Ratón y Valencia declaró intransferible al jujeño, que además cobraba 1.800.000 dólares por año.
Daniel, además, tenía en mente otros retoques. Latorre, la Tota Fabbri y el Ñol Solano no serían tenidos en cuenta; de Córdoba y Abbondanzieri no lo convencía ninguno de los dos, aunque veía mejor al Pato. Pidió que regresaran de los préstamos un 4 y un 3 que pertenecían a Boca y llevaría al Mundial: Pineda y Vivas. Y en su equipo no faltarían Samuel, Arruabarrena, Riquelme, Cagna y Pelusa Cardoso. Ah, si Caniggia no seguía se arreglaba con Guillermo. Y soñaba con Zamorano, Sensini, Almeyda y Chilavert, al que solicitó expresamente.
Muchos dirigentes consideraban a Passarella el DT ideal para imponer mano dura en el plantel, ya que en River había mostrado autoridad para colgar a jugadores de nombre como el Loco Enrique, Comizzo, Serrizuela e Higuaín. Pero el problema seguían siendo los hinchas, que al partido siguiente en el Templo, un 3-1 contra Gimnasia colgaron otro trapo: “Falta Ramón Díaz y Alonso y estamos todos”.
Macri volvió de Europa y armó dos reuniones. Primero se juntó con Passarella y le confesó sus temores. “Para mí sos el mejor, pero si perdés tres partidos nos prenden fuego la cancha”, le explicó. Passarella lo interrumpió: “Vos quedate tranquilo que a Boca te lo saco campeón”. El otro cónclave fue con Bianchi y la mesa chica de la CD en una casa que el presidente alquilaba en Barrio Parque. ¿La entrada? Fiambre. ¿Plato principal? Fideos con manteca o aceite, a elección de cada comensal. El Virrey compró a todos con su idea y ya no hubo vuelta atrás.
Marcelo Open, el abogado de Passarella, algo se veía venir y disparó en una nota con Olé: “A Daniel no lo pueden meter en una terna, deberían tenerle más consideración”. Y tras un amistoso de la Selección ante Chile, previo al Mundial, el propio DAP dio por finalizadas las charlas con el Xeneize.
La historia terminó con Bianchi campeón en Boca y el Kaiser parado hasta el 2000, cuando dirigió al combinado uruguayo. Más tarde volvería a River como técnico (2006-2007) y en 2011 se iría al descenso como máxima autoridad del club. Si hubiese firmado con Boca, ¿qué hubiera Passarella?
Olé
Habían pasado muchos años desde que el pequeño Daniel se había probado en las Inferiores de Boca y, ante el rechazo del club de sus amores, se había cruzado de vereda para ser ídolo y campeón. En 1998 tenía ya 45 años y un nombre ganado en la historia del fútbol argentino. Único campeón del mundo en 1978 y 1986, había dado diez vueltas olímpicas con River (siete como jugador y tres como DT) y eso lo había llevado a ser un ídolo de la hinchada. Pero Daniel Alberto Passarella iba por más. Y en abril de ese mismo año estuvo a nada de afrontar el desafío deportivo más importante de su carrera como entrenador. ¿Dirigir el Mundial de Francia? No, ponerse el buzo azul y oro.
El primer contacto entre Passarella y Mauricio Macri -presidente del club por ese entonces- se produjo la noche del 20 de abril de 1998, unas horas después de que Diego Latorre resumiera en pocas palabras la feroz interna que se vivía en el plantel: el vestuario de Boca parecía “un cabaret”. Cansado de los roces y de la floja campaña que venía haciendo el equipo (cuatro triunfos, cuatro empates, cuatro caídas), Macri llamó a Daniel Alberto para ofrecerle la dirección técnica una vez finalizado el Mundial, dado que a Veira le quedaba poca vida en el club.
Conmebol advirtió que no puede "estirar" más la fecha de reinicio la Copa Libertadores
Passarella nunca había renegado de su pasado como hincha del club. “Yo era hincha de Boca, tenía 13 ó 14 años y hablaba con mi abuela, que era la única de River en toda la familia. Le decía: ‘Abuela, cuando sea grande y juegue en Boca, las veo a las Gallinas ésas y las mato”, había recordado en más de una entrevista. En 1970, de hecho, había vivido dos meses y medio en La Candela. Y había andado tan bien que el Nano Gandulla, histórico cazatalentos de Boca, le había pedido que dejara su trabajo en una tienda de Chacabuco para dedicarse pura y exclusivamente al fútbol. En Boca llegó a compartir plantel con Mouzo y el Loco Sánchez. Pero un tal Campos, el técnico de la categoría 53, no le vio condiciones y lo mandó de vuelta.
En 1988, cuando pegó la vuelta de Italia para retirarse en el Millo, Passarella tuvo otro acercamiento con Boca. Pastoriza le ofreció sumarse y el Kaiser respondió que ya tenía todo arreglado con River, pero que todavía no había firmado nada y que cualquier cosa podía pasar. Diez años después, los caminos del Xeneize y DAP volverían a cruzarse pero esta vez a la vista de todos.
Passarella ya había anunciado en 1997 que dejaría la Selección después del Mundial. Ese día le preguntaron si Boca era una posibilidad y no dudó: “Yo no excluyo a ningún equipo, ni a Boca ni a ninguno”. Ya para abril del 98, con el Bambi en la cuerda floja, los dirigentes salieron decididamente a buscarle reemplazante. De entrada había dos candidatos: Passarella, el preferido de Mauricio, y Carlos Bianchi, campeón de todo con Vélez pero que llevaba un año sin dirigir tras una mala campaña en la Roma y un tiempo como comentarista de TV.
El problema con el Virrey era que esperaba un llamado de Julio Grondona para tomar las riendas de la Selección y no quería negociar con ningún equipo hasta tanto se resolviera ese asunto. A Macri no le gustó nada que Boca fuera su plan B y armó su propia lista de DT: el Kaiser como primera opción y detrás de él Brindisi (había estado cerca antes de Veira), Bielsa (si no continuaba en el Fortín), Tabárez, Pernía y Márcico.
Al presidente, en cambio, le había gustado mucho una respuesta de Passarella en una nota radial con Fernando Niembro, en la que le consultaron si era “más fuerte” el deseo de dirigir a Boca o al Parma, el otro equipo que lo tenía apuntado, y el Kaiser no titubeó: “No me siento capacitado para dirigir equipos chicos. Lo mío es dirigir equipos que peleen títulos”.
Passarella, a Macri, le cerraba por varios motivos. Tenía experiencia en el manejo de figuras ya consagradas, estaba acostumbrado a convivir con la presión de River y la Selección y no tenía compromisos posteriores al Mundial. Además, su presencia al frente del plantel provocaría un corte definitivo en la relación Maradona-Boca, una verdadera piedra en el zapato del presidente. Pero había a la vez algunas cuestiones que lo hacían dudar. En primer lugar, la reacción de la gente en caso de contratar a un técnico tan identificado con el rival de toda la vida. Si le iba mal, el costo político sería muy grande y mucho más en un año electoral. Además, Passarella era un DT un tanto caro para el momento del club y no permitía que los dirigentes interfirieran en sus decisiones. Y Macri era un presidente que solía charlar mucho con los entrenadores y hasta se animaba a sugerir algunos cambios.
Passarella ya tenía armado su cuerpo técnico: sin el Tolo Gallego ni Alejandro Sabella, sus asistentes del Mundial, tenía apalabrado al Profe Ricardo Pizzarotti y al Pipa Higuaín, el papá de Gonzalo, otro ex River -y Boca- al que primero limpió del plantel del Millo y luego se llevó con él a la Selección como espía. Como tarde, Macri quería sí o sí tener definido al nuevo entrenador tres semanas antes del inicio de la temporada. Es decir, diez días después de la finalización del Mundial.
Veira dejó Boca tras perder 4-1 contra Ferro en Caballito y en su lugar asumió como interino Carlos María García Cambón, que debutó con derrota 3-2 como local ante Deportivo Español. La tarde anterior a esa caída, Macri había llevado a un mentalista a la práctica para intentar levantarle el ánimo al plantel y que Boca empezara a ganar. No resultó. Fue el primer partido en casa en medio de la negociación con Passarella. En la previa del partido, Olé realizó una encuesta con los hinchas y hubo una tendencia bien marcada: el 44% bancaba al Kaiser y el 56%, a Bianchi. En la cancha el rechazo a Passarella era más notorio aún. Una bandera en la preferencial sentaba posición: “¿Qué Bianchi ni Passarella? Maradona”. Para colmo, el DT no quería a Caniggia en la Selección y ese partido el Pájaro metió el 1-3. Macri igual sacó pecho por su elección y aprovechó a marcarle la cancha a Bianchi: “Hay algunos que se mueren por venir a Boca. Otros, nunca acusan recibo”.
En medio de todo eso, el Diego también se postuló: “Passarella sigue siendo gallina, viejo. No me puedo olvidar las cosas que nos hizo en Boca cuando jugaba en River. Bianchi, en una época, hizo sapo y tuvo que poner escuelitas de fútbol, que se las inauguré yo, para ganar una moneda. Bielsa parece ser bueno, pero los jugadores de Newell’s, cuando yo estuve, me hablaron muy mal de él. ¿Tabárez? No lo veo para este momento. ¿Brindisi? Menos”.
Como era de esperarse, el coqueteo entre Passarella y el Xeneize tampoco cayó bien en Núñez, donde hasta Ramón Díaz salió a cruzarlo. “Cada uno hace lo que quiere, pero yo no me sentaría ni a tomar un café con la gente de Boca. Angelito (Labruna) no me lo perdonaría”, tiró el Pelado. A la semana siguiente, en un partido con Gimnasia de Jujuy, el Monumental habló: “Passarella botón, vos sos hincha de Boca, la puta madre que te parió”. Clarito.
Para MM, Passarella seguía siendo el candidato Nº1, pero temía que no fuera el momento indicado para contratarlo. Entonces, aprovechó un viaje de estudios de su hija Agustina por Madrid para entrevistarse con personajes del fútbol. Tenía en mente hablar con Valdano y con Cúper, otro DT que le atraía, pero al final almorzó con Alfredo Di Stéfano y, sin que nadie lo supiera, se juntó con Bianchi, que también estaba de paso por Europa. Con el Virrey pegó buena onda, pero de entrada le dejó claro que la reunión era 100% sin el compromiso de ninguna de las dos partes. Mientras tanto, en Buenos Aires seguían surgiendo candidatos como el Profe Córdoba y Hugo Orlando Gatti.
Con Macri en Madrid, el vice, Pedro Pompilio, y el tesorero, Orlando Salvestrini, visitaron a Passarella en su casa de San Isidro para comunicarle que formaba parte de una terna de posibles reemplazantes de Veira junto a Bianchi y Brindisi, y empezar a charlar de números. El Kaiser dijo a todo que sí, pero no le hizo mucha gracia que la dirigencia siguiera hablando con otros técnicos cuando él había mostrado total predisposición Millo para dirigir a Boca.
Pero Passarella estaba ilusionado. Y ya pensaba en refuerzos de jerarquía para pelear en todos los frentes. Había dos que quería sí o sí: Roberto Ayala para comandar la defensa y ¡el Burrito Ortega! para que hiciera dupla de ataque con Palermo. Boca, de hecho, inició gestiones por los dos, sin suerte: Napoli pidió 10 palos por el Ratón y Valencia declaró intransferible al jujeño, que además cobraba 1.800.000 dólares por año.
Daniel, además, tenía en mente otros retoques. Latorre, la Tota Fabbri y el Ñol Solano no serían tenidos en cuenta; de Córdoba y Abbondanzieri no lo convencía ninguno de los dos, aunque veía mejor al Pato. Pidió que regresaran de los préstamos un 4 y un 3 que pertenecían a Boca y llevaría al Mundial: Pineda y Vivas. Y en su equipo no faltarían Samuel, Arruabarrena, Riquelme, Cagna y Pelusa Cardoso. Ah, si Caniggia no seguía se arreglaba con Guillermo. Y soñaba con Zamorano, Sensini, Almeyda y Chilavert, al que solicitó expresamente.
Muchos dirigentes consideraban a Passarella el DT ideal para imponer mano dura en el plantel, ya que en River había mostrado autoridad para colgar a jugadores de nombre como el Loco Enrique, Comizzo, Serrizuela e Higuaín. Pero el problema seguían siendo los hinchas, que al partido siguiente en el Templo, un 3-1 contra Gimnasia colgaron otro trapo: “Falta Ramón Díaz y Alonso y estamos todos”.
Macri volvió de Europa y armó dos reuniones. Primero se juntó con Passarella y le confesó sus temores. “Para mí sos el mejor, pero si perdés tres partidos nos prenden fuego la cancha”, le explicó. Passarella lo interrumpió: “Vos quedate tranquilo que a Boca te lo saco campeón”. El otro cónclave fue con Bianchi y la mesa chica de la CD en una casa que el presidente alquilaba en Barrio Parque. ¿La entrada? Fiambre. ¿Plato principal? Fideos con manteca o aceite, a elección de cada comensal. El Virrey compró a todos con su idea y ya no hubo vuelta atrás.
Marcelo Open, el abogado de Passarella, algo se veía venir y disparó en una nota con Olé: “A Daniel no lo pueden meter en una terna, deberían tenerle más consideración”. Y tras un amistoso de la Selección ante Chile, previo al Mundial, el propio DAP dio por finalizadas las charlas con el Xeneize.
La historia terminó con Bianchi campeón en Boca y el Kaiser parado hasta el 2000, cuando dirigió al combinado uruguayo. Más tarde volvería a River como técnico (2006-2007) y en 2011 se iría al descenso como máxima autoridad del club. Si hubiese firmado con Boca, ¿qué hubiera Passarella?