El cambio de Gallardo que modificó la historia de River

El Muñeco respetó el estilo tradicional del club pero con un retoque fundamental: sacó a Pisculichi y juntó a Ponzio con Kranevitter para formar un mediocampo bien copero. Fue la primera reinvención de las tantas del Napoleón de Núñez.


Olé
“Yo no puedo desatender la historia y la cultura futbolística de River”. “El primer objetivo va a estar en el arco de frente, con un equipo que ataque defendiéndose bien, como corresponde”. Contrariamente a lo que sucede con la mayoría de los políticos, Marcelo Gallardo no sólo cumplió con lo que anunció el día que asumió como entrenador de River. Lo superó por escándalo. Porque respetó el tradicional estilo del club de una manera muy particular: generando un cambio de idiosincrasia y de carácter para competir. Nunca perdió su identidad genética del fútbol de galera y bastón made in Núñez, pero le agregó la pasión y el sacrificio del overol embarrado para enterrar el añejo karma de la Libertadores y transformar a River en un equipo copero por excelencia a partir del título de 2015 que hoy cumple su quinto aniversario.


El click se produjo en la semifinal contra Boca de la Copa Sudamericana 2014. En esa serie se empezó a formar el embrión del equipo más glorioso de la historia de River. Sobre todo, el 0-0 del partido de ida en la Bombonera. No con fútbol. Con espíritu. Porque ese equipo estuvo integrado por jugadores de buen pie como Sánchez, Rojas, Pisculichi y Teo Gutiérrez, pero los héroes fueron Ponzio, Mercado, Maidana, Funes Mori y Vangioni, además de Barovero. Esa noche Gallardo entendió que contaba con futbolistas valientes, inteligentes y ganadores. Con guerreros.

El cambio mental para encarar el desafío hacia la gloria máxima de América ya estaba en marcha. Sólido. El futbolístico, también consolidado. Pero debía acomodarse la incómoda Copa Libertadores. Y el Muñeco lo hizo con una apuesta que contrastaba con los manuales de estilo del club: sacó del equipo a Pisculichi y metió a Ponzio. Plantó un doble cinco áspero, combativo, y dejó al exquisito 10 zurdo en el banco. Y contra Boca en el Monumental.

La ingeniería táctica de Napoleón en la ida de octavos de la Libertadores 2015 fue utilizar a Ponzio como 5 adelantado, un perro de caza para asfixiar el juego interno del rombo Cubas-Pablo Pérez-Gago-Lodeiro. Mientras Kranevitter custodiaba el sector medio delante de la muralla defensiva (Mercado-Maidana-FM- Vangioni) con su enorme ubicación táctica y visión de juego para el primer pase. El músculo, los pulmones y la velocidad de Sánchez colaboraban con el León y amenazan a la defensa rival con sus imprevisibles diagonales, y la lucidez de Rojas se asociaba al Colo en la gestación. Este cambio fue el principal sello del primer campeón de América de Gallardo. Un mediocampo con más piernas fuertes que talentosas. Con una sociedad de volantes centrales que se repitió la noche del gas pimienta en la Bombonera y que permaneció hasta la final del Mundial de Clubes contra el Barcelona.

La dupla Kranevitter-Ponzio​ no cumplió solamente un rol defensivo determinante en La Boca, en Belo Horizonte (3-0 a Cruzeiro), en Paraguay (en la semi ante Guaraní) y en México (final vs. Tigres). También fue crucial en ataque sin pisar el área. Porque cada recuperación alta de Leo se transformaba en una jugada de gol y cada pase rápido e inteligente del Colo iniciaba un ataque peligroso. Además, el 23 le cubría la espalda a Sánchez, que con mayor libertad potenció sus naturales cualidades ofensivas y la rompió en el tramo final de la Copa.

Fue la primera reinvención importante de Gallardo, aunque no la única en esa Libertadores, ya que Ariel Rojas y Teo dejaron el equipo (por diferentes decisiones personales) en el receso de invierno y antes de las semifinales. Eran dos piezas fundamentales a suplir de inmediato y en plena etapa de definición del torneo. ¿Cómo se arregló el Muñeco? Recurrió una vez más a su intuición y se la jugó por un joven de escasa experiencia que acababa de llegar desde Colón sin mucha expectativa: Lucas Alario. Había perdido la calidad y el oficio del colombiano, pero con el Pipa le sumó movilidad y voracidad al ataque, además de un juego aéreo de primer nivel y un esfuerzo muy superior al del colombiano para colaborar en la marca. A las características del Chino, en tanto, las reemplazó con un combo de alternativas distintas: la jerarquía de Lucho González, la juventud de Driussi, la locura del Pity Martínez, algunos destellos de talento del uruguayo Tabaré Viudez o el extenso recorrido (con poco juego) de Nicolás Bertolo por esa banda.

Hace cinco años, el 5 de agosto de 2015, la etapa más gloriosa de la historia de River vivía uno de sus principales momentos. Por entonces, obviamente, nadie imaginaba que la próxima vuelta olímpica con la Libertadores en manos sería contra Boca y en Madrid.

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