Autopista hacia la gloria

El Sevilla gana con autoridad a la Roma y entra en zona campeón: siempre que pasó a cuartos de Europa League acabó llevándose el título.

José A. Espina
As
La legión de supersticiosos que pulula por Nervión, como por cualquier otro club del Mundo, crucificará a este cronista por asegurar que la victoria en Duisburgo ante la Roma convierte al Sevilla en favoritísimo absoluto y total para levantar en Colonia el día 21 su Sexta Europa League. Pero la tremenda imagen que dio el grupo de Lopetegui y el dato que viene a continuación me obligan a mojarme con el pronóstico: cada vez que ha pasado el Rubicón de los octavos de final en esta competición, el equipo de la casta y el coraje ha acabado ganando la Copa. Siento mucho el mal bajío.


11 días desde el último partido dan para muchas cosas o si no que se lo pregunten a Gudelj y a su coronavirus, a la jindama que ha vivido el Sevilla en pleno con que el serbio hubiera podido contagiar a varios de sus compañeros y el papelito que se habría visto en Alemania. Con Covid o sin él, Lopetegui despejó las incógnitas de la portería y el pivote en sentido inverso (no jugó Vaclik, al que se esperaba, y sí el tocado Fernando) e improvisó en el ataque con Suso y En Nesyri, poco titulares en este final de temporada. El técnico romano Paulo Fonseca no engañó a casi nadie: los 11 esperados y sin arriesgar hasta la segunda mitad a Pellegrini, que necesita una máscara para jugar.

Sonaba Let me entertain you (Déjame entretenerte) de Robbie Williams y a eso, a entretener, es a lo que se dedicó en la primera mitad un Sevilla fabuloso, que maniataba a su rival bajo la batuta de seda de Banega, vaya cómo se va a marchar el argentino del Sánchez Pizjuán, cómo le vamos a echar de menos. A los 10 minutos el equipo de Nervión había creado ya dos ocasiones claras de gol: un chut de Ocampos al que respondió el exbético Pau López y un cabezazo de Koundé al larguero. Mezclaba el Sevilla perfecto el toque en corto, el balón largo y la verticalidad de sus laterales y en una de esas apareció Reguilón para demostrar que quizá el Real Madrid se equivoque vendiéndole. El zurdo había terminado LaLiga con un golazo al Valencia y repitió en Duisburgo. Buscó el interior del área como un rayo y de una manera poco ortodoxa pero eficaz batió por bajo a Pau (1-0, 21') para plasmar en el marcador la superioridad sevillista.

35' minutos tardó la Roma en asomar con algo de peligro por el área de su rival, pero antes también había podido Navas estirar el resultado. Lo acabó logrando En Nesyri tras una espectacular galopada del casi imparable Ocampos (2-0, 44'). El delantero marroquí, una de las sorpresas de la alineación, insistió en buscar las espaldas de la defensa de tres romana con muchísima inteligencia para descargar varias veces de la presión a su equipo. Genialidad táctica de Lopetegui meter su velocidad y premio merecido el gol al partidazo del ariete.

Se estiró tímidamente la Roma, pero fue también inferior en la segunda mitad. Mkhitaryan lo intentó con orgullo, Dzeko se despegó un segundo del implacable (vaya partidazo del brasileño) Diego Carlos para hacer una buena media vuelta que salió alta y Carles Pérez, el barcelonista, dio algún mínimo sustito entre líneas. Pero quien mereció marcar más goles volvió a ser el Sevilla. Y de hecho marcó: a Koundé le sobraron las trenzas para que no se anulara un tanto suyo por fuera de juego. Banega culminó su nueva exhibición con un calco de su falta en San Mamés que esta vez se quedó en el larguero y el propio central francés, que quiere ganar algún día un Balón de Oro, casi hace el 3-0 en un cabezazo al que respondió Pau López en casi la única intervención decente del portero catalán. Sueñen, sevillistas: el Rey ya entra en su autopista hacia la gloria.

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