Un calvario lleva al paraíso

Un penalti transformado por Ramos a 12 minutos del final le da al Madrid cuatro puntos de ventaja sobre el Barça. Un Getafe admirable le hizo sufrir mucho.


Luis Nieto
As
Entre que el Getafe es rival cargado de espinas, que el humo del incendio en el Barça cegó sus ojos, que entendió tarde el partido y que Zidane no afinó con la alineación, el Madrid pasó un mal rato antes de acostarse en un colchón de puntos muy mullido. El pleito quedó resuelto cuando Olivera metió el pie y la pata en una internada de Carvajal y desde el punto de penalti no perdonó Ramos, que en sueños se ve pichichi.


Hay visitas al dentista más agradables que veladas con el Getafe, el blindado que Bordalás lleva muy cerca de la vanguardia de esta Liga, un equipo que necesita poco la pelota porque su plan es otro. Defiende lejos de su marco, aprieta arriba, roba en las barbas del portero rival, alarga la pierna, le sobran convicciones y tiene delanteros que aciertan con el ojo de la aguja. Una trampa que ha servido, hasta ahora, para todos menos para los grandes felinos del campeonato, equipos dotados de jugadores con pie superlativo.

Esta vez, en Valdebebas, Bordalás dio un paso atrás, metió un trivote (con Maksimovic de falso mediapunta) y entregó la suerte del partido a las bandas, con laterales doblados, aunque con el tiempo Nyom y Cucurella han ido estirando sus obligaciones, y mandó a Mata a la aventura. El delantero centro del Getafe es el segundo futbolista que más faltas comete de LaLiga. Hasta ahí lleva su colmillo el equipo de Bordalás.

Así recibió a un Madrid sin Hazard y con Vinicius, el correcaminos, un jugador al que, a menudo, le corren más las piernas que la cabeza, pero también una fuerza de la naturaleza con mejores soluciones que el belga en este momento. Porque Hazard ha recuperado la silueta pero sigue buscando el duende.

En la otra orilla del ataque quedó Isco, el primero que repite en una plaza con siete aspirantes en un pañuelo. Plaza que ha dejado escapar Bale, que vive confortablemente en la resignación, consolado por el buen clima y el golf. Se lo ha llevado la corriente. Sin embargo, hace tiempo que Isco no alborota en los últimos metros.

A los trece segundos Timor se llevó la primera tarjeta por una patada por detrás a Isco para dejarle claro al líder que aquello iba a ser Corea. La puesta en escena del Getafe fue impecable. Convirtió el partido en una ratonera para el Madrid y bordó uno de sus grandes recursos: no permitir correr al adversario. Difícilmente deja abierta la puerta de atrás.

El Madrid se vio en la trinchera, con dificultades incluso para superar el centro del campo, chapoteando ante un adversario multiplicado en cada palmo de campo, desactivados su centrocampistas, sus extremos y hasta Benzema, oculto en aquella marea azul.

Sólo dos veces el Madrid sorteó con claridad la emboscada antes del descanso, en un desmarque de Mendy cuyo centro lo tocó apuradamente con la punta de la bota derecha Vinicius y David Soria lo salvó en fotogénica estirada, y en la única contra que toleró el Getafe, con Ramos de asistente e Isco de rematador. Soria volvió a estar en su sitio y el Getafe reclamó un penalti anterior de Carvajal.
Extremos al rescate

Esas dos acciones le quitaron cierto vigor al Getafe, que siguió protegiéndose con la misma eficacia pero se alargó menos en sus incursiones. Aún así, el Madrid pareció incapaz de taladrar ese granito, empezando por Vinicius, que no sacó provecho ni de su desborde ni de su velocidad ante un lateral pegajoso y otro de guardia. El resto jugó a lo que quiso el Getafe, al que siempre le van bien los partidos sin acción. Cuanto menos pase, mejor para él. También penalizó al Madrid la marcha de Varane, al que mareó un pelotazo. La entrada de Militao sólo sirvió para explicar por qué el francés y Ramos son intocables. Y a esa ola de desconcierto se subió Mendy, con algunos controles de madera que pusieron en peligro a su equipo.

Intuyendo el pinchazo, Zidane intentó con la sacudida de un triple cambio: Valverde, Rodrygo y Asensio. Visto que no funcionaba el verso a verso, tocaba el golpe a golpe. Un intento por abrir el campo ante un rival hermético. Ahí se blanqueó el partido, con el Madrid atacando por los flancos y el Getafe blandeando por la paliza anterior. Rodrygo y Asensio fueron el chupinazo que necesitaba el Madrid para sacar aquel camión del barro, aunque el fin del calvario llegara en una internada del hiperactivo Carvajal, en cuyo recorte hacia dentro picó Olivera para derribar al lateral. El penalti, transformado con oficio por Ramos, sacó al Madrid de un apuro gigantesco y le disparó hacia el título. Su red, ahora, son dos empates. Será difícil que acabe en el suelo.

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