Russo y un viejo deseo: ¿era jugador para Boca?

Miguel contó que le hubiera gustado vestir la azul y oro y, aunque nunca estuvo cerca, sus características tenían el ADN del club. Historia de una carrera de una sola camiseta...

Olé
En 13 años de carrera, Miguel Russo nunca estuvo cerca de jugar en Boca. Pero hubiera sido un jugador para Boca. Tenía, Miguel, el sello de los cinco históricos xeneizes. Garra, temperamento, entrega y sacrificio, por un lado. Criterio para cortar y jugar, inteligencia táctica y espíritu ganador, por el otro. Sin embargo, está claro que esa cuenta pendiente la pagó como entrenador. Primero en el 2007, incluso con la Copa Libertadores de América como su máximo logro como DT. Y ahora, en el 2020, con la consagración en la Superliga. Pero así como el jugador nunca dejar de ser jugador, los deseos permanecen intactos cuando el recuerdo los despierta...


“Claro que me hubiese gustado jugar en Boca”, dijo Russo hoy, 32 años después de su retiro. Miguel, en efecto, forma parte de un podio muy particular, selecto, utópico para estos tiempos (compartido con Bochini en Independiente y Mostaza Merlo en River): fue jugador de una sola camiseta. Desde que debutó hasta que se retiró se puso sólo la de Estudiantes​. “En aquel momento no había tantas ventas”, aclaró sobre esa situación en la nota que le dio a nueva revista oficial del club, ahí donde confesó por primera vez que la azul y oro fue, en algún momento, parte de sus sueños de volante central, sobre todo después de ver que muchos compañeros dieron ese paso.

“Hay varios jugadores que pasaron de Estudiantes a Boca, hay una simbiosis. Y hasta hubiera sido lindo con Bilardo como técnico, pero yo ya había dejado de jugar”, contó. Precisamente, el Narigón fue el DT que lo hizo debutar en 1975. Pero claro, cuando el Doctor se puso el buzo para dirigir al Xeneize, en 1996, en realidad ya eran colegas. Lo que está claro es que, como dijo Russo, a muchos de sus compañeros les tocó lo que a él no: la azul y oro, por caso, se la pusieron José Luis Brown​, Marcelo Trobbiani, José Daniel Ponce, Rubén Horacio Galletti y Pelusa Cardoso, entre otros. Hasta la vistió Carlos Pachamé, el cinco que él sucedió en el Pincha.

De Bilardo​, a quien define como su segundo padre, también habló en la revista de Boca: “Me dejó más enseñanzas en la vida que como deportista. Fue uno de mis mentores, junto con la escuela de Estudiantes. Apostó por mí como jugador. Me incentivó a que yo entienda muy rápido el juego, que lo vea dentro de la cancha y me desarrolle”. Y a la vez, contó cómo lo fue perfeccionando como futbolista para que hoy sea el técnico que es. “Me daba bronca porque si alguien se equivocaba, era culpa mía. Y yo sentía que no era justo. Pero él entendía que así yo iba a crecer. Le estoy agradecido eternamente”.

Miguel, vaya paradoja, no era el tipo de cinco que eligió para sus dos Boca exitosos. No tenía el estilo de Banega, ni el de Campuzano. Era, más bien, uno cercano a Giunta o a Serna. Por lo cual, no es difícil imaginar que, de haberse puesto la azul y oro, la Bombonera también lo hubiese bendecido con “el huevo, huevo, huevo, Russo, Russo, Russo”. De hecho, fue el cinco que en el Estudiantes bicampeón 82/83 se bancó jugar solito con tres números 10, como Trobbiani, Sabella y Ponce. “Todos están equivocados: el que jugaba era yo y ellos eran los que pegaban patadas”, suele decir a modo de broma, quien a pesar de su puesto jugaba con la camiseta número 6.

A partir de su temperamento y de su liderazgo, fue capitán del Pincha en muchos años de los 13 que jugó (432 partidos, 12 goles y dos títulos: Metro 82 de la mano de Bilardo y Nacional 83 con Eduardo Manera como DT). Y en ese tiempo, tuvo varios cruces contra Boca. Aunque en el historial no le fue bien: al Xeneize lo enfrentó 25 veces, con siete victorias, cinco empates y 13 derrotas.

En 1988, Estudiantes le puso fin a su ciclo y él se cansó de luchar con una lesión en la rodilla. Así, con tan sólo 31 años, dejó de jugar. Hizo un intento de estirar su carrera un tiempo más en la segunda división de Italia, pero su destino estaba escrito. Lo contó en El Gráfico: “Iba en tren de Génova a Barcelona, paré, llamé a mi mujer y le dije: ‘Dejo el fútbol’. Pero me quedo en Europa viendo cosas, porque quiero ser técnico...”.

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