Griezmann, incompleto año I

Un año después, y más allá de debates de poco peso, la gran cuestión del encaje futbolístico del francés en el Barça de Messi sigue sin estar resuelto. El tridente con Suárez y el argentino no ha terminado de cuajar.

Juan Jiménez
As
"Griezmann, c'est magnifique". Ese fue el cartel que preparó el Barça para anunciar oficialmente el fichaje del afamado delantero francés el 12 de julio de 2019, por quien pagó su cláusula de rescisión, 120 millones de euros, después de fracasar el intento de acuerdo con el Atlético de Madrid, que reprochó al club azulgrana haber llegado a un acuerdo con el delantero en el mes de marzo. El fichaje originó un amago de denuncia del Atlético a la FIFA de la que nunca se volvió a saber. Por las mismas fechas, por cierto, Jorge Mendes intentaba colocar a Semedo en el Atlético de Madrid.


Así, Griezmann se convirtió el 12 de julio de 2019 en jugador del Barcelona. Firmó por cinco años y el club fijó su cláusula de rescisión en 800 millones de euros. Griezmann llegó entre dudas. Ya saben. Primero, su íntimo y exhibicionista documental de La Decisión le granjeó enemigos en el barcelonismo. El moderno de las redes sociales y el tradicional que vibraba con los jugadores que manifestaban sus ganas locas por jugar en el Barça.

Pero había más, Con Griezmann, el chico que tantos años tardó en encontrar su sitio en el fútbol y, después de ser rechazado en múltilples clubes franceses en su niñez, empezó a hacerse jugador en la Real, había una duda razonable: su encaje futbolístico con Messi. Triunfador como segundo delantero en la Francia subcampeona de Europa y campeona del mundo con Deschamps; triunfador como segundo delantero con el Atlético campeón de la Europa League y subcampeón de la Champions, ese sitio en el Barça está reservado para el mejor jugador del mundo, seis veces Balón de Oro.

Un año después de su llegada, la incógnita no se ha resuelto y el debate continúa. Es fácil concluir, por tanto, que Griezmann no ha triunfado rotundamente en su primer año en el Barça. Es más, ese término le queda todavía lejísimos. Ha jugado bastante, nada menos que 46 partidos. Ha marcado 15 goles, un gol cada tres partidos, lejos de su media en el Atlético de Madrid. Pero, sobre todo, no se ha expresado con la rotundidad que lo había hecho todos estos años en LaLiga.

Empezando por el principio, Griezmann estuvo discreto en la gira por Japón pero luego, en Estados Unidos, un partido ante el Nápoles despertó las expectativas por su conexión con Suárez y el desaparecido, otra vez por las lesiones, Dembélé. Luego vino la exhibición de confeti después de su primer gol en el Camp Nou. Y más tarde, los primeros momentos grieses, que parecieron virar a finales de noviembre y diciembre. Pareció que, sin llegar a ser el de Neymar, sí había tridente. Contra Eibar, Borussia Dortmund, Mallorca... Algo se encendía.

Todo se fue al garete con la derrota ante el Atlético de la Supercopa y la lesión de Suárez. Desde entonces, Griezmann siguió buscando su sitio en el mar de sistemas de Setién. Su vuelta tras el confinamiento resultó también algo decepcionante hasta que llegó el partido del Villarreal. Allí se comprobó que, jugando en su sitio, el Principito sigue manteniendo su condición de futbolista de jerarquía. Si es cuestión de soltarse, de confianza con los compañeros, de adaptación a una manera de jugar interiorizada desde hace tantos años en el Barça, sólo lo sabe el jugador. Pero da la sensación de que en sus piernas hay mucho más.

Nadie sabe si realmente lo de Villarreal sólo fue flor de un día. El caso es que Griezmann cumplió su primer año en el Barça este domingo y no volverá a jugar en esta Liga. Nadie sabe si agarrarse a que su gol ante el Nápoles mantiene vivo al Barça en la Champions; a que siempre quiso terminar de azulgrana; o que a su encaje parece imposible. Un "completo incompleto", cantaba Pau Donés. Si se mantiene la fe en el francés, ese debería ser Griezmann en su primer año en el Barça.

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