El pie de Casillas

Su mayor capacidad de endeudamiento, su innegociable ortodoxia presupuestaria y todo ello reforzado con una menor devastación sufrida por la pandemia les ha permitido a los “frugales” sentarse en Bruselas “sin mascarilla”

Países Bajos, Agencias
Todo empezó ahí”.
Aquella tarde continúa en nuestras retinas. No hay día que no recordemos a Iniesta golpeando aquel balón con 45 millones de almas postradas en esa red, todas esperando el balón como si no hubiese un mañana. Dos segundos infinitos. Ese balón lo metimos todos.
Lo sacó Arconada, lo pasó Hierro, lo centró Carrasco, lo picó Santillana y lo enalteció Andrés, cual ángel que baja del cielo para traer alegría y felicidad. Fue la experiencia más bonita jamás vivida. Pero en los minutos finales todo puede cambiar si no que se lo digan a Nadia C. Andrés es divino, no es humano, y aquel éxito debía ser terrenal. En aquel equipo jugaban dioses y humanos. Necesitábamos pues un órgano vital, una pieza humana. La gesta dictó sentencia: un pie. El mayor éxito de nuestro país pendía de un pie, el de Iker Casillas. Nunca un pie adquirió tanta relevancia. Esa extremidad fea y desagradable, por aquello del olor, ha estado presente en los más bellos sueños de muchos españoles. Pero ese balón que salió repelido del pie de Iker fue directo a la boca del estómago del actual primer ministro holandés, Mark Rutte. En buena hora le pegó el balón al maromo este. Todo empezó ahí.

Europa rescata al Club del Déficit. La Unión Europea ha cerrado el acuerdo más trascendente de su historia, no sin antes observar comportamientos no deseados de algunos de los 27. La propuesta del eje francoalemán, que ya marcó el camino con los 500 MM en subsidios y 250 MM en forma de préstamos, ha sido atacada por los “frugales” (Países Bajos, Suecia, Austria y Dinamarca), menosprecios incluidos. Estos países, que gozan de mayor salud financiera que los del Club, han conseguido rebajar las cantidades entregadas a fondo perdido con el fin de elevar aquellas en forma de préstamos. Finalmente, se ha quedado en 390 MM en subsidios y 360 MM para préstamos. A España le corresponden 140 MM, 72 MM serán ayudas directas. Se veía venir. Su mayor capacidad de endeudamiento, su innegociable ortodoxia presupuestaria y todo ello reforzado con una menor devastación sufrida por la pandemia les ha permitido a los “frugales” sentarse en Bruselas “sin mascarilla”. Lo que no esperábamos eran esas formas en la negociación.

A Mark Rutte, el holandés que recibió el pelotazo, le nombraron “halcón jefe”. Nuestro presidente fue a visitarle para convencerle de la propuesta y el bufido resonó en las Cuevas de Nerja. Rutte no olvida aquella noche sudafricana. Lo más que pudo hacer Sánchez es dejarle una foto de Iker dedicada. Su constante desprecio y falta de consideración por los países más afectados ensombrece el fondo del asunto. Ese castigo que, sin duda, necesitábamos los del Club del Déficit se le volverá a algún frugal más pronto que tarde en forma de boomerang ardiendo. Dios quiera que nunca necesite ayuda esta familia. Hasta para castigar hay que saber. Las formas han sido un desastre y la cara de Merkel durante la negociación, todo un poema.

La imposibilidad de negarle a los “frugales” la condicionalidad a las transferencias lo entiende hasta el propio Sánchez (como diría Rajoy), cuestión distinta era traspasarnos más losa de hormigón armado en forma de préstamos, por algo de lo que no somos culpables. Rutte debe entender que la Covid-19 no se ha creado ni en un laboratorio de Murcia, ni de Nápoles, más allá de nuestro amor por el endeudamiento que nada tiene que ver. Un amor, por otro lado, fatal. Sabemos que corregir nuestro déficit estructural en el medio plazo con un plan de reformas exigentes que traigan una fuerte condicionalidad es el resultado de todo esto, y es más que bienvenido. Pero la recuperación sostenible de la franja mediterránea no trae causa del aumento desproporcionado de nuestro endeudamiento. No podemos olvidar que la deuda no ha sido quien ha destrozado nuestro PIB, sino la Covid-19. El remate final, eso sí, ha sido cortesía de nuestra alarmante falta de diversificación industrial y de una enorme y preocupante exposición al sector servicios.

Que una mayor capacidad de endeudamiento permite hibernar el sistema económico, mantener el estado del bienestar, además de salvar vidas ante situaciones de contingencia, nadie lo pone en duda. Pero esa ha sido nuestra elección. Hemos votado a dirigentes que gastan más que ingresan. Esta es la democracia. Lo que sabemos a ciencia cierta es que ese pangolín no residía en el zoo de Madrid. Por eso, cuestionar la modificación del tamaño del fondo (hoy insuficiente por los destrozos causados en la economía) y su distribución era un maltrato para nuestras generaciones futuras, que lidiarán con un largo período de recuperación (20 años según la AIReF para bajar el endeudamiento a niveles precoronavirus). Finalmente, el tamaño del fondo no ha variado, sí la distribución. Europa ha intervenido quirúrgicamente a España: el acuerdo provoca que la dura rehabilitación quede de nuestra parte.

Así en esas, si cayera un meteorito en la ladera del Rin, a la altura de Róterdam (Dios no lo quiera), ahí estaría España para ayudar. Somos un país tan singular como especial. Ganamos en casi todo, hasta en déficit. Que no le quepa duda a los “frugales” que, puestos a ganar, seríamos los que más ayudaríamos. El premio Príncipe de Asturias sería para España por el esfuerzo. Recoge el premio: Antonio Banderas (emblema nacional). Y en Antonio habría unanimidad, por algo se empieza.

Con todo, quedará como anécdota la visita de nuestro presi por los países “frugales”. En La Haya no le hicieron ni una rueda de prensa al hombre, y rodando se vino Sánchez para España. Estas son las visitas en las que a uno le alegraría ver a Santiago Abascal escoltando al presidente con sus camisetas ceñidas del tercio Alejandro Farnesio IV de la Legión, mirando a Rutte con cara de pocos amigos. Algún acuerdo se hubieran traído los dos, o los tres, si meten también a Casado en la mochila y cesa la crispación. Juntos ganáis, separados perdemos todos. Aviso de lo que debe venir: consenso, consenso y consenso, de una vez por todas y todos (ellas siempre por delante) por el bien de nuestra rehabilitación. Por cierto, Casillas es celestial, no era terrenal. No me gusta Holanda. Así, no.

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