El Barça se suicida
Bochorno culé ante Osasuna, que batió a los blaugrana en inferioridad en el Camp Nou. Setién y Bartomeu se ahorran una pañolada.
Santi Giménez
As
El Barcelona tenía una última bala y la utilizó para suicidarse perdiendo ante un Osasuna en inferioridad en un partido en el que los blaugrana tardaron 45 minutos en darse cuenta de que se jugaban el prestigio y acabaron tirando a la basura la dignidad que se les suponía. Era difícil empeorar un curso lamentable, pero los blaugrana lo lograron en una actuación tan plana que desnuda la farsa de un discurso que se ha aguantado con alfileres desde el principio del campeonato y que fue empeorando hasta vivir una astracanada que resumió en 90 minutos la temporada de un equipo que salió a jugar con una rodilla en la lona y que aceptó su destino fatal contra un equipo que no se jugaba nada.
Al Barça no se le podía pedir un milagro, pero se le debía exigir un ataque de vergüenza que llegño tarde y mal y que se benefició de que el partido se jugara a puerta cerrada. El esperpento de ayer es de los que acababan con el pueblo a las puertas del palco quemándolo todo.
Setién volvió a dar una vuelta de tuerca a un equipo que se ha pasado de rosca. Es el conjunto blaugrana un grifo que gotea dando la imagen que apretando un poco las juntas con una llave inglesa se arreglan las humedades y cuando quieres darte cuenta se ha inundado el piso. El Barça hace aguas por todos lados.
Sin Suárez, sin Busquets y sin Alba en el once inicial, el Barça siguió siendo el drama de los últimos días. Ya puede Setién defender en cada rueda de prensa que su equipo juega de campanillas y que el motivo para no llegar a defender el liderato que heredó es el acierto del Madrid y la falta de puntería, pero ya no cuela.
Osasuna, que no se jugaba nada, sometió al Barcelona a unos primeros 45 minutos exactamente iguales a los que los blaugrana sufrieron en la primera parte del partido ante el Espanyol. La diferencia es que Arnáiz la embocó y los blanquiazules no supieron.
Tras una primera parte espantosa en la que el Barça se benefició de la puerta cerrada porque la pañolada hubiera sido de época, el equipo blaugrana se fue al descanso escenificando lo que todo el mundo sospechaba. La lucha por el campeonato era un sueño de los aficionados más cándidos. Un sueño que los jugadores, como dejó claro Suárez en sus entrevistas esta semana, el vestuario no compartía.
Las constantes vitales del Barcelona a lo largo de los primeros 45 minutos eran casi inexistentes y se limitaron a dos disparos de falta de Messi, uno al travesaño, que fueron los únicos arranques de orgullo de un equipo en demolición. Quedaban 45 minutos para intentar, por lo menos maquillar un bochorno tremendo.
Salió el Barça en la segunda parte con un intento de arranque para maquillar el desastre. Braithwaite marcó en fuera de juego, Messi volvió a despreciar otra falta y Herrera conjuró otro intento del argentino.
A la hora de partido, Setién metió a la vieja guardia. Entraron Suárez y Vidal por Braithwaite y Semedo. El uruguayo, nada más salir al campo, provocó una falta que, esta vez sí, Messi convirtió en el gol del empate. A la cuarta llegó el gol del argentino.
El partido se rompió definitivamente a los 77 minutos cuando el colegiado, a instancias del VAR, cambió la amarilla a Gallego por una roja por codazo a Lenglet, pero el asedio final del Barça ante diez fue tan desordenado como inane y lo aprovechó Osasuna para dar la puntilla a un equipo en destrucción.
Santi Giménez
As
El Barcelona tenía una última bala y la utilizó para suicidarse perdiendo ante un Osasuna en inferioridad en un partido en el que los blaugrana tardaron 45 minutos en darse cuenta de que se jugaban el prestigio y acabaron tirando a la basura la dignidad que se les suponía. Era difícil empeorar un curso lamentable, pero los blaugrana lo lograron en una actuación tan plana que desnuda la farsa de un discurso que se ha aguantado con alfileres desde el principio del campeonato y que fue empeorando hasta vivir una astracanada que resumió en 90 minutos la temporada de un equipo que salió a jugar con una rodilla en la lona y que aceptó su destino fatal contra un equipo que no se jugaba nada.
Al Barça no se le podía pedir un milagro, pero se le debía exigir un ataque de vergüenza que llegño tarde y mal y que se benefició de que el partido se jugara a puerta cerrada. El esperpento de ayer es de los que acababan con el pueblo a las puertas del palco quemándolo todo.
Setién volvió a dar una vuelta de tuerca a un equipo que se ha pasado de rosca. Es el conjunto blaugrana un grifo que gotea dando la imagen que apretando un poco las juntas con una llave inglesa se arreglan las humedades y cuando quieres darte cuenta se ha inundado el piso. El Barça hace aguas por todos lados.
Sin Suárez, sin Busquets y sin Alba en el once inicial, el Barça siguió siendo el drama de los últimos días. Ya puede Setién defender en cada rueda de prensa que su equipo juega de campanillas y que el motivo para no llegar a defender el liderato que heredó es el acierto del Madrid y la falta de puntería, pero ya no cuela.
Osasuna, que no se jugaba nada, sometió al Barcelona a unos primeros 45 minutos exactamente iguales a los que los blaugrana sufrieron en la primera parte del partido ante el Espanyol. La diferencia es que Arnáiz la embocó y los blanquiazules no supieron.
Tras una primera parte espantosa en la que el Barça se benefició de la puerta cerrada porque la pañolada hubiera sido de época, el equipo blaugrana se fue al descanso escenificando lo que todo el mundo sospechaba. La lucha por el campeonato era un sueño de los aficionados más cándidos. Un sueño que los jugadores, como dejó claro Suárez en sus entrevistas esta semana, el vestuario no compartía.
Las constantes vitales del Barcelona a lo largo de los primeros 45 minutos eran casi inexistentes y se limitaron a dos disparos de falta de Messi, uno al travesaño, que fueron los únicos arranques de orgullo de un equipo en demolición. Quedaban 45 minutos para intentar, por lo menos maquillar un bochorno tremendo.
Salió el Barça en la segunda parte con un intento de arranque para maquillar el desastre. Braithwaite marcó en fuera de juego, Messi volvió a despreciar otra falta y Herrera conjuró otro intento del argentino.
A la hora de partido, Setién metió a la vieja guardia. Entraron Suárez y Vidal por Braithwaite y Semedo. El uruguayo, nada más salir al campo, provocó una falta que, esta vez sí, Messi convirtió en el gol del empate. A la cuarta llegó el gol del argentino.
El partido se rompió definitivamente a los 77 minutos cuando el colegiado, a instancias del VAR, cambió la amarilla a Gallego por una roja por codazo a Lenglet, pero el asedio final del Barça ante diez fue tan desordenado como inane y lo aprovechó Osasuna para dar la puntilla a un equipo en destrucción.