Vitolo sube al Atleti al podio

El extremo salió del banquillo al final y destascó a su equipo en el 81' para superar al Sevilla en la clasificación y ponerse tercero.

Patricia Cazón
As
"No hay nada menos vacío que un estadio vacío”, que escribía Galeano y gritaba ese tifo en el Metropolitano, “desde el cielo te voy a animar”, al tercer anfiteatro, allá donde ya habitan Peiró, Capón, Jones, el chico Minchola, Antic, la mamá de Picu y los 71 socios, 50 abonados, que se fueron en estos días. Parecían solos los jugadores cuando saltaron a la inmensidad de sillas rojas y, sin embargo, tan acompañados. Las flores de Margarita eran testigo: allí las plantó Koke antes de que el balón rodara. Después, se iría a la grada-banquillo. Sístole del Cholo, descansaba. También la diástole, Saúl. Dos de los siete cambios de un Atleti que mantenía a Herrera, Llorente o João, introducía a Lemar y a Manu Sánchez. Sergio, desde su orilla, asentía. Su idea de inicio no difería. En su equipo rotaba hasta el portero. Nueve cambios, sólo Míchel y Guardiola repetían.


Planes similares, inicio calcado. Primera pelota del Valladolid, latigazo de Waldo desde 30 metros y milagro de Oblak. Segunda del Atlético, ocasión de Morata. Un toma y daca alejado de los últimos Atleti-Valladolid, partidos de lija, por mucho que los segundos salieran a esperar en su campo a los primeros. Pero Trippier pronto escarbó una autopista en su banda. En diez minutos, el Atlético se plantó tres veces ante Caro. La última, João enviaba alto un balón servido de tacón por un Llorente que, desde Anfield, tiene la potencia de Ronaldo y el regate de Garrincha. Sentaba a rivales en el área, sentaba a rivales en el córner, mientras João ponía su luz para tratar de despejar el bosque de hombres de Sergio. Lemar era la sombra. Un Lemar sin público como con él: desesperante máquina de perder balones. Al menos se ahorró los pitos.

Antes de la primera pausa de hidratación, 29º grados anoche en Madrid, Waldo volvía a plantarse ante Oblak para ponerle a Simeone el corazón en la garganta: su balón cruzado se fue fuera afeitando el palo. Después, desaprovechó una contra en la que Herrera le regaló un balón grosero. El Atleti se fue al descanso dándose cabezazos contra la pizarra de Sergio, insistiendo por dentro, cegada la vía Trippier. El balón era rojiblanco pero el peligro a la contra, todo pucelano.

El partido regresó con dos cambios, Alcaraz y el joven Miguel por el Valladolid, mientras el juego se metía en la hormigonera. Más denso, áspero, con muchas interrupciones, menos vértigo. Por mucho que Lemar intentara subirle las pulsaciones al modo Lemar. O sea, una falta a Hervías en el borde del área que se temió penalti. O sea, un latigazo de 25 metros se fue fuera antes de que Carrasco ocupara su sitio. Junto a él, Koke.

Tembló Caro un par de veces ante Morata y vio el Cholo sangre: Costa y Correa dentro, João fuera, su linterna también. 20 minutos de la segunda parte y ni un disparo a puerta. Costa logró el gol en su primer desmarque. Pero el asistente lo anuló con su banderín. Le tocaba al Cholo seguir acumulando chichones y masticando piedras. Faltaba el público al que agitar moviendo sus brazos en molinillo. Pero estaba Vitolo, último cambio. Fue el decisivo.

Todo comenzó en Thomas, a falta de diez minutos: se sacó un thomashawk de la bota para redención de Caro. Le duró poco. Córner. El balón acaba en el segundo palo, como si buscara ya la cabeza de Vitolo. Caro muestra la herida y canta, despeja Olivas, pero esa pelota había traspasado la línea. El VAR lo vio. Era, subía. El Atlético había sudado pero talaba el bosque. Y duerme tercero, por delante del Sevilla. Seis días después del reinicio de LaLiga, Vitolo lo subió al podio. Y con eso tan de antes en el regreso al Metropolitano. 1-0. Poesía cholista.

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