Medio Madrid es mucho Madrid
El equipo de Zidane liquidó al Eibar con tres goles (Kroos, Ramos y Marcelo) antes del descanso. Luego sesteó. Regreso prometedor de Zidane.
Luis Nieto
As
Medio depósito le bastó al Madrid para liquidar aritméticamente al Eibar en su primer partido en el Di Stéfano, escenario para el ensayo que le quitó solemnidad al duelo. Futbolísticamente la distancia fue menor, pero el grupo de Mendilibar ofrece mejor organización que definición. El Madrid se aseguró el sobresaliente en puntería y se solazó con el regreso de Hazard, con apariencia de fichaje de primavera. Benzema y Modric fueron sus mejores acompañantes, en un partido de más a menos muy condicionado por el madrugador gol de Kroos.
Con diez clásicos y Rodrygo reingresó en la competición el Madrid. Nadie tiene más fresco el Di Stéfano que el brasileño, que inauguró la mudanza: hizo un corto pero inesperado viaje de vuelta al Castilla en febrero tras seis ausencias consecutivas en LaLiga. En cualquier caso, Zidane maneja más datos que nadie de la cuarentena, desde el jardín de la casa de cada uno, donde empezó todo, a la desescalada en Valdebebas. Todavía hoy Rodrygo es el tercer goleador de la plantilla, registro que habla mal de la cadena de producción del grupo, y por ahí se explicaría su titularidad, aunque el Madrid estuvo mucho más cerca de su historia de lo habitual: un pegada demoledora, tantas veces incluso por encima de su juego. También regresó Hazard, el príncipe heredero, el casi Messi, en su segunda vida, con señales prometedoras. No queda rastro de sus fisuras ni de la holganza del pasado verano.
Al otro lado quedó un Eibar sin fortuna, reformadísimo en nombres y casi nada en intenciones: presión de castigo hasta el área del Madrid y defensa muy adelantada, casi suicida cuando el invasor es una potencia mundial. Siempre fue un equipo más molesto por atrevido que por precavido.
Sin cometer una equivocación, se vio pronto patas arriba. Rechazó una pelota a una esquina del área que, en el mejor de los casos, invitaba a otro envío a la cazuela y de primeras colocó Kroos la pelota en la escuadra con precisión quirúrgica y ninguna violencia en el golpeo. Un golazo.
También una genialidad sobre la que se acostó un Madrid al ritmo que le dio intermitentemente Modric, el mejor afinado en el retorno, aunque el resto tampoco mostró síntomas de pobreza energética ante un Eibar esforzado, crecido a ratos, pero con la falta de filo que le tiene con la soga en el cuello.
Su falta de precauciones acabó matándole en una contra capicúa que inició y culminó Ramos, tras maniobra de eliminación de Benzema y regalo de Hazard para que el sevillano se gustase a meta vacía. La puerta de servicio lleva abierta en el Eibar desde comienzos de temporada. Y además, su fútbol norteño, al que Mendilibar pretende quitarle contaminantes, pierde mucho en cuanto pisa la meseta. Necesita a Ipurua más de lo que supone.
El Madrid, que salía a gol por tiro, fue cogiendo onda. Y ensayando con la mejor sociedad posible, Benzema-Hazard, dos artesanos. Los mismos que fabricaron el tercer gol, firmado por Marcelo, que recogió el rechace de Dmitrovic tras un trallazo del belga. Fue el primero del curso para el brasileño, decimonoveno jugador de la plantilla en la tabla de anotadores.
Reacción tardía del Eibar
Los tres mazazos fueron platino para el Madrid en tiempos en que importa tanto ganar como descansar. La ley de los cinco cambios purifica las piernas y el ambiente. Donde antes sólo cabían catorce ahora entran dieciséis. Dos descontentos menos por jornada.
Pero, también, en cierto modo, desvirtúan el partido. Le sentaron, de salida, mejor al Eibar, que en un minuto encadenó sus dos mejores opciones (un latigazo de Edu Expósito que salvó Courtois y un cabezazo al larguero de Enrich) y un gol de carambola: el tiro de De Blasis lo desvió Bigas involuntariamente con la cadera para despistar al meta del Madrid. Zidane le quitó minutos a Ramos y cambió sus bandas con Vinicius y Bale, el único futbolista del Madrid que juega mejor sin público en casa. Ahora es tercer plato, pero eso no le hace abdicar del punto canalla que parece divertirle (esta misma semana posó en una foto de familia simulando un swing). Ni él ni el resto de suplentes mejoraron al Madrid, que se dejó ir escandalosamente. El confinamiento no ha corregido esa malformación del equipo, tan denunciada por Zidane y tan pendiente aún de resolver. El Eibar apretó como si tuviera esperanza, compareció en el área, tiró de la profundidad de Inui y evidenció un alto sentido del deber. Pero esas virtudes valen de poco cuando de casa se sale desarmado.
Luis Nieto
As
Medio depósito le bastó al Madrid para liquidar aritméticamente al Eibar en su primer partido en el Di Stéfano, escenario para el ensayo que le quitó solemnidad al duelo. Futbolísticamente la distancia fue menor, pero el grupo de Mendilibar ofrece mejor organización que definición. El Madrid se aseguró el sobresaliente en puntería y se solazó con el regreso de Hazard, con apariencia de fichaje de primavera. Benzema y Modric fueron sus mejores acompañantes, en un partido de más a menos muy condicionado por el madrugador gol de Kroos.
Con diez clásicos y Rodrygo reingresó en la competición el Madrid. Nadie tiene más fresco el Di Stéfano que el brasileño, que inauguró la mudanza: hizo un corto pero inesperado viaje de vuelta al Castilla en febrero tras seis ausencias consecutivas en LaLiga. En cualquier caso, Zidane maneja más datos que nadie de la cuarentena, desde el jardín de la casa de cada uno, donde empezó todo, a la desescalada en Valdebebas. Todavía hoy Rodrygo es el tercer goleador de la plantilla, registro que habla mal de la cadena de producción del grupo, y por ahí se explicaría su titularidad, aunque el Madrid estuvo mucho más cerca de su historia de lo habitual: un pegada demoledora, tantas veces incluso por encima de su juego. También regresó Hazard, el príncipe heredero, el casi Messi, en su segunda vida, con señales prometedoras. No queda rastro de sus fisuras ni de la holganza del pasado verano.
Al otro lado quedó un Eibar sin fortuna, reformadísimo en nombres y casi nada en intenciones: presión de castigo hasta el área del Madrid y defensa muy adelantada, casi suicida cuando el invasor es una potencia mundial. Siempre fue un equipo más molesto por atrevido que por precavido.
Sin cometer una equivocación, se vio pronto patas arriba. Rechazó una pelota a una esquina del área que, en el mejor de los casos, invitaba a otro envío a la cazuela y de primeras colocó Kroos la pelota en la escuadra con precisión quirúrgica y ninguna violencia en el golpeo. Un golazo.
También una genialidad sobre la que se acostó un Madrid al ritmo que le dio intermitentemente Modric, el mejor afinado en el retorno, aunque el resto tampoco mostró síntomas de pobreza energética ante un Eibar esforzado, crecido a ratos, pero con la falta de filo que le tiene con la soga en el cuello.
Su falta de precauciones acabó matándole en una contra capicúa que inició y culminó Ramos, tras maniobra de eliminación de Benzema y regalo de Hazard para que el sevillano se gustase a meta vacía. La puerta de servicio lleva abierta en el Eibar desde comienzos de temporada. Y además, su fútbol norteño, al que Mendilibar pretende quitarle contaminantes, pierde mucho en cuanto pisa la meseta. Necesita a Ipurua más de lo que supone.
El Madrid, que salía a gol por tiro, fue cogiendo onda. Y ensayando con la mejor sociedad posible, Benzema-Hazard, dos artesanos. Los mismos que fabricaron el tercer gol, firmado por Marcelo, que recogió el rechace de Dmitrovic tras un trallazo del belga. Fue el primero del curso para el brasileño, decimonoveno jugador de la plantilla en la tabla de anotadores.
Reacción tardía del Eibar
Los tres mazazos fueron platino para el Madrid en tiempos en que importa tanto ganar como descansar. La ley de los cinco cambios purifica las piernas y el ambiente. Donde antes sólo cabían catorce ahora entran dieciséis. Dos descontentos menos por jornada.
Pero, también, en cierto modo, desvirtúan el partido. Le sentaron, de salida, mejor al Eibar, que en un minuto encadenó sus dos mejores opciones (un latigazo de Edu Expósito que salvó Courtois y un cabezazo al larguero de Enrich) y un gol de carambola: el tiro de De Blasis lo desvió Bigas involuntariamente con la cadera para despistar al meta del Madrid. Zidane le quitó minutos a Ramos y cambió sus bandas con Vinicius y Bale, el único futbolista del Madrid que juega mejor sin público en casa. Ahora es tercer plato, pero eso no le hace abdicar del punto canalla que parece divertirle (esta misma semana posó en una foto de familia simulando un swing). Ni él ni el resto de suplentes mejoraron al Madrid, que se dejó ir escandalosamente. El confinamiento no ha corregido esa malformación del equipo, tan denunciada por Zidane y tan pendiente aún de resolver. El Eibar apretó como si tuviera esperanza, compareció en el área, tiró de la profundidad de Inui y evidenció un alto sentido del deber. Pero esas virtudes valen de poco cuando de casa se sale desarmado.