Llorente, de qué planeta viniste
El Atleti vuelve a ser 3º, tras un gol entre Costa y Bruno (el acta puso en propia puerta). Gran primera parte rojiblanca, con Llorente a gran nivel. El Levante achuchó al final.
Patricia Cazón
As
Comenzó el partido con una taquicardia y en las piernas de Llorente. Cómo no. Le metió Simeone en invierno en su particular laboratorio y lo que ha brotado en primavera-verano es un futbolista imparable. Bajo el traje de delantero, luciendo zancada, como si La Nucía fuese la Madrid Fashion Week, en la primera pelota del partido, segundo 26, se plantó delante de Aitor. Tuneló al Levante en cada acción, todos los balones rojiblancos con esa orden: buscarle. Él respondía. En cada uno de ellos ganaba la línea de fondo.
Con la ambición de volver a dormir tercero y comenzar a tejer colchón con el Sevilla en los puestos de Champions, salió el Atlético con siete cambios y olvidando todos los malos vicios que parecen haberse quedado en la vieja normalidad, más allá del día que viró todo, el día de Llorente en Anfield. A coger el partido de la pechera e ir a por él, verticalísimo, estrangulándole los espacios al Levante y llevando el peso del juego y el balón. Por dentro, por fuera, con ese futbolista cuyo movimiento arriba lo ha cambiado todo.
Minuto 15. Todo partió de una falta que Koke estampó en un rival y terminó en Arias. El colombiano levantó los ojos pero no tuvo que pensar demasiado a quién buscar. Llorente. Para el mañana queda ese control, de una plasticidad extrema. Orientado, de espaldas, girándose entre Toño y Bardhi para buscar a Costa con un pase de la muerte que terminó introduciendo Bruno en su propia portería mientras todos buscaban a Llorente con exclamaciones en la boca. Y al Cholo. Otra medalla que prender de su chaqueta. Como cuando a Grizi lo hizo delantero, como cuando a Lucas lo transformó en lateral.
Después del gol, trató el Levante de atemperar el partido, pero el Atlético sólo había dado el paso atrás para tomar aliento. Un robo era la señal para salir en estampida hacia Aitor, diez hombres al galope dirigidos por Llorente y Costa en su mejor versión, esa que grita Bestiaaa, al menos un poquito. Una de las primeras mejores partes del Atleti en la temporada. Con presión eficiente, ritmo, intensidad y una maquinaria perfecta de hacer fútbol. Thomas y Saúl eran los cimientos de las jugadas, Koke y Carrasco llenaban los pasillos interiores y Lodi y Arias atacaban por fuera mientras Costa y Llorente afilaban sus botas. Del Levante en los primeros 45’ sólo una noticia: le pasó por encima una apisonadora.
Equilibrio del Levante
Regresó el partido de la caseta como si el Atlético no hubiese reposado: misma intensidad y Thomas desenfundando la pierna. Pero Carrasco había soltado la pelota tarde, cuando Costa ya estaba en fuera de juego. Thomashawk anulado. Bruno y Vezo seguían en apuros, Vukcevic y Radoja por completo superados, Roger cegado, sólo Toño parecía intentar hacer daño a la defensa rojiblanca con sus subidas por la izquierda. Y las de Coke, por la derecha, con alegría.
Minuto 60. El partido era otro. Simeone agitaba su equipo y Paco López también. Tres cambios por banquillo. Dentro Campaña, al que de inicio le había tocado descanso. Lo que igualó el duelo, sin embargo, fueron los centros de Toño. En la otra orilla, João entraba con la linterna apagada. Primera pelota, ocasión errada. Segunda, balón al travesaño. Mientras, en el área contraria, disparaba Bardhi y Giménez le arrebataba el balón a Sergio León con un empujón al límite que ni árbitro ni VAR castigaron con penalti. Justo después dejó su sitio a un Mayoral fresco que tuvo el empate en la cabeza.
Caño de un Toño incansable a Arias y centro medido a su cabezazo, que se fue acariciando el poste. El juego estaba volcado hacia Oblak. Los cambios le habían quitado el mando al Cholo. Tocaba mostrar su otra versión: la del apretar los dientes y mutar en frontón mientras en La Nucía se seguía masticando esa pregunta: Llorente, ¿de qué planeta viniste para cambiarlo todo?
Patricia Cazón
As
Comenzó el partido con una taquicardia y en las piernas de Llorente. Cómo no. Le metió Simeone en invierno en su particular laboratorio y lo que ha brotado en primavera-verano es un futbolista imparable. Bajo el traje de delantero, luciendo zancada, como si La Nucía fuese la Madrid Fashion Week, en la primera pelota del partido, segundo 26, se plantó delante de Aitor. Tuneló al Levante en cada acción, todos los balones rojiblancos con esa orden: buscarle. Él respondía. En cada uno de ellos ganaba la línea de fondo.
Con la ambición de volver a dormir tercero y comenzar a tejer colchón con el Sevilla en los puestos de Champions, salió el Atlético con siete cambios y olvidando todos los malos vicios que parecen haberse quedado en la vieja normalidad, más allá del día que viró todo, el día de Llorente en Anfield. A coger el partido de la pechera e ir a por él, verticalísimo, estrangulándole los espacios al Levante y llevando el peso del juego y el balón. Por dentro, por fuera, con ese futbolista cuyo movimiento arriba lo ha cambiado todo.
Minuto 15. Todo partió de una falta que Koke estampó en un rival y terminó en Arias. El colombiano levantó los ojos pero no tuvo que pensar demasiado a quién buscar. Llorente. Para el mañana queda ese control, de una plasticidad extrema. Orientado, de espaldas, girándose entre Toño y Bardhi para buscar a Costa con un pase de la muerte que terminó introduciendo Bruno en su propia portería mientras todos buscaban a Llorente con exclamaciones en la boca. Y al Cholo. Otra medalla que prender de su chaqueta. Como cuando a Grizi lo hizo delantero, como cuando a Lucas lo transformó en lateral.
Después del gol, trató el Levante de atemperar el partido, pero el Atlético sólo había dado el paso atrás para tomar aliento. Un robo era la señal para salir en estampida hacia Aitor, diez hombres al galope dirigidos por Llorente y Costa en su mejor versión, esa que grita Bestiaaa, al menos un poquito. Una de las primeras mejores partes del Atleti en la temporada. Con presión eficiente, ritmo, intensidad y una maquinaria perfecta de hacer fútbol. Thomas y Saúl eran los cimientos de las jugadas, Koke y Carrasco llenaban los pasillos interiores y Lodi y Arias atacaban por fuera mientras Costa y Llorente afilaban sus botas. Del Levante en los primeros 45’ sólo una noticia: le pasó por encima una apisonadora.
Equilibrio del Levante
Regresó el partido de la caseta como si el Atlético no hubiese reposado: misma intensidad y Thomas desenfundando la pierna. Pero Carrasco había soltado la pelota tarde, cuando Costa ya estaba en fuera de juego. Thomashawk anulado. Bruno y Vezo seguían en apuros, Vukcevic y Radoja por completo superados, Roger cegado, sólo Toño parecía intentar hacer daño a la defensa rojiblanca con sus subidas por la izquierda. Y las de Coke, por la derecha, con alegría.
Minuto 60. El partido era otro. Simeone agitaba su equipo y Paco López también. Tres cambios por banquillo. Dentro Campaña, al que de inicio le había tocado descanso. Lo que igualó el duelo, sin embargo, fueron los centros de Toño. En la otra orilla, João entraba con la linterna apagada. Primera pelota, ocasión errada. Segunda, balón al travesaño. Mientras, en el área contraria, disparaba Bardhi y Giménez le arrebataba el balón a Sergio León con un empujón al límite que ni árbitro ni VAR castigaron con penalti. Justo después dejó su sitio a un Mayoral fresco que tuvo el empate en la cabeza.
Caño de un Toño incansable a Arias y centro medido a su cabezazo, que se fue acariciando el poste. El juego estaba volcado hacia Oblak. Los cambios le habían quitado el mando al Cholo. Tocaba mostrar su otra versión: la del apretar los dientes y mutar en frontón mientras en La Nucía se seguía masticando esa pregunta: Llorente, ¿de qué planeta viniste para cambiarlo todo?