La secuencia del 'Gol del Siglo' de Diego Maradona a Inglaterra
60 metros, 10 segundos, cinco rivales, 110,000 aficionados, un gol para toda la eternidad. Hoy, a 34 años de la obra de arte, homenajeamos una jugada imborrable.
Eduardo López
As
60 metros. 10 segundos. 114,580 espectadores. 30 grados centígrados. Cinco ingleses que mordieron el polvo. Dios bajó a la tierra y transmutó en Diego. La zurda del 'Diez' adquirió las dotes milagrosas del bastón de Moisés: "Con tu pierna tú has de hacer mis maravillas". Un barrilete cósmico cruzó el césped del Azteca con una estela en azul cobalto y la fuerza destructiva de un meteoro metálico. Si el fútbol es liturgia, aquel gol es Cristo en asunción a los cielos tras la pasión. El balón en embrujo, un bólido a velocidad crucero; los rufianes que desaparecían hechos humo, como los entes malignos de un cuento de hadas. Hombros en alto, cuello hundido (quizá por biomecánica), la cadencia de Gardel y los arranques de furia de Piazzolla: al acorde más estruendoso lo anuncian dos rasgueos. "En el fútbol, solo una vez un hombre fue todos los hombres", escribió Juan Villoro.
Héctor Enrique, con sorna, suele presumir que él fue el autor de la asistencia. Algo de razón tendrá. Si hubiese optado por retrasar el juego, quizá el fútbol no fuese el mismo ya. "Me dio un pase que me dejó solo", sonríe pícaro Maradona cuando evoca para un documental de ESPN. "Tengo la suerte de encarar a los ingleses que no me podían agarrar", rememora, mientras la imagen muestra cómo Butcher y Reid le persiguen desaforados. "Cuando veo dudar a Fenwick, le tiro la pelota adelante. Él me quería meter la mano, pero yo venía a 100 por hora", prosigue. Ya está en el área. El cuchillo llegó a las entrañas. Shilton emerge disparado desde la línea de gol, pero Diego aún tiene un truco en la chistera. "Ya no me paraba nadie. Cuando voy a patear, Shilton me tapa todo el arco. Sale así (se abre brazos, cuan largo es). Le amago, la juego cortita. Shilton queda despatarrado y la empujo". La ulterior patada de Butcher fue una tibia represalia, porque tal afrenta, no obstante cuán enternecedora, podía quedar impune. El golpe de conciliación. La abolladura que embellece la escultura.
"Maradona es incontrolable cuando habla, pero mucho más cuando juega: no hay quien pueda prever las diabluras de este inventor de sorpresas, que jamás se repite y que disfruta desconcentrando a las computadoras", le describió Eduardo Galeano. Hace 34 años, en 60 metros y 10 segundos, el esteta de Villa Fiorito redefinió el fútbol.
Eduardo López
As
60 metros. 10 segundos. 114,580 espectadores. 30 grados centígrados. Cinco ingleses que mordieron el polvo. Dios bajó a la tierra y transmutó en Diego. La zurda del 'Diez' adquirió las dotes milagrosas del bastón de Moisés: "Con tu pierna tú has de hacer mis maravillas". Un barrilete cósmico cruzó el césped del Azteca con una estela en azul cobalto y la fuerza destructiva de un meteoro metálico. Si el fútbol es liturgia, aquel gol es Cristo en asunción a los cielos tras la pasión. El balón en embrujo, un bólido a velocidad crucero; los rufianes que desaparecían hechos humo, como los entes malignos de un cuento de hadas. Hombros en alto, cuello hundido (quizá por biomecánica), la cadencia de Gardel y los arranques de furia de Piazzolla: al acorde más estruendoso lo anuncian dos rasgueos. "En el fútbol, solo una vez un hombre fue todos los hombres", escribió Juan Villoro.
Héctor Enrique, con sorna, suele presumir que él fue el autor de la asistencia. Algo de razón tendrá. Si hubiese optado por retrasar el juego, quizá el fútbol no fuese el mismo ya. "Me dio un pase que me dejó solo", sonríe pícaro Maradona cuando evoca para un documental de ESPN. "Tengo la suerte de encarar a los ingleses que no me podían agarrar", rememora, mientras la imagen muestra cómo Butcher y Reid le persiguen desaforados. "Cuando veo dudar a Fenwick, le tiro la pelota adelante. Él me quería meter la mano, pero yo venía a 100 por hora", prosigue. Ya está en el área. El cuchillo llegó a las entrañas. Shilton emerge disparado desde la línea de gol, pero Diego aún tiene un truco en la chistera. "Ya no me paraba nadie. Cuando voy a patear, Shilton me tapa todo el arco. Sale así (se abre brazos, cuan largo es). Le amago, la juego cortita. Shilton queda despatarrado y la empujo". La ulterior patada de Butcher fue una tibia represalia, porque tal afrenta, no obstante cuán enternecedora, podía quedar impune. El golpe de conciliación. La abolladura que embellece la escultura.
"Maradona es incontrolable cuando habla, pero mucho más cuando juega: no hay quien pueda prever las diabluras de este inventor de sorpresas, que jamás se repite y que disfruta desconcentrando a las computadoras", le describió Eduardo Galeano. Hace 34 años, en 60 metros y 10 segundos, el esteta de Villa Fiorito redefinió el fútbol.