El último tango de Éver Banega
El centrocampista argentino del Sevilla dio otro recital en la segunda parte ante el Barcelona. Se marchará de nuevo en unas semanas, camino de Arabia Saudí.
José A. Espina
As
Messi y Banega, 10 contra 10 de Rosario, charlaban amistosamente al término del Sevilla-Barcelona. Un partido bronco, jugado con la tensión propia de un líder de LaLiga y el tercer clasificado. Como si las gradas del Sánchez Pizjuán hubieran estado repletas, libres (ojalá, para siempre) del dichoso coronavirus. Lio y Ever jugaron algún partido en la infancia de Argentina, antes de que el 10 azulgrana emigrara a Europa siendo todavía un niño. La conversación, que se prolongaba al menos durante un cuarto de hora, suscitó para muchos de los que la presenciaban una pregunta alrededor de Banega, que en unas semanas se marchará a Arabia Saudí a poner seguramente fin a su carrera, al menos a este lado del charco: ¿cómo es posible que nunca haya jugado de azulgrana, al lado de Messi, o de blanco Real Madrid, o en el Bayern, en el United, en la Juventus...?
La respuesta se encuentra muy posiblemente en episodios dantescos como el que Ever protagonizó durante el confinamiento, todos ellos mucho mucho más inocentes de los que el ruido mediático hace parecer. Esa 'barbacoa' en su casa con más de 10 personas, horas solamente antes de que pudieran ser 15, ese colgar las imágenes en las redes para hacer pública la trastada, se añaden a la lista de desatinos de un futbolista tan inteligente en el campo como torpe fuera de él. Alguien que, otro desafortunado ejemplo, se fracturó la tibia y el peroné por intentar detener un coche con su más preciado instrumento de trabajo, las piernas.
El Sevilla le rescató para el gran fútbol. En Nervión, por dos veces, ha encontrado su mejor y más regular versión, la de muchos minutos de centrocampismo delicioso como el que ofreció durante la segunda mitad ante el Barcelona. Problemas físicos en los tobillos le han puesto en la picota y provocado que baje su nivel durante los últimos meses. Los petrodólares se lo volverán a llevar como hizo el Inter de Milán en el verano de 2016, pero Italia no era su sitio. Su sitio está en Sevilla y allí volvió en 2017 para seguir dándole sentido a la pelota tres temporadas más.
Monchi tiene ahora el reto mayúsculo de encontrar otro futbolista con tanta jerarquía e incluso con tamaña capacidad de trabajo, pues a pesar de su apariencia frágil y su tempo trotón, Éver fue durante muchos meses seguidos el máximo recuperador del campeonato. Ahora tiene a su lado al 'Pulpo' brasileño Fernando. Lopetegui se arrepintió seguro de no haber colocado como titular a Banega. No pasará mucho más, si el físico le responde. Ocho jornadas le quedan de Liga y una fase final, si no median problemas con su contrato, de la Europa League, ese título que ya ganó como sevilista en 2015 y 2016. "Quiero despedirme tocando plata otra vez", dice Éver sobre cantar en Sevilla un último tango, ese pensamiento triste que se baila con felicidad.
José A. Espina
As
Messi y Banega, 10 contra 10 de Rosario, charlaban amistosamente al término del Sevilla-Barcelona. Un partido bronco, jugado con la tensión propia de un líder de LaLiga y el tercer clasificado. Como si las gradas del Sánchez Pizjuán hubieran estado repletas, libres (ojalá, para siempre) del dichoso coronavirus. Lio y Ever jugaron algún partido en la infancia de Argentina, antes de que el 10 azulgrana emigrara a Europa siendo todavía un niño. La conversación, que se prolongaba al menos durante un cuarto de hora, suscitó para muchos de los que la presenciaban una pregunta alrededor de Banega, que en unas semanas se marchará a Arabia Saudí a poner seguramente fin a su carrera, al menos a este lado del charco: ¿cómo es posible que nunca haya jugado de azulgrana, al lado de Messi, o de blanco Real Madrid, o en el Bayern, en el United, en la Juventus...?
La respuesta se encuentra muy posiblemente en episodios dantescos como el que Ever protagonizó durante el confinamiento, todos ellos mucho mucho más inocentes de los que el ruido mediático hace parecer. Esa 'barbacoa' en su casa con más de 10 personas, horas solamente antes de que pudieran ser 15, ese colgar las imágenes en las redes para hacer pública la trastada, se añaden a la lista de desatinos de un futbolista tan inteligente en el campo como torpe fuera de él. Alguien que, otro desafortunado ejemplo, se fracturó la tibia y el peroné por intentar detener un coche con su más preciado instrumento de trabajo, las piernas.
El Sevilla le rescató para el gran fútbol. En Nervión, por dos veces, ha encontrado su mejor y más regular versión, la de muchos minutos de centrocampismo delicioso como el que ofreció durante la segunda mitad ante el Barcelona. Problemas físicos en los tobillos le han puesto en la picota y provocado que baje su nivel durante los últimos meses. Los petrodólares se lo volverán a llevar como hizo el Inter de Milán en el verano de 2016, pero Italia no era su sitio. Su sitio está en Sevilla y allí volvió en 2017 para seguir dándole sentido a la pelota tres temporadas más.
Monchi tiene ahora el reto mayúsculo de encontrar otro futbolista con tanta jerarquía e incluso con tamaña capacidad de trabajo, pues a pesar de su apariencia frágil y su tempo trotón, Éver fue durante muchos meses seguidos el máximo recuperador del campeonato. Ahora tiene a su lado al 'Pulpo' brasileño Fernando. Lopetegui se arrepintió seguro de no haber colocado como titular a Banega. No pasará mucho más, si el físico le responde. Ocho jornadas le quedan de Liga y una fase final, si no median problemas con su contrato, de la Europa League, ese título que ya ganó como sevilista en 2015 y 2016. "Quiero despedirme tocando plata otra vez", dice Éver sobre cantar en Sevilla un último tango, ese pensamiento triste que se baila con felicidad.