A 8 años del ascenso de River, un nuevo punto de partida
El Millonario logró regresar a Primera División después de un duro año en la "B" Nacional y, desde allí, sentó las bases de la reconstrucción.
Nicolás Mirelman
As
Desde 2012, el 23 de junio no es un día más en la historia de River. Se trata, para muchos hinchas del Millonario, de una jornada de reflexión, de memoria, de gratitud y de repaso del camino espinoso que hubo que transitar para llegar a lo más alto después de haber tocado fondo.
Poco menos de un año antes, la pérdida de la categoría había cerrado un proceso nefasto de devastación futbolística e institucional que se había extendido durante más de un lustro, con un final previsible, aunque negado por muchos hasta su consumación final.
Con la misión de resurgir, en Núñez armaron un equipo que mezclaba experiencia, jerarquía y frescura para afrontar las 38 fechas de la complicada Primera "B" Nacional. Costó mucho más de lo esperado, pero el conjunto que dirigía Matías Almeyda logró el objetivo en la última fecha, un día como hoy, luego de una victoria en el Monumental sobre Almirante Brown.
En aquel plantel, alcanzó el carácter de ídolo indiscutido Fernando Cavenaghi, quien volvió junto a su amigo Alejandro Domínguez a asumir el liderazgo con la camiseta de sus amores en el momento más necesario. Pero también apareció la figura de David Trezeguet que expuso su reputación internacional en el tramo final de su carrera, el desenfado del chico Lucas Ocampos -hoy consagrado en Europa-, y los aportes trascendentales de Carlos Sánchez y Leonardo Ponzio que tuvieron su premio años más tarde.
Después de una pelea reñida con Instituto, Rosario Central y Quilmes, llegó el esperado desahogo. No fue un festejo, pero fue un grito ansiado, contenido. De bronca, de liberación, de sentir que la pesadilla había terminado.
Aquel campeonato de segunda división que River ganó con lo justo, luchando contra factores externos y contra sus propios fantasmas, sentó las bases para el futuro y marcó un nuevo punto de partida. Estaba claro el lugar al que nunca se debía volver y lo que no se tenía que hacer para evitar repetir errores del pasado.
Todo lo que vino después ya es parte de la historia. El recambio dirigencial que trajo otro aire, la vuelta de Ramón Díaz con su aura ganadora, los primeros títulos en la era post-descenso y el salto de calidad que implicó la llegada de Marcelo Gallardo al banco de suplentes.
Pero esa marca en la piel que aún conservan los riverplatenses, ese aprendizaje imprescindible, hace obligatorio recordar en cada aniversario a quienes pusieron el pecho en aquel entonces. Ocho años más tarde, el River que volvió superó al que nunca se había ido.
Nicolás Mirelman
As
Desde 2012, el 23 de junio no es un día más en la historia de River. Se trata, para muchos hinchas del Millonario, de una jornada de reflexión, de memoria, de gratitud y de repaso del camino espinoso que hubo que transitar para llegar a lo más alto después de haber tocado fondo.
Poco menos de un año antes, la pérdida de la categoría había cerrado un proceso nefasto de devastación futbolística e institucional que se había extendido durante más de un lustro, con un final previsible, aunque negado por muchos hasta su consumación final.
Con la misión de resurgir, en Núñez armaron un equipo que mezclaba experiencia, jerarquía y frescura para afrontar las 38 fechas de la complicada Primera "B" Nacional. Costó mucho más de lo esperado, pero el conjunto que dirigía Matías Almeyda logró el objetivo en la última fecha, un día como hoy, luego de una victoria en el Monumental sobre Almirante Brown.
En aquel plantel, alcanzó el carácter de ídolo indiscutido Fernando Cavenaghi, quien volvió junto a su amigo Alejandro Domínguez a asumir el liderazgo con la camiseta de sus amores en el momento más necesario. Pero también apareció la figura de David Trezeguet que expuso su reputación internacional en el tramo final de su carrera, el desenfado del chico Lucas Ocampos -hoy consagrado en Europa-, y los aportes trascendentales de Carlos Sánchez y Leonardo Ponzio que tuvieron su premio años más tarde.
Después de una pelea reñida con Instituto, Rosario Central y Quilmes, llegó el esperado desahogo. No fue un festejo, pero fue un grito ansiado, contenido. De bronca, de liberación, de sentir que la pesadilla había terminado.
Aquel campeonato de segunda división que River ganó con lo justo, luchando contra factores externos y contra sus propios fantasmas, sentó las bases para el futuro y marcó un nuevo punto de partida. Estaba claro el lugar al que nunca se debía volver y lo que no se tenía que hacer para evitar repetir errores del pasado.
Todo lo que vino después ya es parte de la historia. El recambio dirigencial que trajo otro aire, la vuelta de Ramón Díaz con su aura ganadora, los primeros títulos en la era post-descenso y el salto de calidad que implicó la llegada de Marcelo Gallardo al banco de suplentes.
Pero esa marca en la piel que aún conservan los riverplatenses, ese aprendizaje imprescindible, hace obligatorio recordar en cada aniversario a quienes pusieron el pecho en aquel entonces. Ocho años más tarde, el River que volvió superó al que nunca se había ido.