Lo vivido antes, durante y después del motín en Palmasola en medio del temor al enemigo invisible, el coronavirus

Régimen Penitenciario ordenó el aislamiento de los pabellones 4, 13 y 31 del régimen abierto. Se esperan los resultados para saber si el preso que murió en las puertas de un hospital era portador del Covid-19 que ya convive con los internos del penal

Christian Gabriel Peña Y Lillo
El Deber
La lluvia que cayó en la ciudad desde la noche del lunes y que este martes llenó calles y avenidas de la urbe cruceña, enfrió también los ánimos caldeados de los internos del penal de Palmasola, que en el inicio de la noche del lunes se reunieron y exigieron, a gritos, medidas de bioseguridad, médicos y celeridad en los indultos.


La bronca mezclada con temor al enemigo invisible (el coronavirus) se fue caldeando en el reclusorio más grande y poblado del país desde hace un par de semanas. Los reos habían hecho saber que estaban cansados de que no ingresen las visitas, ya que desde la aplicación de la cuarentena por el Covid-19 solo entran al penal bolsas plásticas (mal desinfectadas) con los requerimiento de los casi 6.000 reclusos.

Poco después y ante el incremento exponencial de los contagios en la ciudad, también exigieron dejar de salir del penal a las audiencias judiciales. Adelantaron su pedido de más medidas de bioseguridad en el interior de los 31 pabellones que conforman el régimen abierto y los restantes espacios carcelarios, como el área de mujeres, Chonchocorito, el área de máxima seguridad PC-7, el área para expolicías y exautoridades, y el espacio para los enfermos y personas afectadas por la tuberculosis.

La noche del lunes, tras conocerse oficialmente que sus dos compañeros de encierro habían muerto por coronavirus, el pánico se apoderó de los reos. "La gente comenzó a reclamar, todos se preguntaban si estuvieron en contacto con los fallecidos, incluso se intentó aislar a algunos, pero no se pudo", explicó un reo desde el interior de 'la bestia', que hace un par de semanas vivía con normalidad ofreciendo droga por las noches en los pasillos y haciendo deportes o artes marciales para matar el tiempo.


De un momento a otro y con el contexto que se había vivido hasta antes de las 19:00 del lunes, más de un centenar de reclusos, se reunieron en el ingreso del PC-4 gritando y con pancartas de cartulina para reclamar atención. Todo se desarrolló a pocos metros de puerta metálica del régimen abierto. Pedían seguridad y atención para los posibles casos sospechosos del Covid-19.

Minutos después llegó un gran contingente de policías, porque los informes de Inteligencia adelantaron que el motín podía salirse de control y que en realidad, como sucede en casi todas las movilizaciones carcelarias, habían gestores del movimiento que estaban preparando algo diferente por detrás, como pasó aquella vez que los internos movidos por Oti (mandamás asesinado por otro reo en Chonchocoro de La Paz) pidieron dejar que los niños se queden en el penal y, mientras tanto, quisieron acabar con los presos que estaban en un pabellón exclusivo para exautoridades y expolicías.

"Cuando llegamos al penal vimos que los líderes de la movilización eran los mismos de siempre, 'pitufos' (personas drogodependientes que viven en el penal) que son movidos por otros y que gritaban las consignas de todos", apuntó un policía que acudió la noche del lunes al reclusorio, hasta las puertas mismas de las fauces de la 'bestia'.

"Vimos que no era necesario intervenir, aunque dimos un plazo para que todo vuelva a la normalidad. Advertimos que en caso de que continuará la protesta, nos veríamos en la necesidad de ingresar por la fuerza", explicó el uniformado, que se quedó en el sitio hasta cuando los ánimos se calmaron bajo la promesa de aumentar las medidas de bioseguridad y de vbuscar una mejor manera para tratar a los posibles enfermos que por el momento tienen como único espacio de aislamiento preventivo cuatro camas en lo que fuera la comisaría policial del penal, luego convertida en la guardería de Palmasola.


Además, el agente relató una de las escenas más duras que se han vivido en este tiempo de coronavirus, la de una persona que fue evacuada en un micro policial desde el régimen abierto, con síntomas de portar el coronavirus y que murió en las puertas del hospital San Juan de Dios, nosocomio al que había sido llevado para buscar que le salven la vida.

"No se pudo hacer nada, nos dijeron que esperemos, que no había espacio y los policías se tuvieron que quedar esperando, mientras el recluso murió frente a ellos, sin que nadie pueda hacer nada", aseguró el uniformado. Dijo que en las clínicas privadas piden $us 10.000 como garantía para aceptar un enfermo de coronavirus.

"De dónde un preso puede sacar ese dinero, eso es imposible", aseguró el policía, que además admite que faltan medidas de bioseguridad para sus camaradas y que en general los penales serán siempre los más expuestos a este tipo de situaciones.

"Los presos y los policías viven momentos y situaciones muy duras, como ver la muerte de uno de ellos y sin que puedan hacer nada", apuntó el policía.

Ahora, este martes, el penal despertó como si nada hubiera pasado, aunque en el interior hubo reacciones de violencia como el intento de saqueo de la farmacia de régimen abierto. Pero la calma se respira dentro, de acuerdo al testimonio de algunos reclusos, que además indicaron que por orden de Régimen Penitenciario los pabellones 4, 13 y 31 están en aislamiento, aunque bajo la responsabilidad y seguridad de los mismos reclusos.

El pabellón 4 era el "hogar" del primer fallecido; 13 la casa de la segunda víctima del Covid-19 en el penal y el último pabellón era el espacio del día a día de un hombre que ahora está entubado en un centro médico de la ciudad.

El bote (espacio de confinamiento que usan los reos para castigar a los indisciplinados) del régimen abierto fue abierto y todos sus habitantes salieron a los pasillos del penal. La posta de salud, que está en el interior de la ‘bestia’, solo atiende casos de emergencias, en espera de los resultados del hombre que murió en las puertas de un centro médico en tiempos de cuarentena, en tiempos de coronavirus en Santa Cruz.

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