La Novena de Iker Casillas
Oporto, AS
Se cumplen 18 años de la conquista de la novena Champions del Real Madrid ante el Bayer Leverkusen en Glasgow con la volea de Zidane y las decisivas paradas del mostoleño.
Hoy es el día de San Isidro, patrón de los madrileños y símbolo de un día que dejó huella en la historia de la Champions. El 15 de mayo de 2002 marcó Zidane el mejor gol de las finales de las Copas de Europa, con su famosa volea tras un centro astronáutico de Roberto Carlos.
Pero aunque los libros de Historia se queden lógicamente con la trascendencia estética y resultadista del golazo del marsellés, aquella Novena no habría sido posible sin la irrupción estelar de Casillas. El canterano estaba hundido en el banquillo, dado que en esa temporada fue César el titular en buena parte del curso.
Pero el extremeño tuvo el infortunio de lesionarse y eso permitió a Iker, ganando 2-1 al Bayer Leverkusen, jugar esos últimos quince minutos en los que los alemanes atacaban como lobos hambrientos en busca del gol que les diese la prórroga. Pero en ese cuarto de hora mágico el mostoleño hizo tres intervenciones prodigiosas, amargando la velada a Ballack, Berbatov y compañía. Iker lloró de alegría y de rabia con el pitido final. Pidió a su madre que no viajase a Glasgow para que no le diera pena verle de suplente. Pues un asa de la Novena es de su hijo...
Se cumplen 18 años de la conquista de la novena Champions del Real Madrid ante el Bayer Leverkusen en Glasgow con la volea de Zidane y las decisivas paradas del mostoleño.
Hoy es el día de San Isidro, patrón de los madrileños y símbolo de un día que dejó huella en la historia de la Champions. El 15 de mayo de 2002 marcó Zidane el mejor gol de las finales de las Copas de Europa, con su famosa volea tras un centro astronáutico de Roberto Carlos.
Pero aunque los libros de Historia se queden lógicamente con la trascendencia estética y resultadista del golazo del marsellés, aquella Novena no habría sido posible sin la irrupción estelar de Casillas. El canterano estaba hundido en el banquillo, dado que en esa temporada fue César el titular en buena parte del curso.
Pero el extremeño tuvo el infortunio de lesionarse y eso permitió a Iker, ganando 2-1 al Bayer Leverkusen, jugar esos últimos quince minutos en los que los alemanes atacaban como lobos hambrientos en busca del gol que les diese la prórroga. Pero en ese cuarto de hora mágico el mostoleño hizo tres intervenciones prodigiosas, amargando la velada a Ballack, Berbatov y compañía. Iker lloró de alegría y de rabia con el pitido final. Pidió a su madre que no viajase a Glasgow para que no le diera pena verle de suplente. Pues un asa de la Novena es de su hijo...