El coronavirus y la economía: "El virus del nacionalismo económico nos puede hacer caer en la trampa en la que caímos en los años 30"
Redacción, BBC
La pandemia de coronavirus encontró a Monica de Bolle escribiendo un libro sobre nacionalismo económico.
Investigadora senior del Peterson Institute for International Economics (PIIE), en Washington, DC, y exdirectora de Estudios Latinoamericanos y Mercados Emergentes en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, De Bolle ha visto un resurgimiento de esta tendencia en los últimos años.
La pandemia de coronavirus encontró a Monica de Bolle escribiendo un libro sobre nacionalismo económico.
Investigadora senior del Peterson Institute for International Economics (PIIE), en Washington, DC, y exdirectora de Estudios Latinoamericanos y Mercados Emergentes en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins, De Bolle ha visto un resurgimiento de esta tendencia en los últimos años.
Como si se tratara de un virus peligroso, argumenta, se ha expandido más allá de la victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos y del Brexit en el Reino Unido, ganando terreno en distintas partes del mundo.
El nacionalismo económico -entendido como las políticas que promueven los intereses nacionales a expensas de los intereses extranjeros- también ha tomado fuerza en América Latina.
Con un discurso político que defiende a las empresas locales y rechaza a los inmigrantes y los bienes importados, el nacionalismo económico está recibiendo ahora un impulso adicional en medio de la pandemia, dice la investigadora.
Esta es una versión editada de la entrevista de BBC Mundo con Monica de Bolle.
¿Cuál es el vínculo entre nacionalismo económico y nacionalismo político?
Históricamente el vínculo no siempre ha sido el mismo. En el siglo XIX, por ejemplo, Alemania era muy nacionalista en términos políticos, pero no muy nacionalista cuando se trataba de políticas económicas.
Estados Unidos, en cambio, era mucho más nacionalista en términos de políticas económicas, pese a que el discurso político no estaba de ninguna manera cerca del nacionalismo alemán.
Algunos ejemplos históricos nos muestran que el nacionalismo económico y el político no siempre van juntos, aunque a menudo sí lo hacen.
Muchas veces se asocia el populismo con las tendencias nacionalistas políticas y económicas. ¿Cómo funciona esa relación?
En el actual ciclo de nacionalismo económico hay claros vínculos con el populismo. Los partidos clasificados como populistas en esta época son habitualmente partidos que tienen un claro discurso económicamente nacionalista.
Sobre ese punto, usted ha planteado que existe una corriente cíclica de nacionalismo económico en la historia, en el sentido de que han existido distintas olas.
Así es. Cuando examinamos la historia, vemos que hay una ola de nacionalismo económico en el siglo XIX en los países que intentaban ponerse al día con el desarrollo industrial del Reino Unido.
Luego viene una segunda ola en la década de 1930, bastante motivada por la Gran Depresión y el sentimiento político de esa época.
Después está la ola del período de posguerra cuando el nacionalismo económico regresa una vez más, tanto en países desarrollados como en países en vías de desarrollo.
Entonces lo que vemos en distintos momentos de la historia es este constante resurgimiento del nacionalismo económico.
Si miramos el ciclo actual del nacionalismo económico, en medio de la pandemia de coronavirus, algunos expertos dicen que se ha transformado en una infección oportunista, ¿cuál es su opinión?
En el ciclo actual, el nacionalismo económico es una infección. Estamos viendo políticas y discursos asociados con el nacionalismo económico que son muy atractivos para los votantes.
Hay un mismo tipo de discurso que se repite en distintas partes del mundo en los llamados partidos nacionalistas populistas. Las similitudes son sorprendentes, hay una convergencia en el tono y en el tipo de lenguaje que es muy impresionante.
En ese sentido, ¿puede el virus del nacionalismo económico llegar a ser incluso peor que el propio coronavirus?
Puede ser, porque es muy fácil caer en una pendiente resbaladiza y alejarse hacia algo que es mucho más agresivo contra otros países, un poco como lo que vimos en los años 30.
¿Cuál es el principal riesgo?
El virus del nacionalismo económico nos puede hacer caer en una trampa, el mismo tipo de trampa en la que caímos en los años 30, cuando los países deciden seguir su propio camino a expensas de todos los demás.
Entonces todos los países se vuelven más proteccionistas, aparecen guerras comerciales por todos lados y sabemos, por la experiencia que tuvimos en esa época, que esto termina dañando a todos.
No nos lleva a una recuperación, nos lleva a una situación mucho peor.
Pero las personas que defienden el nacionalismo económico aseguran que en la medida que seamos más proteccionistas, vamos a fortalecer la producción local, tendremos más puestos de trabajo y dependeremos menos de otros países…
Eso no se ajusta a la realidad. Puedes tener esa retórica nacionalista y aplicar algunas políticas en esa dirección, pero lo que va a pasar con el tiempo es que los problemas económicos van a aparecer después de que esos políticos hayan dejado sus cargos.
Por lo tanto no se ve inmediatamente el daño que causa el nacionalismo económico. Las consecuencias se ven más adelante.
¿Dónde está creciendo el nacionalismo económico con mayor fuerza, en qué países?
Definitivamente está creciendo en Estados Unidos. Ha aumentado en otros países como Turquía, por ejemplo. También ha crecido enormemente en China.
La hostilidad que existe actualmente entre Estados Unidos y China es el referente, es el conflicto que conduce a lo que está ocurriendo en este ciclo. Y esto tiene paralelos en el pasado.
Cuando miramos el final del siglo XIX, cuando EE. UU. comenzaba a emerger como una potencia global que eventualmente entraría en rivalidad con el Reino Unido, estos países comenzaron a distanciarse del libre comercio y acercarse al proteccionismo.
En los mismos términos que estamos viendo las cosas en la actualidad. Su posición de liderazgo en el mundo en esa época estaba siendo amenazada y pensaron que la única manera de detener este proceso era volcarse al proteccionismo.
Eso es exactamente lo que estamos viendo ahora en Estados Unidos con respecto al crecimiento de China.
¿En qué medida la pandemia puede darle un nuevo impulso al nacionalismo económico?
Al menos en el corto plazo, la pandemia es un impulso adicional para el nacionalismo económico.
Hemos visto que durante esta crisis muchos países se han encontrado en una posición muy dependiente de las cadenas de producción que provienen desde China y otros países.
Eso ha alimentado la percepción de que quizás no deberíamos depender tanto de China, de que deberíamos ser más autosuficientes.
Entonces el instinto de cerrar las fronteras y de ser más proteccionistas para evitar la dependencia, provoca una especie de tentación nacionalista.
Pero esa idea de traer la producción a casa para no depender de las grandes cadenas de producción, de ser autosuficientes, ¿es realmente posible de implementar en un mundo tan globalizado?
En muchos casos no es posible, pero eso no significa que el instinto va a desaparecer.
Al contrario, el instinto proteccionista permanecerá y se puede convertir en terreno fértil para el discurso político.
En términos de llevar el proteccionismo y el desmantelamiento de las cadenas de producción a la práctica, eso es muy difícil de implementar.
Sin embargo, quizás en algunas áreas específicas como el equipamiento médico u otros aspectos relacionados con la industria farmacéutica, podríamos ver cambios.
Muchos países han visto durante la pandemia que su extrema dependencia de la producción en China no ha sido positiva.
Hablemos de América Latina. ¿Ha visto un aumento del nacionalismo económico en la región y si eso es así, en qué países el fenómeno está tomando más fuerza?
En México. México ha sido el país donde una parte de la retórica que estaba en la plataforma política de (Andrés Manuel) López Obrador ha sido llevada a la práctica.
Brasil es un caso raro. El presidente es obviamente un nacionalista, y siempre ha sido un nacionalista, pero sus políticas no son nacionalistas. De hecho, sus políticas van en la dirección contraria, o al menos iban en la dirección contraria hasta antes de la epidemia.
Es una situación particular de ese país, porque cuando la inclinación nacionalista del gobierno se traduce en políticas económicas, se mueve más bien hacia la línea del Partido de los Trabajadores. Es muy raro.
Organismos internacionales anticipan que viene la peor crisis económica desde la Gran Recesión de 1929 como efecto de la pandemia. ¿Cuáles podrían ser las consecuencias en Latinoamérica de una recesión económica global?
La región enfrentará una época extremadamente dramática. Muchos países siguen siendo muy vulnerables, y además la región no ha crecido mucho en el último tiempo.
Hemos visto limitaciones macroeconómicas significativas, pero lo más importante, es que es una región muy inestable políticamente.
Esto lo vimos en las calles hacia el final de 2019, incluso en países donde pensábamos que las instituciones eran fuertes, como Chile. El nivel de descontento e insatisfacción expresado por la gente dice mucho de cómo la región aún es susceptible a revueltas sociales, disturbios políticos y crisis constitucionales.
Brasil, por ejemplo, es un caso para observar. Es un país que está pasando por la epidemia, como todos los demás, de una manera muy poco controlada.
La crisis económica ya está presente en el país y ahora enfrentará una recesión muy profunda. Y encima de todo eso, es un país que va a tener una crisis constitucional debido al presidente.
Y aparte de Brasil, ¿vamos a ver más inestabilidad política en otros países latinoamericanos, con un aumento de las protestas callejeras, como las que vimos el año pasado?
Eso es siempre una posibilidad en Latinoamérica, especialmente con lo que ocurrió hacia finales de 2019.
La única razón por la cual estos sentimientos no se están expresando ahora es porque la gente tiene miedo de ir a protestar a la calle porque puede contagiarse.
Pero el sentimiento básico de mucha gente que está molesta por la desigualdad, la falta de movilidad social, no ha desaparecido. Esas tensiones aún están ahí.
¿Hay alguna manera de contener la expansión del nacionalismo económico en el mundo?
Esto se puede mirar a través de dos escenarios. Podemos tener una respuesta más directa, dependiendo del resultado de las elecciones de noviembre en Estados Unidos.
El resultado será una señal de lo que viene. Si Donald Trump pierde las elecciones, eso cambia el escenario internacional, porque muchos de los nacionalismos en otros países tienden a emular lo que está pasando en EE.UU.
Si eso ocurre, se podría disipar una parte importante de las fuerzas que empujan el nacionalismo económico en otros países.
Pero mirando hacia el futuro, viene un período en el que estaremos enfocándonos en la reconstrucción económica después de la pandemia, casi como si se tratara de un período de posguerra.
En este punto me siento más optimista, porque en algún momento será inevitable que los países trabajen juntos para recuperar la economía.
Si miramos el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, como un punto de referencia, aunque no sea el mejor punto de referencia, en ese momento había muchos países que aún eran muy nacionalistas, pero tuvieron que superar esa inclinación, porque tenían que encontrar un camino para reconstruirse.
El esfuerzo de reconstrucción necesariamente tuvo que ser cooperativo, porque la guerra mostró que las soluciones sin cooperación provocan un desastre.
El mismo tipo de escenario, aunque de una manera distinta, se va a dar en algún momento cuando nos movamos hacia la reconstrucción de la economía global. Tendrá que haber algún tipo de coordinación internacional.
Quizás nos organizaremos alrededor de otros pilares, pero ese será un resultado natural, eso es lo que espero.