Vargas Llosa recuerda su niñez en Cochabamba, dice que ahí pasó lo más importante de su vida
El escritor peruano rememora en su última columna sus días en Bolivia. Recuerda su primer día de clases en el colegio La Salle y al profesor que le enseñó a leer
El Deber
La última columna del escritor peruano Mario Vargas Llosa, publicada en El País, es un homenaje a su niñez en Cochabamba y a lo que él califica como el acontecimiento más importante de su vida: aprender a leer.
Vargas Llosa inicia el texto rememorando su primer día de clases en el colegio La Salle, donde su mamá lo entregó al hermano Justiniano a quien recuerda como "un ángel caído en la tierra. Tenía los cabellos blancos y unos ojos dulces y entrañables. Nos tomaba de la mano y con él cantábamos y bailábamos rondas repitiendo el abecedario y las conjugaciones, y así, jugando, a los seis meses sabíamos leer".
El autor de La ciudad y los perros dice que gracias a la lectura "ese mundo pequeñito de Cochabamba se volvió el universo. Gracias a los signos que convertía en palabras y en ideas, viajaba por el planeta y podía, incluso, retroceder en el tiempo y convertirme en mosquetero, cruzado, explorador, o viajar por el espacio hacia el futuro en naves silenciosas. Mi mamá dice que la primera manifestación de lo que, con los años, sería una vocación literaria, fue que, cuando los finales de los cuentos y novelas que leía no me gustaban, con mi letra torpe de entonces los cambiaba. Yo no lo recuerdo, pero sí las horas que me pasaba leyendo cada día, después de volver de La Salle y tomar mi vaso de leche fría con canela, mi alimento preferido".
Vargas Llosa señala en el texto todo lo bueno que le ha dado la afición a la lectura. Dice, por ejemplo, que los buenos libros no solo producen felicidad, sino también enseñan a hablar bien, a pensar con audacia, a fantasear, y crean ciudadanos críticos, "recelosos de las mentiras oficiales de ese arte supremo del mentir que es la política".
El autor añade que la lectura lo ha ayudado a sortear en los pasajes oscuros de su vida. "Sin la literatura me habría suicidado en ese periodo atroz en que supe que mi padre estaba vivo, cuando me llevó a vivir con él y me hizo descubrir la soledad y el miedo", escribió.
El Deber
La última columna del escritor peruano Mario Vargas Llosa, publicada en El País, es un homenaje a su niñez en Cochabamba y a lo que él califica como el acontecimiento más importante de su vida: aprender a leer.
Vargas Llosa inicia el texto rememorando su primer día de clases en el colegio La Salle, donde su mamá lo entregó al hermano Justiniano a quien recuerda como "un ángel caído en la tierra. Tenía los cabellos blancos y unos ojos dulces y entrañables. Nos tomaba de la mano y con él cantábamos y bailábamos rondas repitiendo el abecedario y las conjugaciones, y así, jugando, a los seis meses sabíamos leer".
El autor de La ciudad y los perros dice que gracias a la lectura "ese mundo pequeñito de Cochabamba se volvió el universo. Gracias a los signos que convertía en palabras y en ideas, viajaba por el planeta y podía, incluso, retroceder en el tiempo y convertirme en mosquetero, cruzado, explorador, o viajar por el espacio hacia el futuro en naves silenciosas. Mi mamá dice que la primera manifestación de lo que, con los años, sería una vocación literaria, fue que, cuando los finales de los cuentos y novelas que leía no me gustaban, con mi letra torpe de entonces los cambiaba. Yo no lo recuerdo, pero sí las horas que me pasaba leyendo cada día, después de volver de La Salle y tomar mi vaso de leche fría con canela, mi alimento preferido".
Vargas Llosa señala en el texto todo lo bueno que le ha dado la afición a la lectura. Dice, por ejemplo, que los buenos libros no solo producen felicidad, sino también enseñan a hablar bien, a pensar con audacia, a fantasear, y crean ciudadanos críticos, "recelosos de las mentiras oficiales de ese arte supremo del mentir que es la política".
El autor añade que la lectura lo ha ayudado a sortear en los pasajes oscuros de su vida. "Sin la literatura me habría suicidado en ese periodo atroz en que supe que mi padre estaba vivo, cuando me llevó a vivir con él y me hizo descubrir la soledad y el miedo", escribió.