“Señor ministro, señora presidenta, señora alcaldesa, nosotros también somos seres humanos”, clama el personal de salud
La falta de acceso al material de bioseguridad y la coordinación entre centros de salud, pone al límite al personal que atiende a pacientes con coronavirus. Esto puede desembocar en protestas desde mañana
Pablo Ortiz
El Deber
La imposibilidad de dotar a todo el personal de salud con el equipo de bioseguridad idóneo para tratar a personas con coronavirus, amenaza con desembocar en protestas en plena emergencia sanitaria por la pandemia global. En los hospitales San Juan de Dios, de Niños y El Bajío, la situación se tensa cada día, mientras que las autoridades de salud están con las manos atadas, ya que no hay de dónde comprar todo el equipamiento requerido.
“También tenemos hijos, padres, hermanos. Señor ministro, señora presidenta, señora alcaldesa, somos seres humanos”, clama una enfermera del Hospital El Bajío, notoriamente estresada.
Es parte del personal de emergencias de ese centro, que ya tiene 12 profesionales aislados por haber estado en contacto con una persona que falleció por coronavirus.
Esta semana, la situación de mayor tensión se produjo cuando en la sala Covid-19, donde se destina a los enfermos sospechosos de tener la enfermedad, falleció un paciente. Como la morgue del hospital ha sido declarada morgue judicial, no podían trasladar el cuerpo. “Se convirtió en un partido de fútbol. Llamamos al Sedes, donde nos dijeron que llamemos al director de nuestro hospital. 19 horas estuvo ahí el óbito”, denunció una enfermera.
No es la primera vez que esto ocurre. Hace dos semanas, la misma situación se presentó en el hospital de La Pampa de la Isla, hasta que un enfermero se animó a tocar el cuerpo y prepararlo para su entierro en doble bolsa sellada, antes de trasladarlo a la morgue. Pese a que estaba con todas las medidas dictadas por el protocolo de seguridad, la sola presencia del cuerpo provocó el cierre de la morgue judicial y su traslado al Bajío del Oriente, donde ahora no tienen dónde poner a las personas que fallecen y son sospechosas de estar infectadas por coronavirus.
Con el fallecido allí, las enfermeras tuvieron que internar a dos personas más, también sospechosas de esta enfermedad. Al final, el subdirector del hospital, según una dirigente del sindicato de enfermeras, tuvo que contratar una camioneta y con ayuda de dos enfermeros, trasladar el cuerpo hasta la morgue del hospital de la Pampa de la Isla, habilitada para pacientes Covid-19. "Hasta los familiares desaparecieron. ¿Se imagina que sea un caso positivo y la contaminación que pudo generar todo esto?", pregunta la dirigente.
“Somos enfermeras, nadie nos escucha, nadie nos apoya”, se queja otra profesional. Explica que solo tienen el mameluco blanco, pero apenas lo rozan o le derraman alcohol y se rompe. Utilizan barbijos quirúrgicos en lugar de los que vienen con filtros para partículas N 95, que han desaparecido del mercado. No tienen máscaras faciales ni gorros.
La falta de material en el mercado, ha hecho que las autoridades les pidan al personal de salud que traten de reutilizar los mamelucos y si recibieron un barbijo N 95, tiene que durar dos semanas. Las enfermeras explican que, a las cuatro horas de ponerse el mameluco de seguridad, pareciera que hubiera llovido dentro de él. “Nos mojamos y secamos en el traje durante 12 horas y encima quieren que lo lavemos y lo reutilicemos”, cuenta.
La falta de salas apropiadas para aislar a los pacientes también es una preocupación de las enfermeras. Les han pedido que los sospechosos de coronavirus también utilicen el baño de las enfermeras y que amplíen la zona de aislamiento a la sala de pediatría, algo que les parece inadmisible. “Ni el Gobierno ni el municipio nos han dotado de material de bioseguridad. La presidenta nos ha prometido un seguro de vida y un seguro de salud. Están esperando que nosotros nos muramos para hacer algo”, se queja una enfermera joven.
Esto, la situación laboral de los médicos, enfermeras y personal de salud, es otro punto caliente de la relación actual entre los trabajadores y los empleadores. La mayoría del personal de los hospitales y centros de salud trabajan bajo contrato temporales y no tenían seguro de salud antes del anuncio de la presidenta Jeanine Áñez.
Esto además ha provocado denuncias de médicos de un trato diferenciado para los profesionales con ítem y los con contratos. Aseguran que los médicos con ítem están en segunda línea, atendiendo a pacientes comunes internados en el hospital, mientras que los que están bajo contratos, son destinados a la emergencia.
En peor situación se encuentran los que están haciendo el internado de medicina en los hospitales escuelas. Por lo general ellos están aún más en contacto con los pacientes que sus profesores, con las voces embargadas por el reglamento y sin la posibilidad de afiliarse a ningún sindicato que defienda sus intereses.
Raúl Hevia, secretario municipal de Salud, explica que solo para la red municipal se necesitan 3.500 mascarillas por día y el suministro de este material es escaso. Ha hecho gestiones para conseguirlas desde China, porque en los países vecinos están en la misma situación, por lo que los insumos tardarán en llegar.
Hospital de Niños
La misma situación de nerviosismo viven los trabajadores de salud del Hospital de Niños. Una representante del sindicato de médicos explica que el foco de conflicto está en los trabajadores de base, que mañana a las 8:00 tendrán una reunión para definir medidas. Ella no sabe si esto derivará en algún tipo de protesta, pero explica que la molestia es creciente. “Es parte del nerviosismo, de la histeria por la enfermedad. Nos falta equipamiento. En la Gobernación dicen que entregan una cosa, pero al hospital nos llega otra. No hay barbijos N 95, usamos barbijos quirúrgicos y de tela”, describe.
La médica es consciente de que las autoridades no dan el equipamiento que ansía el personal porque no hay de dónde comprarlo. “Es como un bebé que llora por hambre y su madre no tiene dinero para comprar leche”, explica. Dice que incluso los pocos que aparecen en el mercado informal tienen un precio prohibitivo para el personal de salud, que estaría dispuesto a comprarlo para seguir trabajando.
“Esperemos que esto no nos lleve a lo que sucedió en otros países, donde hubo renuncias masivas”, dice.
Hospital San Juan de Dios
A pocas cuadras del hospital de Niños está el San Juan de Dios, un nosocomio de referencia para el Covid-19, donde los trabajadores de salud sin licenciatura decidieron tomar el toro por las astas y compraron su propio material de bioseguridad. Clotilde López, ejecutiva del sindicato de trabajadores de base, explica que tomaron dinero del aporte de sus afiliados para comprar batas, barbijos, gafas de seguridad, botas y chulos para todo el personal de base del hospital, algo que no fue bien recibido por los directivos del hospital.
“No solo son los héroes, los ángeles de blanco. También hay héroes de celeste”, dice, en referencia a los auxiliares de enfermería, personal de limpieza, camilleros, cocineros, lavanderas, administrativos que trabajan en los hospitales.
Explica que todos los trabajadores están firmes en el servicio, pero el hospital no tiene los recursos para darle la misma indumentaria a todos.
En el San Juan de Dios, como en el resto de los hospitales de Santa Cruz, se ha dotado del material de bioseguridad categoría 4 a las emergencias, las salas covid, las terapias intensivas y los servicios especiales (imagenología y laboratorios), pero no así al resto del personal que, en teoría, no debería estar en contacto directo con los pacientes y que, con barbijos quirúrgicos y batas normales, estarían exentos de enfermar.
Sin embargo, esta situación ideal no se cumple. En muchos casos, el triaje ha fallado y pacientes que son clasificados por otras dolencias terminan siendo diagnosticados por coronavirus días más tarde.
Eso fue lo que gatilló la compra del sindicato del San Juan de Dios. Sin embargo, la dirigente asegura que el personal de epidemiología del nosocomio no está de acuerdo con la medida. “Si algo nos sucede, no podríamos seguir atendiendo”, dice López, que dirige un sindicato de 495 obreros de la salud.
Fernando Cuéllar, gerente del San Juan de Dios, niega que se les haya prohibido utilizar los trajes de seguridad comprados por el sindicato. Explica que es el personal de epidemiología el que determina quién necesita el equipo de bioseguridad, los mamelucos blancos, las botas, los barbijos N 95, los gorros, guantes y botas. La unidad del San Juan de Dios ha priorizado a la sala de emergencia, laboratorio, terapia intensiva y quirófano. Ellos están en primera línea.
En la segunda línea de riesgo, reciben el mismo material, con excepción de los mamelucos y los barbijos N 95. Señala que no hay diferencia entre licenciados y trabajadores de base. Todos los que trabajan en primera línea de riesgo reciben el traje completo de bioseguridad.
Las autoridades locales de salud no han dado las cifras de médicos y enfermeras que se han contagiado con coronavirus hasta el momento. Solo se conocen los casos de una enfermera fallecida en Montero, otra contagiada en Roboré, un médico diagnosticado en Warnes y 12 profesionales en El Bajío.
No se sabe la cantidad de médicos y enfermeras que fueron aislados en el hospital Japonés, tras uno de los primeros pacientes fallecidos. En Potosí, por ejemplo, hay 30 médicos aislados. En Italia, uno de cada nueve médicos que entró en contacto con pacientes, terminó contagiado. En algunas regiones de España, como Segovia, la mitad de las enfermeras fueron diagnosticadas con Covid-19.
Pablo Ortiz
El Deber
La imposibilidad de dotar a todo el personal de salud con el equipo de bioseguridad idóneo para tratar a personas con coronavirus, amenaza con desembocar en protestas en plena emergencia sanitaria por la pandemia global. En los hospitales San Juan de Dios, de Niños y El Bajío, la situación se tensa cada día, mientras que las autoridades de salud están con las manos atadas, ya que no hay de dónde comprar todo el equipamiento requerido.
“También tenemos hijos, padres, hermanos. Señor ministro, señora presidenta, señora alcaldesa, somos seres humanos”, clama una enfermera del Hospital El Bajío, notoriamente estresada.
Es parte del personal de emergencias de ese centro, que ya tiene 12 profesionales aislados por haber estado en contacto con una persona que falleció por coronavirus.
Esta semana, la situación de mayor tensión se produjo cuando en la sala Covid-19, donde se destina a los enfermos sospechosos de tener la enfermedad, falleció un paciente. Como la morgue del hospital ha sido declarada morgue judicial, no podían trasladar el cuerpo. “Se convirtió en un partido de fútbol. Llamamos al Sedes, donde nos dijeron que llamemos al director de nuestro hospital. 19 horas estuvo ahí el óbito”, denunció una enfermera.
No es la primera vez que esto ocurre. Hace dos semanas, la misma situación se presentó en el hospital de La Pampa de la Isla, hasta que un enfermero se animó a tocar el cuerpo y prepararlo para su entierro en doble bolsa sellada, antes de trasladarlo a la morgue. Pese a que estaba con todas las medidas dictadas por el protocolo de seguridad, la sola presencia del cuerpo provocó el cierre de la morgue judicial y su traslado al Bajío del Oriente, donde ahora no tienen dónde poner a las personas que fallecen y son sospechosas de estar infectadas por coronavirus.
Con el fallecido allí, las enfermeras tuvieron que internar a dos personas más, también sospechosas de esta enfermedad. Al final, el subdirector del hospital, según una dirigente del sindicato de enfermeras, tuvo que contratar una camioneta y con ayuda de dos enfermeros, trasladar el cuerpo hasta la morgue del hospital de la Pampa de la Isla, habilitada para pacientes Covid-19. "Hasta los familiares desaparecieron. ¿Se imagina que sea un caso positivo y la contaminación que pudo generar todo esto?", pregunta la dirigente.
“Somos enfermeras, nadie nos escucha, nadie nos apoya”, se queja otra profesional. Explica que solo tienen el mameluco blanco, pero apenas lo rozan o le derraman alcohol y se rompe. Utilizan barbijos quirúrgicos en lugar de los que vienen con filtros para partículas N 95, que han desaparecido del mercado. No tienen máscaras faciales ni gorros.
La falta de material en el mercado, ha hecho que las autoridades les pidan al personal de salud que traten de reutilizar los mamelucos y si recibieron un barbijo N 95, tiene que durar dos semanas. Las enfermeras explican que, a las cuatro horas de ponerse el mameluco de seguridad, pareciera que hubiera llovido dentro de él. “Nos mojamos y secamos en el traje durante 12 horas y encima quieren que lo lavemos y lo reutilicemos”, cuenta.
La falta de salas apropiadas para aislar a los pacientes también es una preocupación de las enfermeras. Les han pedido que los sospechosos de coronavirus también utilicen el baño de las enfermeras y que amplíen la zona de aislamiento a la sala de pediatría, algo que les parece inadmisible. “Ni el Gobierno ni el municipio nos han dotado de material de bioseguridad. La presidenta nos ha prometido un seguro de vida y un seguro de salud. Están esperando que nosotros nos muramos para hacer algo”, se queja una enfermera joven.
Esto, la situación laboral de los médicos, enfermeras y personal de salud, es otro punto caliente de la relación actual entre los trabajadores y los empleadores. La mayoría del personal de los hospitales y centros de salud trabajan bajo contrato temporales y no tenían seguro de salud antes del anuncio de la presidenta Jeanine Áñez.
Esto además ha provocado denuncias de médicos de un trato diferenciado para los profesionales con ítem y los con contratos. Aseguran que los médicos con ítem están en segunda línea, atendiendo a pacientes comunes internados en el hospital, mientras que los que están bajo contratos, son destinados a la emergencia.
En peor situación se encuentran los que están haciendo el internado de medicina en los hospitales escuelas. Por lo general ellos están aún más en contacto con los pacientes que sus profesores, con las voces embargadas por el reglamento y sin la posibilidad de afiliarse a ningún sindicato que defienda sus intereses.
Raúl Hevia, secretario municipal de Salud, explica que solo para la red municipal se necesitan 3.500 mascarillas por día y el suministro de este material es escaso. Ha hecho gestiones para conseguirlas desde China, porque en los países vecinos están en la misma situación, por lo que los insumos tardarán en llegar.
Hospital de Niños
La misma situación de nerviosismo viven los trabajadores de salud del Hospital de Niños. Una representante del sindicato de médicos explica que el foco de conflicto está en los trabajadores de base, que mañana a las 8:00 tendrán una reunión para definir medidas. Ella no sabe si esto derivará en algún tipo de protesta, pero explica que la molestia es creciente. “Es parte del nerviosismo, de la histeria por la enfermedad. Nos falta equipamiento. En la Gobernación dicen que entregan una cosa, pero al hospital nos llega otra. No hay barbijos N 95, usamos barbijos quirúrgicos y de tela”, describe.
La médica es consciente de que las autoridades no dan el equipamiento que ansía el personal porque no hay de dónde comprarlo. “Es como un bebé que llora por hambre y su madre no tiene dinero para comprar leche”, explica. Dice que incluso los pocos que aparecen en el mercado informal tienen un precio prohibitivo para el personal de salud, que estaría dispuesto a comprarlo para seguir trabajando.
“Esperemos que esto no nos lleve a lo que sucedió en otros países, donde hubo renuncias masivas”, dice.
Hospital San Juan de Dios
A pocas cuadras del hospital de Niños está el San Juan de Dios, un nosocomio de referencia para el Covid-19, donde los trabajadores de salud sin licenciatura decidieron tomar el toro por las astas y compraron su propio material de bioseguridad. Clotilde López, ejecutiva del sindicato de trabajadores de base, explica que tomaron dinero del aporte de sus afiliados para comprar batas, barbijos, gafas de seguridad, botas y chulos para todo el personal de base del hospital, algo que no fue bien recibido por los directivos del hospital.
“No solo son los héroes, los ángeles de blanco. También hay héroes de celeste”, dice, en referencia a los auxiliares de enfermería, personal de limpieza, camilleros, cocineros, lavanderas, administrativos que trabajan en los hospitales.
Explica que todos los trabajadores están firmes en el servicio, pero el hospital no tiene los recursos para darle la misma indumentaria a todos.
En el San Juan de Dios, como en el resto de los hospitales de Santa Cruz, se ha dotado del material de bioseguridad categoría 4 a las emergencias, las salas covid, las terapias intensivas y los servicios especiales (imagenología y laboratorios), pero no así al resto del personal que, en teoría, no debería estar en contacto directo con los pacientes y que, con barbijos quirúrgicos y batas normales, estarían exentos de enfermar.
Sin embargo, esta situación ideal no se cumple. En muchos casos, el triaje ha fallado y pacientes que son clasificados por otras dolencias terminan siendo diagnosticados por coronavirus días más tarde.
Eso fue lo que gatilló la compra del sindicato del San Juan de Dios. Sin embargo, la dirigente asegura que el personal de epidemiología del nosocomio no está de acuerdo con la medida. “Si algo nos sucede, no podríamos seguir atendiendo”, dice López, que dirige un sindicato de 495 obreros de la salud.
Fernando Cuéllar, gerente del San Juan de Dios, niega que se les haya prohibido utilizar los trajes de seguridad comprados por el sindicato. Explica que es el personal de epidemiología el que determina quién necesita el equipo de bioseguridad, los mamelucos blancos, las botas, los barbijos N 95, los gorros, guantes y botas. La unidad del San Juan de Dios ha priorizado a la sala de emergencia, laboratorio, terapia intensiva y quirófano. Ellos están en primera línea.
En la segunda línea de riesgo, reciben el mismo material, con excepción de los mamelucos y los barbijos N 95. Señala que no hay diferencia entre licenciados y trabajadores de base. Todos los que trabajan en primera línea de riesgo reciben el traje completo de bioseguridad.
Las autoridades locales de salud no han dado las cifras de médicos y enfermeras que se han contagiado con coronavirus hasta el momento. Solo se conocen los casos de una enfermera fallecida en Montero, otra contagiada en Roboré, un médico diagnosticado en Warnes y 12 profesionales en El Bajío.
No se sabe la cantidad de médicos y enfermeras que fueron aislados en el hospital Japonés, tras uno de los primeros pacientes fallecidos. En Potosí, por ejemplo, hay 30 médicos aislados. En Italia, uno de cada nueve médicos que entró en contacto con pacientes, terminó contagiado. En algunas regiones de España, como Segovia, la mitad de las enfermeras fueron diagnosticadas con Covid-19.