Ocho días de angustia: la vida de los bolivianos varados en Huara sin contacto con el Gobierno
Tratan de llevar el momento de la mejor manera. Hay etapas en las que sienten que el mundo se derrumba. Así es la situación de más de 200 bolivianos que están encerrados en un campamento en Huara, Chile, esperando ingresar a su tierra
Ivan Alejandro Paredes
El Deber
Ocho días de angustia y llevan una vida llena de agotamiento. De día el sol es insoportable, y por la noche la temperatura desciende a bajo cero. El desierto en el límite entre Bolivia y Chile es un territorio difícil y en Huara, al lado chileno, están más de 200 vidas que gritan el permiso para volver a su tierra.
Esa congoja se deberá aguantar por lo menos cinco días más. Los bolivianos que están varados a dos horas de la frontera no tienen contacto con el Gobierno y dicen que solo se acercaron autoridades del vecino país. Saben que la logística en su tierra aún está en marcha para recibirlos. La alimentación llega por ayuda del Ejército chileno y se estima que hoy la Organización Mundial para las Migraciones (OIM) llegue a ese punto para entregar comida y gestionar alojamiento.
Alberto H. es uno de los familiares varados en Huara. Relata que su hermana tuvo que salir de Iquique, al norte de Chile, porque no tenía recursos económicos para quedarse en esa ciudad, ya que sus empleadores decidieron cortar el contrato por los factores del coronavirus. Ella es peluquera y el negocio en el que trabajaba tuvo que cerrar debido a que se avecinaba la cuarentena total en esa región.
"Ella está sola allá (en Huara). Me dijo que tiene pocos recursos y que ya no le alcanzaba para comer, menos para un alojamiento. Eso era el martes. Hoy debe estar peor. Lo peor es que el clima afecta mucho en esa región. Por el día hace mucho calor, más de 20 grados (centígrados) y por la noche puede bajar a cero grados (centígrados)", relata el familiar.
Huara está a dos horas, aproximadamente, de Pisiga, el poblado boliviano en plena frontera. Es una pequeña comuna que tiene pocos alojamientos y se caracteriza por ser el desvío para ir a varias ciudades del norte chileno. Ahí hay un control de carabineros y cerca un cuartel del Ejército chileno. Son estas instituciones quienes se encargaron de la alimentación de los más de 200 bolivianos varados en ese lugar. Un lugar desértico, plano y con escaso comercio.
Mónica Quijua es una de las personas que representa a los bolivianos varados en suelo chileno. La delegada relata que el Gobierno transitorio no se contactó con ese grupo y que siguen las decisiones que se asumen a través de medios de comunicación. Comenta que hubo alegría al saber que existió una primera intención para que puedan ingresar, pero luego se enteraron que había una "decisión presidencial" que ponía agonía a sus intenciones de retornar a Bolivia.
"Con nosotros no se contactó ninguna autoridades nacional. Nos enteramos por los medios de comunicación todas las decisiones que se dan allá (en Bolivia). Estamos dispuestos a cumplir lo que el Gobierno nos diga para poder regresar, es lo que se debe hacer, cumplir los protocolos de bioseguridad que dicta la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estamos dispuestos nosotros a aceptar lo que ellos nos propongan", remarca Quijua.
Hoy por la mañana, la canciller Karen Longaric informó que se construye un campamento en la localidad de Pisiga (Oruro) para que los bolivianos varados en Huara ingresen al país en al menos cinco días más. La diplomática recalcó que se logró el apoyo de la Organización Mundial para las Migraciones (OIM) para que suministre alimentos y alojamiento al grupo de perjudicados.
"Es lamentable esta situación. La Cancillería estaba en una posición favorable para el ingreso de nuestros compatriotas, pero se estaba armando una logística adecuada para recibir a los bolivianos y para obligarlos hacer la cuarentena. Hubo casos de absoluto descuido por parte de los bolivianos que no se aislaron para contagiar a sus familiares", sostuvo Longaric.
Daniel Yujra también es parte del grupo varado en Huara. El compatriota dice que gran parte de los varados son trabajadores eventuales en la vecina nación y lamenta que existan cónsules bolivianos en Chile que sugieren que pidan monedas para sobrevivir.
"No estamos en Chile porque queremos contagiarnos, estamos (acá) porque trabajamos. Yo estoy desde el 2 de enero, tengo un trabajo de temporada porque nos vemos obligados a salir por la falta de empleos en Bolivia (…) El cónsul (en Santiago), lo único que atino a decirnos es no nos preocupemos, (que) va a haber gente que nos van a regalar algunas monedas, que nos van a dar algo. Nos dijo que por decisiones de la presidenta (Jeanine Áñez) tienen que quedarse ahí. Eso es lo único que nos dijo el cónsul de Santiago", lamenta el afectado.
Yujra relata lo difícil de la situación en la frontera. Dice que se instalaron carpas en un terreno y que no salen del campamento didpuesto por autoridades chilenas. Además, respetan las disposiciones médicas, ya que un galeno los visita una vez al día para revisarlos y dice remarca que ningún connacional tiene problemas médicos.
En Pisiga el trabajo es lento. Una de las afectadas dice que se comunicaron con autoridades de esa localidad fronteriza y les dijo que no hay ningún acuerdo para instalar el campamento. Longaric aseguró que había avances y que en los próximos días los compatriotas podrán ingresar al país. Los varados no saben cuándo verán a sus familias, menos si podrán cruzar la frontera. Mientras, están pasando días difíciles y tratan de llevarlos de la mejor manera.
Ivan Alejandro Paredes
El Deber
Ocho días de angustia y llevan una vida llena de agotamiento. De día el sol es insoportable, y por la noche la temperatura desciende a bajo cero. El desierto en el límite entre Bolivia y Chile es un territorio difícil y en Huara, al lado chileno, están más de 200 vidas que gritan el permiso para volver a su tierra.
Esa congoja se deberá aguantar por lo menos cinco días más. Los bolivianos que están varados a dos horas de la frontera no tienen contacto con el Gobierno y dicen que solo se acercaron autoridades del vecino país. Saben que la logística en su tierra aún está en marcha para recibirlos. La alimentación llega por ayuda del Ejército chileno y se estima que hoy la Organización Mundial para las Migraciones (OIM) llegue a ese punto para entregar comida y gestionar alojamiento.
Alberto H. es uno de los familiares varados en Huara. Relata que su hermana tuvo que salir de Iquique, al norte de Chile, porque no tenía recursos económicos para quedarse en esa ciudad, ya que sus empleadores decidieron cortar el contrato por los factores del coronavirus. Ella es peluquera y el negocio en el que trabajaba tuvo que cerrar debido a que se avecinaba la cuarentena total en esa región.
"Ella está sola allá (en Huara). Me dijo que tiene pocos recursos y que ya no le alcanzaba para comer, menos para un alojamiento. Eso era el martes. Hoy debe estar peor. Lo peor es que el clima afecta mucho en esa región. Por el día hace mucho calor, más de 20 grados (centígrados) y por la noche puede bajar a cero grados (centígrados)", relata el familiar.
Huara está a dos horas, aproximadamente, de Pisiga, el poblado boliviano en plena frontera. Es una pequeña comuna que tiene pocos alojamientos y se caracteriza por ser el desvío para ir a varias ciudades del norte chileno. Ahí hay un control de carabineros y cerca un cuartel del Ejército chileno. Son estas instituciones quienes se encargaron de la alimentación de los más de 200 bolivianos varados en ese lugar. Un lugar desértico, plano y con escaso comercio.
Mónica Quijua es una de las personas que representa a los bolivianos varados en suelo chileno. La delegada relata que el Gobierno transitorio no se contactó con ese grupo y que siguen las decisiones que se asumen a través de medios de comunicación. Comenta que hubo alegría al saber que existió una primera intención para que puedan ingresar, pero luego se enteraron que había una "decisión presidencial" que ponía agonía a sus intenciones de retornar a Bolivia.
"Con nosotros no se contactó ninguna autoridades nacional. Nos enteramos por los medios de comunicación todas las decisiones que se dan allá (en Bolivia). Estamos dispuestos a cumplir lo que el Gobierno nos diga para poder regresar, es lo que se debe hacer, cumplir los protocolos de bioseguridad que dicta la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estamos dispuestos nosotros a aceptar lo que ellos nos propongan", remarca Quijua.
Hoy por la mañana, la canciller Karen Longaric informó que se construye un campamento en la localidad de Pisiga (Oruro) para que los bolivianos varados en Huara ingresen al país en al menos cinco días más. La diplomática recalcó que se logró el apoyo de la Organización Mundial para las Migraciones (OIM) para que suministre alimentos y alojamiento al grupo de perjudicados.
"Es lamentable esta situación. La Cancillería estaba en una posición favorable para el ingreso de nuestros compatriotas, pero se estaba armando una logística adecuada para recibir a los bolivianos y para obligarlos hacer la cuarentena. Hubo casos de absoluto descuido por parte de los bolivianos que no se aislaron para contagiar a sus familiares", sostuvo Longaric.
Daniel Yujra también es parte del grupo varado en Huara. El compatriota dice que gran parte de los varados son trabajadores eventuales en la vecina nación y lamenta que existan cónsules bolivianos en Chile que sugieren que pidan monedas para sobrevivir.
"No estamos en Chile porque queremos contagiarnos, estamos (acá) porque trabajamos. Yo estoy desde el 2 de enero, tengo un trabajo de temporada porque nos vemos obligados a salir por la falta de empleos en Bolivia (…) El cónsul (en Santiago), lo único que atino a decirnos es no nos preocupemos, (que) va a haber gente que nos van a regalar algunas monedas, que nos van a dar algo. Nos dijo que por decisiones de la presidenta (Jeanine Áñez) tienen que quedarse ahí. Eso es lo único que nos dijo el cónsul de Santiago", lamenta el afectado.
Yujra relata lo difícil de la situación en la frontera. Dice que se instalaron carpas en un terreno y que no salen del campamento didpuesto por autoridades chilenas. Además, respetan las disposiciones médicas, ya que un galeno los visita una vez al día para revisarlos y dice remarca que ningún connacional tiene problemas médicos.
En Pisiga el trabajo es lento. Una de las afectadas dice que se comunicaron con autoridades de esa localidad fronteriza y les dijo que no hay ningún acuerdo para instalar el campamento. Longaric aseguró que había avances y que en los próximos días los compatriotas podrán ingresar al país. Los varados no saben cuándo verán a sus familias, menos si podrán cruzar la frontera. Mientras, están pasando días difíciles y tratan de llevarlos de la mejor manera.