Mujer con 12 hijos espera la solidaridad de la gente para sobrevivir

La familia vive en dos habitaciones alquiladas en el barrio Villa Paraíso. Su marido la abandonó hace nueve meses y ella lucha sola para llevar el pan a su casa

Berthy Vaca J
El Deber
Sandra Espinoza Maita (36) es madre y padre de 12 hijos: el mayor de 18 años y el menor de ocho meses de edad. Viven en la extrema pobreza en dos cuartos alquilados en el barrio Villa Paraíso del Plan Tres Mil, situado en proximidades del vertedero de Normandía.


La existencia de esta familia pobre, como muchas de esta zona, se conoció por una entrevista en la red Unitel, en la que pidió colaboración para garantizar la alimentación de su prole, puesto que la cuarentena nacional por el coronavirus le impide salir a trabajar.

El prolongado encierro ha hecho que consumieran las provisiones que había almacenado. Este viernes miró su despensa y calculó que le queda fideo, arroz y un poco de verduras para tres días, por lo que acudió a la prensa para pedir ayuda.

Dijo que ella necesita Bs 300 cada dos días para comprar víveres, pañales, leche, ropa y otras cosas que requiere su bebé de ocho meses. 10 pesos de pan es muy poco para mis hijos”, manifestó.

La madre y los 11 chicos viven hacinados en dos habitaciones, por las que paga Bs 600 de alquiler, cuyo plazo de cancelación se aproxima. “Tengo que pagar después de que pase esto. La dueña no me ha dicho nada, porque no nos hemos visto todavía”, dijo Sandra, que cría a su numerosa familia como puede desde hace nueve meses, cuando su marido la abandonó.

Cuando todos se mudaron del campo a la ciudad, el marido los mantenía al principio, pero posteriormente su actitud cambió y dejó de proveer alimentos, además de que empezó a agredir física y sicológicamente a su pareja, hasta que se marchó.

La mujer fue a las oficinas de la Defensoría de la Niñez y Adolescencia de El Mechero para ver la forma de que el hombre le pasara pensión. Allí le dijeron que se necesitaban los documentos de todos los niños y le faltaban de algunos. Ante la exigencia, optó por no hacer nada al respecto, pues argumentó que, en vez de perder su tiempo en realizar los trámites, prefería ponerse a trabajar.

“Si no trabajo, mis hijos no comen. Yo hago de todo: de 8:00 a 15:00 hago limpieza en un módulo educativo; el resto de la tarde me pongo a lavar ajeno, cuando me llaman y por las noches me voy a pelar pollos. Mientras tanto, mis hijos mayores cuidan a los más chicos”, indicó Sandra.

En este encierro obligatorio, la mujer no sale ni deja salir de su casa a sus hijos por temor a contraer la enfermedad. Es más, ni siquiera se anima a ir a traer a dos de sus niños, de 11 y de dos años, que antes del anuncio de las restricciones fueron a visitar a su madrina, por la zona de El Mechero, y no pudieron retornar.

Sin esperanza de recibir bono

Sandra sabe del bono que el Gobierno entregará a las familias, cuyos hijos estudien en colegios fiscales o de convenio, pero de nuevo tropieza con las dificultades, pues algunos no tienen documentación.

“No sé si mis hijos van a agarrar ese dinero, porque dos de ellos no tienen documentos. En el caso de una de mis niñas, falta computarizar sus datos, porque están hechos a mano todavía”, explicó la progenitora.

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