Bonos: suplicio y salvación para las personas de la tercera edad

Con la coincidencia del pago del bono Canasta Familiar a partir de hoy, de la Renta Dignidad, la restricción de los números de cédula de identidad y la asfixia económica en la cuarentena, los adultos mayores tuvieron que aguantar largas filas en algunas zonas

Silvana Vincenti
El Deber
Mientras en las redes sociales se cuestionan los bonos entregados por el Estado, en los barrios parecen caer como agua bendita, especialmente en época de cuarentena.


Necesidad, primer día de pago del Bono Canasta Familiar, Renta Dignidad y otros, y restricción para movilizarse según cédula de identidad, generaron confusión, idas en vano y largas filas en ciertos puntos, como la Santos Dumont y tercer anillo externo, el Plan 3.000 y la avenida Cristo Redentor.

EL DEBER hizo un recorrido desde la madrugada y constató que, a pesar de los esfuerzos por facilitar los trámites, estos siguen siendo un tormento para discapacitados, gestantes y personas de la tercera edad, especialmente si se suma la falta de transporte, que afecta más a los barrios alejados, y un clima venteado que pone en riesgo a los cuerpos más frágiles.

Adelaida Silvestre Maldonado (75) llegó desde el barrio Cortez, zona de Los Lotes y noveno anillo, hasta el banco Unión de la avenida Santos Dumont y tercer anillo. La transportó su yerno, que usó como vehículo improvisado su carrito raspadillero. Puso una colcha para amortiguar el impacto del trayecto e hizo ejercicios en plena madrugada. Salieron de casa a las tres de la mañana, y a pesar del esfuerzo encontraron el puesto 92, la constancia figura en el brazo de la señora, plasmada con un marcador. Es la mejor manera de que nadie se avive. Tuvo la suerte de que el carnet de su yerno coincidió con el día de salida de ella.

Consultada, no da importancia a lo molesto o no de la fila, prefiere ser práctica, "si igual hay que hacerla", se resigna. A ella tampoco le incomoda salir tan temprano de casa, ya sabe del asunto. Es vendedora de verduras en los alrededores del mercado Abasto y todos los días, desde hace 20 años, cuando llegó de La Paz, sale a las cuatro de la madrugada, toma el trufi y se dirige a ganarse la vida, cosa que no ha podido hacer estos días porque no tiene modo de movilizarse.

La Renta Dignidad le viene como anillo al dedo, "estábamos viviendo con el guardadito, pero ya se acabó", confiesa. Es que con los cuidados contra el coronavirus, ni su yerno puede salir a vender raspadillo, y lo mismo le pasa a ella con sus verduras. No saben si tienen derecho al bono Canasta Familiar, "creo que los profesores de mi hijo no lo registraron", dice el yerno.

Foto: Adelaida Silvestre con su yerno y junto a su vehículo por necesidad.

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