Anestesiólogo: "Da mucha pena lo que hacen con las cabinas de desinfección, es un negocio indiscriminado"

Naief Barzón, impulsor de las cámaras de descontaminación, inicialmente intrahospitalarias, lamenta que se esté desvirtuando su uso en busca de ganancias y también por desconocimiento

Silvana Vincenti
El Deber
Es anestesiólogo y papá soltero de dos adolescentes. Con la llegada del coronavirus empezó a preocuparse por su seguridad, la de sus hijos, y de las familias del personal médico.


Investigó, se puso en contacto con amigos médicos del hospital Albert Einstein de Brasil, de la clínica Alemana de Chile, con profesionales de México, de las empresas Embol y Pil en Bolivia. Se le metió a la cabeza masificar la presencia de cámaras de descontaminación en los centros de salud para evitar la propagación del virus y empezó a lograrlo, como parte del equipo de voluntarios Respira Bolivia.

Con sus compañeros de causa logró implementar varias en los hospitales de Niños, Japonés, Remanso y San Juan de Dios, pero además de las cámaras, compartió la fórmula del producto para la desinfección, previamente verificada y acorde a la realidad económica nacional.

En este último tiempo, Naief Barzón ha visto multiplicarse la iniciativa. Las cabinas empiezan a estar en mercados, condominios, bancos, etc., presencia que considera errónea, ya que lo que era medida de prevención de uso exclusivamente hospitalario se volvió un negocio, dice que la efectividad de las cabinas en otros contextos es mínima, por no decir nula.

"El uso que se les da ahora es un peligro total, es el negocio del momento. Da mucha pena lo que hacen con las cabinas, es un negocio indiscriminado; los tipos construyen, sueldan, ponen los rociadores, ni tienen cuidado con cuántos mililitros deben rociarse, cuánto tiempo hay que estar sin lavarse las manos o la cara para que la sustancia haga efecto, en cuánto tiempo ya se puede entrar a un lugar de trabajo para que haya garantía de que disminuyó la carga de microorganismos. Me llamaron de tres bancos para que les haga la cabina y les dije que no es viable. Las autoridades los obligan por resolución a poner cabinas afuera de bancos y supermercados, ni siquiera se ponen en el afán de leer y averiguar si funcionan o no", cuestiona.

Según Barzón, la misma situación se repite en condominios, supermercados, mercados, etc. "No sirve para nada porque hay que ver quién prepara la sustancia, quién recarga, cuánto tiempo vas a tener preparada, quién garantiza que la sustancia funciona de verdad y dónde vas a almacenar", dice.

Para ilustrar mejor y diferenciar la efectividad entre hospitales y otros lugares, el anestesiólogo explica que en hospitales los funcionarios de salud entran y salen en turnos específicos; sin embargo, en condominios y mercados o bancos las personas entran y salen a toda hora, tiempo suficiente para que los descontaminantes pierdan propiedades. "Además en los hospitales hay alguien entrenado que prepara la fórmula y recarga la cabina".

Dice que lo que más se utiliza en este momento son alcohol y lavandina, que no son los más efectivos. Según Naief, las cabinas no funcionan para lo que la gente la vende, "nosotros hemos comprobado que las sustancias que más duran es por tres horas, después de ese tiempo, al estar en contacto con la luz, la temperatura y el aire, porque el tanque donde está la sustancia debe tener un respiradero para que entre aire y pueda salir a la cabina, se va a evaporar, perderá su propiedad. Entonces estás echando agua, ya no sirve".

Sobre la lavandina, explica que solo actúa de manera efectiva sobre superficies inertes y no porosas. Dice que el hipoclorito de sodio (lavandina) se inactiva con secreciones humanas, especialmente orales, nasales y bronquiales, que son las principales fuentes transmisoras del virus. "La lavandina es fantástica para limpiar suelas de zapatos porque estas son superficies inertes y no porosas, en cambio la ropa sí absorbe las microgotas de saliva, el hipoclorito también sirve para los mesones y la vajilla", agrega.

En cuanto al alcohol, para que sea lo más efectivo posible requiere de una acción mecánica de fricción, entre otras cosas. "Cuando te ponés al alcohol en las manos te frotás, el alcohol tiene una sustancia tensoactiva que estira y fija a las bacterias, virus y microorganismos. El alcohol no es bactericida, es bacteriostático, por un efecto mecánico de fricción está atacando la pared de los microorganismos a los que se hace fricción, por eso la enfermera fricciona cuando pone una inyección. Si te ponés alcohol tenés que 'sobarte' entero para que haga efecto, además de tener la certeza de que ese alcohol -que es al 70%- no hubiera perdido propiedades; después de tres horas ese alcohol se vuelve al 70%", aclara.

Una alternativa es el amonio cuaternario, pero Barzón observa algunas cosas sobre este producto. Dice que sirve, pero que es tóxico, por eso recomienda el de sexta generación, que es el menos agresivo para el ser humano.

"La desventaja es el precio, tiene que prepararlo alguien que realmente sepa manejar agroquímicos. Si no fuese tóxico, cuando fumigan tu casa no te dirían 'váyase y vuelva mañana', o no dirían 'saque al perro del jardín'. Si no fuera tóxico no usarían máscara los que fumigan para el dengue. Es un veneno", enfatiza.

Buen uso de las cabinas

Con su equipo de trabajo, Naief probó muchas alternativas para usar en las cabinas que deben ubicarse en los sitios indicados; se quedó con cuatro fórmulas efectivas para desinfectar, aunque no todas sostenibles para la economía boliviana.

Según él, hay cuatro fórmulas óptimas, las más aceptadas en el mundo. La primera, la mejor de todas por su poder contra los microorganismos, es la menos viable para el bolsillo nacional. Se trata del agua ozonizada.

"Hemos hecho pruebas y después de diez minutos de exposición se baja de 90 a 99% la cantidad de microorganismos, pero tiene una duración de máximo 30 minutos. Habría que tener una plantita de ozonización para cada cabina y cada plantita cuesta 15 mil dólares", reconoce.

La segunda opción es una mezcla de peróxido de hidrógeno (agua oxigenada), agua destilada y alcohol isopropílico (al 96%). Barzón dice que es excelente porque todos los virus, especialmente los que afectan a las vías aéreas, son muy sensibles al exceso de oxígeno, y que el agua oxigenada, de sobremanera impacta en las superficies que están en contacto con el virus.

"Esta mezcla convierte las superficies en un ambiente hostil para el virus. En este caso, el alcohol que es de 96% y que diluido pasa a ser al 75%, gracias a sus sustancias tensoactivas rompe la pared del virus y lo inactiva (el virus no muere)", explica.

La tercera fórmula, de uso general, es el ácido peracético, con alcohol al 96% y agua. "El ácido peracético es una sustancia muy parecida al vinagre, pero más ácida, que al mezclarse con alcohol se vuelve totalmente alcalina, y el virus no resiste las superficies alcalinas, sumado a que el alcohol lo aniquila. El ácido disuelve grasas, es decir la pared celular del virus; y el alcohol, que adelgaza la pared del virus, ayuda a que el ácido peracético entre e inactive el virus. Es como dejar una persona sin piel", cuenta.

Por último está la fórmula más casera, barata y viable. "Alcohol, que puede ser al 70 o 96%, agua, y -aunque cause gracia- detergente líquido para hornos. Este detergente tiene descontaminantes, sustancias tensoactivas demasiado poderosas que disuelven cualquier tipo de grasa. El alcohol, al ser bacteriostático, hace que el virus se quede quieto, mientras que el limpiahornos se pega a toda la pared del virus y lo aniquila", dice.

A pesar de que da estas sugerencias, Barzón reconoce que en general sigue tratándose de sustancias tóxicas, "todas las que nombré son químicas, sintéticas. Las personas pueden exponerse una a dos veces en 24 horas, como máximo. También hay que tener presente que todas se degradan después de cuatro horas de preparadas, aunque el agua ozonizada se degrada más rápido, en 30 minutos ya no sirve". Y por muy buenas que sean, dice que siguen siendo poco efectivas para mercados y condominios por las razones que ya antes explicó.

Ante la paranoia colectiva y situación económica complicada que genera la cuarentena, dice que mejor que las cabinas de desinfección resultan los pediluvios o baños de pies, ya sea para mercados, condominios o bancos.

"En la entrada se coloca una bandeja con desinfectante para los zapatos y un lavamanos portátil con jabón. Ahí hay un 80% cubierto, manos y pies. Luego te ponés alcohol en gel y ahí están los tres pasos claves que se requieren para entrar a cualquier quirófano", sugiere.

También explica que el problema de solo usar alcohol en gel es que al tener este glicerina, solo actúa por 15 minutos como máximo, por eso aclara que con una buena lavada de manos es suficiente. "La debilidad del virus es que cualquier detergente casero lo inactiva, hasta el limpiavidrios. Ideal es lavarse las manos por 20 segundos y con harta espuma y luego alcohol en gel, que ya es para rematar. La única forma de prevenir es con distancia social y limpieza", enfatiza lo que ya se ha dicho muchas veces.

La fórmula que Barzón ha estado usando en sus cabinas es una que fue aprobada por el Ministerio de Salud de Chile para uso masivo. Media parte de detergente líquido para piso (no lechoso), media de detergente líquido para ropa (no lechoso) y cinco de agua. La explicación científica es que todos los detergentes líquidos para ropa tienen peróxido de hidrógeno. Para que ese peróxido dure más tiempo y no se evapore tiene que unirse a un poderoso desinfectante que tenga sustancias tensoactivas, y todos los limpiapisos tienen amonio cuaternario de cuarta, quinta o sexta generación y sustancias tensoactivas (desengrasantes). "Esta mezcla dura por 24 horas y se usa con un vaporizador", asegura.

Revisó seis marcas de limpiapisos y todas servían, el requisito era que tengan amonio cuaternario de quinta generación, que aparece en las etiquetas. "Y si no figura en ellas, hay que entrar a las especificaciones técnicas o cartilla de seguridad del producto en su página. Si no se encuentra, se puede escanear con el celular el código de barras, siempre que se tenga una app para este fin", dice.

Garantizados por la experiencia y la ciencia

Barzón ya probó la efectividad de todas las fórmulas que sugirió líneas arriba, con ayuda de un luminómetro. En términos técnicos, midió la carga de microorganismos (ATP y ARN). "He visto que en algunos hospitales solo miden ATP (trifosfato de adenosina)", dice.

Lo que más apena a Barzón es que lo que inicialmente fuera un proyecto serio "se hiciera un negocio tan descarado y que engañen a la gente porque no funciona del modo en que ahora se usa".

La idea de que solo fuera destinado al uso intrahospitalario, no para lugares públicos, fue con el objetivo de descontaminar al personal que va de un ambiente a otro dentro de un mismo centro de salud. "Por ejemplo si estás en terapia intensiva con pacientes de coronavirus, salís de ese ambiente y te vas a otro, la idea es no llevar el virus a todas partes. Otras cabinas están diseñadas para cuando el personal de salud sale de trabajar, no cuando entra".

Las cabinas que hizo costaban 620 dólares, incluido un tanque y 50 litros de líquido ya preparado. "Ahora no encontrás en menos de mil dólares. Algunos tienen hasta mil dólares de ganancia", lamenta.

EL DEBER confirmó que algunas de las cabinas que tenían un determinado precio hace una semana, ahora están mucho más caras.

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