Un punto que a nadie arregla
Saúl igualó el gol de Savic en propia puerta. El equipo rojiblanco mejoró en la segunda parte, pero no le dio para ganar a un buen Espanyol que lideró Rdt.
Patricia Cazón
As
Era un partido éste lleno de urgencias. La urgencia de un Espanyol hundido en la tabla, al que ya sólo le vale sumar de tres en tres. La urgencia de un Atlético que no gana fuera y que había visto como ganaba el Sevilla, como ganaba la Real, que no quiere acabar esta Liga fuera de Champions. Ambas chocaban sobre la hierba de Cornellà como placas tectónicas. Terremotos en cada jugada, en cada disputa, balón dividido.
Salieron los dos tan intensos que ninguno parecía pensar con claridad. Sólo ejecutaban. Los ataques articulados en jaurías. Hombres lanzándose sobre las porterías contrarias como si la vida se les fuera en ello. No se habían terminado de sentar los entrenadores en sus bancos cuando Correa obligaba a Diego López a sacar la manopla para evitar el gol en un córner. Al minuto siguiente, primero Wu Lei y después Bernardo, le buscaron al Atleti las cosquillas a balón parado. Ambos toparon con Oblak. Hasta el minuto diez no hubo un respiro. Los dos equipos buscando al otro con todas sus heridas al aire, buscando cauterizar.
Ante la falta de David López y Marc Roca, Abelardo hormigonó el centro del campo. Víctor Sánchez, Iturraspe y pelota al Atlético. Lo de crear para los del Cholo es como subir el Everest sin oxígeno. Una tortura. Y eso que en todo lo demás estaban bien. Se deshacían con facilidad de la buena presión del Espanyol con balones directos a Morata, para plantarse a las puertas del área de Diego López. Pero una vez allí, la venda en los ojos, la nada. Y esa era la diferencia entre Abelardo y Simeone. Mientras uno arrastra sus problemas de gol por todos los campos de Liga, el otro tiene a RdT. Ni falta le hizo tocar un balón para el gol. Bastó su mera presencia.
Abelardo buscaba las cosquillas ahora por la banda Carrasco-Lodi. Uno redebutaba como titular, al otro le persiguen sus sombras en defensa. Entre Javi López y Wu Lei agujerearon al brasileño para enviarle el balón a Raúl de Tomas, que sólo tuvo que intentar rematar. Al tratar de cortarle, Savic envió el balón a su red. 1-0. El Espanyol llevaba al fútbol el grito de Cornellà. Sí se puede. Desde ese momento sólo hubo un equipo. El de casa. El Espanyol amo y señor del marcador y de la hierba. RdT llenándolo todo, convertido en un estado de ánimo, ese grito, sí se puede. Pero Oblak sostuvo al Atleti. Con las uñas desvió primero al travesaño un tirazo de Víctor Sánchez y después una falta de Embarba. La respuesta rojiblanca, una chilena de Felipe, pareció fogueo entre tanto fuego.
Gol de Saúl y el vacuo regreso de Costa en Liga
Todo cambió nada más comenzar la segunda parte. De ella emergió el Saúl de los grandes partidos. El Cholo le cosió a la bota las urgencias y se sentó a mirar. Sólo tuvo que esperar un minuto: lo que tardó Saúl en plantarse en la frontal y enviar una volea imparable a la red de Diego López. Su beso en la muñeca, su celebración de siempre, el sí se puede del Atleti: remontar, seguir siendo Champions. El gol le arrancó a los rojiblancos la losa de encima, el Espanyol se apagó y el dèjá vu del 1-0 sobrevoló Cornellà... en la portería de Diego López. Centro de João Félix, el portero se lanza a detenerlo, la pelota le pega en el cuerpo y se va llorando... al poste. Morata llega antes que nadie, el balón casi en la línea, pero en vez de patear sin pensar, se trató de adornar. Que si la piso, que si le pongo lazo, que si me la quitan, claro. En la jugada siguiente se iba al banquillo. Costa regresaba en Liga. Pero este Costa ya no cambia partidos. Más ancho, más lento, menos Costa, cero Bestia.
Antes João había sustituido a Carrasco, después Vitolo entró por Correa. Simeone reordenó su ataque y desordenó su equipo. El partido regresó a su comienzo, presión alta del Espanyol, disputas, intensidad y ataques rojiblancos siempre lejos de Diego López. Costa ni corría para salirse en los fuera de juego, João se estrellaba en los rivales, Vitolo buscaba sin acierto. Los uy con los que terminó el partido fueron todos pericos, ahí Bernardo. Hubo nervios, amarillas y un punto para ambos. Tirita endeble, que nada cose, ninguna urgencia, ni al Espanyol ni al Atleti.
Patricia Cazón
As
Era un partido éste lleno de urgencias. La urgencia de un Espanyol hundido en la tabla, al que ya sólo le vale sumar de tres en tres. La urgencia de un Atlético que no gana fuera y que había visto como ganaba el Sevilla, como ganaba la Real, que no quiere acabar esta Liga fuera de Champions. Ambas chocaban sobre la hierba de Cornellà como placas tectónicas. Terremotos en cada jugada, en cada disputa, balón dividido.
Salieron los dos tan intensos que ninguno parecía pensar con claridad. Sólo ejecutaban. Los ataques articulados en jaurías. Hombres lanzándose sobre las porterías contrarias como si la vida se les fuera en ello. No se habían terminado de sentar los entrenadores en sus bancos cuando Correa obligaba a Diego López a sacar la manopla para evitar el gol en un córner. Al minuto siguiente, primero Wu Lei y después Bernardo, le buscaron al Atleti las cosquillas a balón parado. Ambos toparon con Oblak. Hasta el minuto diez no hubo un respiro. Los dos equipos buscando al otro con todas sus heridas al aire, buscando cauterizar.
Ante la falta de David López y Marc Roca, Abelardo hormigonó el centro del campo. Víctor Sánchez, Iturraspe y pelota al Atlético. Lo de crear para los del Cholo es como subir el Everest sin oxígeno. Una tortura. Y eso que en todo lo demás estaban bien. Se deshacían con facilidad de la buena presión del Espanyol con balones directos a Morata, para plantarse a las puertas del área de Diego López. Pero una vez allí, la venda en los ojos, la nada. Y esa era la diferencia entre Abelardo y Simeone. Mientras uno arrastra sus problemas de gol por todos los campos de Liga, el otro tiene a RdT. Ni falta le hizo tocar un balón para el gol. Bastó su mera presencia.
Abelardo buscaba las cosquillas ahora por la banda Carrasco-Lodi. Uno redebutaba como titular, al otro le persiguen sus sombras en defensa. Entre Javi López y Wu Lei agujerearon al brasileño para enviarle el balón a Raúl de Tomas, que sólo tuvo que intentar rematar. Al tratar de cortarle, Savic envió el balón a su red. 1-0. El Espanyol llevaba al fútbol el grito de Cornellà. Sí se puede. Desde ese momento sólo hubo un equipo. El de casa. El Espanyol amo y señor del marcador y de la hierba. RdT llenándolo todo, convertido en un estado de ánimo, ese grito, sí se puede. Pero Oblak sostuvo al Atleti. Con las uñas desvió primero al travesaño un tirazo de Víctor Sánchez y después una falta de Embarba. La respuesta rojiblanca, una chilena de Felipe, pareció fogueo entre tanto fuego.
Gol de Saúl y el vacuo regreso de Costa en Liga
Todo cambió nada más comenzar la segunda parte. De ella emergió el Saúl de los grandes partidos. El Cholo le cosió a la bota las urgencias y se sentó a mirar. Sólo tuvo que esperar un minuto: lo que tardó Saúl en plantarse en la frontal y enviar una volea imparable a la red de Diego López. Su beso en la muñeca, su celebración de siempre, el sí se puede del Atleti: remontar, seguir siendo Champions. El gol le arrancó a los rojiblancos la losa de encima, el Espanyol se apagó y el dèjá vu del 1-0 sobrevoló Cornellà... en la portería de Diego López. Centro de João Félix, el portero se lanza a detenerlo, la pelota le pega en el cuerpo y se va llorando... al poste. Morata llega antes que nadie, el balón casi en la línea, pero en vez de patear sin pensar, se trató de adornar. Que si la piso, que si le pongo lazo, que si me la quitan, claro. En la jugada siguiente se iba al banquillo. Costa regresaba en Liga. Pero este Costa ya no cambia partidos. Más ancho, más lento, menos Costa, cero Bestia.
Antes João había sustituido a Carrasco, después Vitolo entró por Correa. Simeone reordenó su ataque y desordenó su equipo. El partido regresó a su comienzo, presión alta del Espanyol, disputas, intensidad y ataques rojiblancos siempre lejos de Diego López. Costa ni corría para salirse en los fuera de juego, João se estrellaba en los rivales, Vitolo buscaba sin acierto. Los uy con los que terminó el partido fueron todos pericos, ahí Bernardo. Hubo nervios, amarillas y un punto para ambos. Tirita endeble, que nada cose, ninguna urgencia, ni al Espanyol ni al Atleti.