La soledad de Messi
El capitán debería ser el aliado de la nueva generación y no el cómplice de la vieja en un Barça que lidera una devaluada liga
Ramon Besa
Barcelona, El País
Ahora mismo resulta difícil apostar por quién ganará LaLiga. El Madrid se desplomó en el Villamarín después de conquistar el liderato contra el Barça. El partido del Bernabéu confirmó una jornada después que los dos favoritos son tan vulnerables que pueden perder con cualquiera porque ya no dan miedo, ni sabiendo que uno de los dos ganará el título, por más que se hable del buen fútbol de equipos como la Real Sociedad.
Aunque jugó bien, el equipo donostiarra perdió en el Camp Nou porque el Barça dispuso de más ocasiones y pudo cantar victoria con un gol de Messi. El fútbol de los azulgrana, en cualquier caso, no garantiza su victoria el sábado en Mallorca. Alcanza con cotejar sus números como visitante: ha empatado tres partidos y ha ganado los mismos que ha perdido: 5; uno en Valencia contra el Levante por 3-1.
Más fácil parece tenerlo el Madrid, que el viernes recibe al Eibar. No hay que olvidar de todas maneras que el equipo blanco fue eliminado de la Copa en el Bernabéu por la Real y ha cedido en casa cuatro empates en LaLiga: Valladolid, Celta, Betis y Athletic. El equipo echa en falta los goles de Cristiano Ronaldo de la misma manera que los futbolistas del Barça añoran a menudo a Neymar.
A veces parece que el Barça y el Madrid se consuelan y se vigilan mutuamente después de saber que no hay un tercer equipo que les preocupe –el Atlético está en plena renovación-. No tienen la grandeza ni la ambición suficiente parar marcar diferencias el uno del otro en un torneo que puede dejar más señalado al que lo pierda que al que gane, que sería el menos malo de LaLiga.
La regresión del campeonato, reflejada en el clásico, ha afectado incluso a Messi, el único gran icono que queda y que ahora extraña a Luis Suárez. La lesión del uruguayo ha afectado a la productividad ofensiva del Barça. El fútbol mengua y también los goles del Barcelona. El argentino, que tiene 32 años, necesita cada vez más la ayuda de sus compañeros y a menudo se encuentra solo delante de la portería, incluso en el Camp Nou.
A Messi le convendría quizá ser el aliado de la nueva generación y no el líder y cómplice de la vieja, una variación que pide una actuación decidida del entrenador, de la secretaría técnica y de la presidencia de Bartomeu. El día que Messi dedique también un rato a Ter Stegen, De Jong, Griezmann o Ansu Fati, sin dejar de lado a Suárez, Piqué, Alba o Busquets, las cosas seguramente le irían mejor al Barça.
El fútbol del equipo azulgrana no está condicionado por el estilo de juego, un argumento muy recurrente, sino por un ecosistema generado por un núcleo de veteranos que no solamente obligan a jugar de una manera sino que también afectan la manera de vivir en el Camp Nou. Y de ahí la necesidad de apostar también por jugadores valientes, dispuestos a comerse el campo y el mundo, a ser las figuras a corto plazo del Barcelona.
El cambio no se visualiza porque de momento los mejores de cada partido son los que ya llevan años en el Barcelona. Así lo atestiguan las últimas actuaciones de Piqué y algunas de Busquets. Los más viejos devoran a los más jóvenes mientras el entrenador claudica porque piensa que tiene más posibilidades de ganar con la alineación de siempre, y ahora no es el momento de hacer un equipo nuevo sino de ganar la Liga y, claro está, si se pudiera la Champions.
Las circunstancias tampoco ayudan ni tan solo cuando el equipo juega en el Camp Nou. Hay mal humor en el estadio desde que la afición ha decidido pasar factura a jugadores y directivos como se ha podido ver en los partidos contra el Eibar y la Real. Alba ya puede decir lo que quiera porque la hinchada empieza a estar harta de todo, y si el campo deja de ser un aliado puede resultar un problema gordo para el equipo porque hasta ahora solo ha cedido un empate con el Madrid.
Aumenta el desgaste y se impone la mediocridad en una Liga que envejece y empequeñece, convertida en una cuestión de supervivencia tanto para el Barça como para el Madrid. Un panorama que no le conviene ni se merece el mejor futbolista del mundo como es Messi, decisivo incluso cuando está agotado y dolorido como se pudo ver contra la Real. La singularidad del capitán pide un último esfuerzo por parte del Barça.
La miseria y la impotencia deberían evitarse mientras juegue Messi.
Ramon Besa
Barcelona, El País
Ahora mismo resulta difícil apostar por quién ganará LaLiga. El Madrid se desplomó en el Villamarín después de conquistar el liderato contra el Barça. El partido del Bernabéu confirmó una jornada después que los dos favoritos son tan vulnerables que pueden perder con cualquiera porque ya no dan miedo, ni sabiendo que uno de los dos ganará el título, por más que se hable del buen fútbol de equipos como la Real Sociedad.
Aunque jugó bien, el equipo donostiarra perdió en el Camp Nou porque el Barça dispuso de más ocasiones y pudo cantar victoria con un gol de Messi. El fútbol de los azulgrana, en cualquier caso, no garantiza su victoria el sábado en Mallorca. Alcanza con cotejar sus números como visitante: ha empatado tres partidos y ha ganado los mismos que ha perdido: 5; uno en Valencia contra el Levante por 3-1.
Más fácil parece tenerlo el Madrid, que el viernes recibe al Eibar. No hay que olvidar de todas maneras que el equipo blanco fue eliminado de la Copa en el Bernabéu por la Real y ha cedido en casa cuatro empates en LaLiga: Valladolid, Celta, Betis y Athletic. El equipo echa en falta los goles de Cristiano Ronaldo de la misma manera que los futbolistas del Barça añoran a menudo a Neymar.
A veces parece que el Barça y el Madrid se consuelan y se vigilan mutuamente después de saber que no hay un tercer equipo que les preocupe –el Atlético está en plena renovación-. No tienen la grandeza ni la ambición suficiente parar marcar diferencias el uno del otro en un torneo que puede dejar más señalado al que lo pierda que al que gane, que sería el menos malo de LaLiga.
La regresión del campeonato, reflejada en el clásico, ha afectado incluso a Messi, el único gran icono que queda y que ahora extraña a Luis Suárez. La lesión del uruguayo ha afectado a la productividad ofensiva del Barça. El fútbol mengua y también los goles del Barcelona. El argentino, que tiene 32 años, necesita cada vez más la ayuda de sus compañeros y a menudo se encuentra solo delante de la portería, incluso en el Camp Nou.
A Messi le convendría quizá ser el aliado de la nueva generación y no el líder y cómplice de la vieja, una variación que pide una actuación decidida del entrenador, de la secretaría técnica y de la presidencia de Bartomeu. El día que Messi dedique también un rato a Ter Stegen, De Jong, Griezmann o Ansu Fati, sin dejar de lado a Suárez, Piqué, Alba o Busquets, las cosas seguramente le irían mejor al Barça.
El fútbol del equipo azulgrana no está condicionado por el estilo de juego, un argumento muy recurrente, sino por un ecosistema generado por un núcleo de veteranos que no solamente obligan a jugar de una manera sino que también afectan la manera de vivir en el Camp Nou. Y de ahí la necesidad de apostar también por jugadores valientes, dispuestos a comerse el campo y el mundo, a ser las figuras a corto plazo del Barcelona.
El cambio no se visualiza porque de momento los mejores de cada partido son los que ya llevan años en el Barcelona. Así lo atestiguan las últimas actuaciones de Piqué y algunas de Busquets. Los más viejos devoran a los más jóvenes mientras el entrenador claudica porque piensa que tiene más posibilidades de ganar con la alineación de siempre, y ahora no es el momento de hacer un equipo nuevo sino de ganar la Liga y, claro está, si se pudiera la Champions.
Las circunstancias tampoco ayudan ni tan solo cuando el equipo juega en el Camp Nou. Hay mal humor en el estadio desde que la afición ha decidido pasar factura a jugadores y directivos como se ha podido ver en los partidos contra el Eibar y la Real. Alba ya puede decir lo que quiera porque la hinchada empieza a estar harta de todo, y si el campo deja de ser un aliado puede resultar un problema gordo para el equipo porque hasta ahora solo ha cedido un empate con el Madrid.
Aumenta el desgaste y se impone la mediocridad en una Liga que envejece y empequeñece, convertida en una cuestión de supervivencia tanto para el Barça como para el Madrid. Un panorama que no le conviene ni se merece el mejor futbolista del mundo como es Messi, decisivo incluso cuando está agotado y dolorido como se pudo ver contra la Real. La singularidad del capitán pide un último esfuerzo por parte del Barça.
La miseria y la impotencia deberían evitarse mientras juegue Messi.