Braithwaite, el futbolista pirotécnico
En su primer partido como titular, su efecto fue gaseosa. Empezó bien pero se diluyó. Aun así, tiró más que Griezmann a puerta, se ganó el cariño de la afición y demostró ser útil en este Barça de mínimos.
Juan Jiménez
As
El Barça debe andar muy mal para que un recién llegado, Martin Braithwaite, levante al público de sus asientos con sus aspavientos populistas. Y debe andar peor para que la afición lo siga a pies juntillas, intentando abrazarse a alguna esperanza. El danés, estos días, es el clavo ardiendo del Barça aunque, hay que admitirlo, un jugador útil para este equipo de mínimos. Braithwaite es un futbolista con números para caer bien. Salta la vista. Demuestra energía, pelea cada balón (hasta que tiene fuerzas) como si fuera el último y, cuando se dirige al área, genera una sensación positiva, a veces artificial, de que puede pasar algo. Un futbolista pirotécnico.
En su primer partido como titular, este devoto de Muhammad Ali y Martin Luther King empezó fuerte. Aprovechando que tenía lleno el tanque de gasolina, multiplicó esprints por su banda. En uno, Messi le asistió. Él, con toda la confianza del mundo, se la jugó y remató con la izquierda pese a que por detrás venía el argentino. Remiro mandó el balón a córner con suficiencia y Messi se le quedó mirando, como esperando que le hubiese dado un pase. Al danés le dio exactamente igual. Era su momento. Se fue contra el Gol Sud del Camp Nou y le pidió apoyo con unos gestos que en el Camp Nou sólo se le suelen permitir a leyendas que también fueron futbolistas emotivos como Guardiola, Stoichkov, Ronaldinho, Piqué o Puyol. Pero como el fútbol ya no tiene corazón y el Camp Nou es un parque temático, la gente le siguió la corriente a Martin Braithwaite en su tercer partido con la camiseta del Barça.
La verdad que el danés ya no hizo mucho más en el partido. Otro intento tímido después de una ruptura en diagonal y se acabó. Mientras Messi se agrandó en el partido cuando realmente era necesario, Braithwaite se apagó. Nadie entendió que Setién no lo sustituyese antes porque no duró ni 60 minutos. Aun así, Braithwaite mostró una buena virtud, además de ser útil. Tiene cierto criterio en las decisiones y no se atreve con aventuras para las que no está capacitado. Sólo perdió cinco balones. Sus números, por lo demás, fueron mejores que los de Griezmann. Disparó dos veces a puerta y dio 25 pases buenos. El francés ni chutó a portería.
Braithwaite recordó a jugadores de talla menor que han pasado por el Camp Nou. Velocidad y potencia como Tello, la portería en la cabeza como Sandro. Jugadores útiles para un Barça menor pero que no tienen el rango superior para ser titulares en uno de los mejores equipos del mundo. Un futbolista de entreguerras en un equipo al que sus leyendas intentan estirar como pueden pero que está al límite. Pirotecnia danesa con fecha de caducidad a final de temporada a quien, sin embargo, conviene no hacer de menos. Alguien capaz de decir que “cuando trabajas duro y eres positivo, puedes mover montañas”, y que lee libros sobre Ali, es capaz de ser el rey del mundo.
Juan Jiménez
As
El Barça debe andar muy mal para que un recién llegado, Martin Braithwaite, levante al público de sus asientos con sus aspavientos populistas. Y debe andar peor para que la afición lo siga a pies juntillas, intentando abrazarse a alguna esperanza. El danés, estos días, es el clavo ardiendo del Barça aunque, hay que admitirlo, un jugador útil para este equipo de mínimos. Braithwaite es un futbolista con números para caer bien. Salta la vista. Demuestra energía, pelea cada balón (hasta que tiene fuerzas) como si fuera el último y, cuando se dirige al área, genera una sensación positiva, a veces artificial, de que puede pasar algo. Un futbolista pirotécnico.
En su primer partido como titular, este devoto de Muhammad Ali y Martin Luther King empezó fuerte. Aprovechando que tenía lleno el tanque de gasolina, multiplicó esprints por su banda. En uno, Messi le asistió. Él, con toda la confianza del mundo, se la jugó y remató con la izquierda pese a que por detrás venía el argentino. Remiro mandó el balón a córner con suficiencia y Messi se le quedó mirando, como esperando que le hubiese dado un pase. Al danés le dio exactamente igual. Era su momento. Se fue contra el Gol Sud del Camp Nou y le pidió apoyo con unos gestos que en el Camp Nou sólo se le suelen permitir a leyendas que también fueron futbolistas emotivos como Guardiola, Stoichkov, Ronaldinho, Piqué o Puyol. Pero como el fútbol ya no tiene corazón y el Camp Nou es un parque temático, la gente le siguió la corriente a Martin Braithwaite en su tercer partido con la camiseta del Barça.
La verdad que el danés ya no hizo mucho más en el partido. Otro intento tímido después de una ruptura en diagonal y se acabó. Mientras Messi se agrandó en el partido cuando realmente era necesario, Braithwaite se apagó. Nadie entendió que Setién no lo sustituyese antes porque no duró ni 60 minutos. Aun así, Braithwaite mostró una buena virtud, además de ser útil. Tiene cierto criterio en las decisiones y no se atreve con aventuras para las que no está capacitado. Sólo perdió cinco balones. Sus números, por lo demás, fueron mejores que los de Griezmann. Disparó dos veces a puerta y dio 25 pases buenos. El francés ni chutó a portería.
Braithwaite recordó a jugadores de talla menor que han pasado por el Camp Nou. Velocidad y potencia como Tello, la portería en la cabeza como Sandro. Jugadores útiles para un Barça menor pero que no tienen el rango superior para ser titulares en uno de los mejores equipos del mundo. Un futbolista de entreguerras en un equipo al que sus leyendas intentan estirar como pueden pero que está al límite. Pirotecnia danesa con fecha de caducidad a final de temporada a quien, sin embargo, conviene no hacer de menos. Alguien capaz de decir que “cuando trabajas duro y eres positivo, puedes mover montañas”, y que lee libros sobre Ali, es capaz de ser el rey del mundo.