Primeros brotes de autogestión en el vestuario

Durante el descanso en el estadio Sao Paolo se pudo ver algún corrillo de jugadores intentando buscar soluciones al colapso en el juego del equipo.

Javier Miguel
As
La llegada de Quique Setién al Barcelona parecía que iba a imprimir un nuevo impulso al libreto ya reconocido y reconocible de Ernesto Valverde. Sin embargo, tras unos primeros inicios prometedores, el efecto Setién se está deshinchando de forma alarmante. No ayuda tampoco la nefasta planificación deportiva que ha sido incapaz de reforzar un equipo que ha visto como en el mercado de invierno se le marchaban tres jugadores -Carles Aleñá, Moussa Wagué y Jean Claire Todibo- y se le lesionaba otro más, Luis Suárez, de largo alcance. Cuatro bajas de una tacada y ni una incorporación es simplemente una falta de previsión imperdonable.


El equipo llegó a la cita de la Champions ante el Nápoles con los ánimos recuperados en cierto modo tras haber arrebatado al Real Madrid el liderato en LaLiga. Sin embargo, el partido en el estadio de San Paolo fue una pesadilla para los blaugrana, sobre todo en una primera parte donde fueron incapaces de encadenar una jugada que acabara con el balón entre los tres palos. Ningún remate a puerta en 45 minutos y con el agravante que el rival la había embocado a la primera oportunidad que había tenido.

Al descanso, las caras de los jugadores eran un poema. La frustración y el desconcierto por el mal juego del equipo eran evidentes. Setién, acompañado de su segundo, Eder Sarabia, intentó levantar un poco los ánimos, asegurando que el equipo estaba haciendo muchas cosas bien y que sólo faltaba un poco más de llegada al área. Sin embargo, los argumentos del entrenador no fueron suficientes para algunos jugadores, que se reunieron en un corrillo aparte para acabar de gestionar esta situación e intentar ponerle remedio. Y es que en la Champions los detalles te llevan al matadero y más de uno tenía la sombra de Roma y Liverpool muy cercana todavía.

No hay duda de que el equipo mejoró la imagen en la segunda parte, si bien no fue un aluvión ofensivo, sí al menos estuvo más convencido de sus opciones en ataque, producto de lo cual llegó el gol de Antoine Griezmann, tras una gran combinación entre Sergio Busquets y Nelson Semedo.

Al final del partido, las sensaciones seguían siendo contradictorias en la expedición blaugrana. Satisfechos en parte porque el resultado no era malo (1-1), pero resignados porque el equipo está llegando al límite de sus posibilidades y el recorrido empieza a ser cada día más corto.

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