Primero Koke, después el miedo

El Atlético ganó al Granada pero acabó sufriendo. Buena primera parte de los de Simeone, que se hundieron tras el descanso. Gol de Correa.

Patricia Cazón
As
El Atlético se quitó de encima eso que pesaba toneladas. El peso de los goles no marcados. El de tantas piernas lesionadas a la vez. De lo frío que puede resultar el invierno en León. Todo ese peso que era el miedo que martilleaba en el pecho ante el Granada, la necesidad de volver ganar, mientras el Metropolitano desenrollaba esa pancarta, ‘Contigo hasta morir’, los jugadores lo convertían en aquel viejo lema del Cholo. ‘A morir los míos mueren’. Saltó al campo como hacía el viejo Atleti. No presionaba, mordía. Pero es que Koke había regresado y Koke lleva en las piernas no sólo linterna, también todos los tiempos del Cholo. No habían pasado ni cinco minutos y el estadio ya colaba en la profundidad de la noche el grito del gol.


Había salido el Atlético dibujado en rombo ante un Granada con la cabeza en otro sitio, la Copa, el banquillo lleno de titulares, entre ellos el portero titular, Rui Silva, debut de Aaron. Thomas era el ancla, Llorente a la derecha, Saúl a la izquierda y Koke merodeando la mediapunta, por detrás de los puntas. Las bandas liberadas por completo para las subidas de Vrsaljko y Lodi. Una disposición táctica que engulló al Granada como una arena movediza desde la primera pelota. Le faltaba aire y también suerte. Un choque entre dos futbolistas nazarís que cayeron como bolos en un saque de banda le regaló la pelota a Koke a las puertas del área. Plic, encendida linterna y pase a Correa. Gol. 60.000 personas se quitaron todos los pesos a la vez. Resultó un rugido ensordecedor. Al fondo, junto a la pancarta con el rostro de Gabi se alzaba también alta la de Godín.

El Atlético más intenso, más profundo, ganador de cada duelo, Vitolo rozaba el palo en un disparo, el Granada sólo había amenazado una vez, de disparo lejano, tras una pérdida de Thomas. Koke seguía llenando todos los ojos, todas las jugadas. Koke la pedía, la jugaba, se mostraba, asumía la responsabilidad de la ‘C’ que lleva al brazo. Como tal vio la amarilla. Sin entrada, sin manos, sin zancadillear. Sólo por marcar territorio, ejercer de capitán ante Soldado, reprenderle su falta. En ese momento el Granada, sin fútbol, introdujo el partido en el lodo. Faltas, patadas, codazos, todo un catálogo por parte de Foulquier, de Herrera, de Soldado. Se jugó el último la segunda amarilla diez minutos después de la primera por dejar el codo detrás y golpear a Correa en el área. El árbitro no vio nada y el VAR tampoco. El partido ya era otro. Todo balones divididos, protestas, parones. Y Diego Martínez que ya había cambiado su esquema, del 4-4-2 a los tres centrales. No mejoró su juego pero sí evitó que el Atleti le siguiera mordiendo.

La segunda parte comenzó más fría, el Granada agarrado a la esperanza que le daba el marcador, con sólo ese 0-1 en contra. Diego Martínez mantenía el plan de los tres centrales, kryptonita tantas veces del Cholo. Si Vadillo pateaba alta una falta desde la frontal, el Atlético respondía con una contra de Correa que acabó en volea de Saúl y una buena parada de Aaron. El Granada daba ganaba metros cuando Simeone trataba de dar un viraje a su equipo. Fuera Lodi, que se iba contrariado señalando el reloj, como harto de esa rutina, tantas veces cambiado, dentro Carrasco.

El Atlético se había encerrado ya en la cueva, solo, sin que le empujara el Granada, cediendole metros y balón. 54.113 personas contenían ahora a la vez la respiración. Todos los pesos de nuevo ahí, el Atleti desmadejado, las ocasiones del Granada rondando el área. Quedaban 20 minutos cuando Oblak asomaba por primera vez al partido. Y menos mal: sacó con su mano milagro un remate de espuela de Soldado que iba envuelto en música de 'Psicosis'. De pronto volvía a pesar hasta el abrigo. Ese viejo vicio rojiblanco de sufrir por no matar los partidos. Correa fundido, Koke fundido, Vitolo fundido, como si hubieran sido ellos y no el Granada con partido entre semana. Y Diego Martínez que introducía más pólvora: un defensa (Martínez) y por Carlos Fernández. El Atleti ya sólo perseguía sombras, rivales, boqueando. Algún pito empezó a escucharse. Todos los pesos se habían convertido en un miedo. Miedo que eran pitos a la entrada de Lemar, a las faltas que lanzaba el Granada desde la frontal, su córner en el 89’, su córner en el 91’. A la historia de siempre, marcar y atrás, aunque ayer se ganara, aunque al fin este Atleti volviera a ganar.

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