La evolución de Montiel, otro hombre de Gallardo
El lateral de River atraviesa su mejor momento y es una pieza fundamental del puntero de la Superliga. Cómo se convirtió de marcador central en un carrilero irremplazable.
Nicolás Mirelman
As
El 30 de octubre de 2016, un River que llevaba sobre sus espaldas el año más discreto del ciclo Gallardo vencía 2-0 a Arsenal en Sarandí, cuando el juvenil Gonzalo Montiel, un zaguero de sólo 19 años, recibió una innecesaria tarjeta roja. El partido terminó 2-2 y el Muñeco hizo su análisis con foco en la inferioridad numérica. "Hasta la expulsión estábamos bastante bien", declaró ante los medios.
Luego de eso, el DT entendió que al joven de González Catán todavía le faltaba madurar y en lo que quedaba de ese año y el primer semestre de 2017 alternó entre Primera y Reserva, con muy poco rodaje en el equipo titular.
Pero convencido de las condiciones de uno de sus mejores proyectos a futuro, el conductor del grupo decidió darle otra chance y un guiño del destino lo ubicó en otra posición: las sucesivas lesiones de Jorge Moreira y la suspensión por doping de Camilo Mayada obligaron al Millonario a tener que improvisar en ese sector y Cachete fue el elegido.
Sus buenas producciones en la Copa Libertadores (gol incluido en la semifinal de vuelta ante Lanús) convencieron definitivamente al entrenador de que Montiel tenía mucho para ofrecer como lateral derecho, aunque debía pulir cuestiones tácticas y sobre todo de serenidad a la hora de tomar decisiones en el tramo final de la cancha.
Todavía en pleno duelo por aquella insólita eliminación en manos del Granate, River perdió un Superclásico en el Monumental en el que Gallardo se mostró muy enfático con Néstor Pitana para defender a su flamante protegido. "Le dijiste pendejo a Montiel, nunca más le faltes el respeto a un jugador", retó el técnico al árbitro, más preocupado por mantener su actitud paternalista que por la derrota frente a Boca.
En ese entonces, quizás se imaginaba que en 2018 ya forjaría su carácter en sintonía con el del resto del plantel y pasaría de ser un chico al que había que cuidar a un adulto que formó parte del logro más trascendental en la historia del club.
Transformado en un carrilero decidido y una pieza indiscutida del primer equipo, redondeó un gran 2019 que terminó con su imagen en Lima, en pleno llanto, masticando la bronca y la frustración por la final que se escapó contra Flamengo. Una muestra del hambre de gloria de un futbolista que, en el inicio de su carrera profesional, ya había tocado el cielo con las manos.
La temporada actual trajo nuevos objetivos y un esquema adaptado tras la salida de Exequiel Palacios, quien ya les sugirió a los dirigentes del Bayer Leverkusen que sigan de cerca a su amigo y ex compañero que juega cada vez mejor con la camiseta número 29.
Con menos obligaciones defensivas, más libertad para pararse por momentos casi de wing y un evidente perfeccionamiento a la hora de ejecutar los centros, Montiel arrancó el año exprimiendo al 100 por ciento sus cualidades.
"Es un jugador que tiene mucha versatilidad. Siempre tuvo un claro enfoque para asimilar conceptos y aprender. Cuando tenés esa mentalidad y esa característica, la evolución no tiene límites, cuando uno quiere aprender y progresar. Él tiene eso, es un competidor nato, tiene un temple enorme para competir", lo ensalzó su padre futbolístico este domingo, en la conferencia de prensa posterior al triunfo sobre Banfield.
Como contra Independiente en Avellaneda, una escalada suya por la banda y una asistencia a la cabeza de un delantero resultaron determinantes para lograr tres puntos que alimentan la ilusión de alcanzar el título, a tres fechas del final del campeonato.
Montiel ya es, hoy en día, el mejor lateral por derecha de la Argentina. Lo siguen de cerca desde Inglaterra y desde Italia, pero todavía tiene mucho para dar en Núñez: antes de iniciar su experiencia europea, buscará saldar la deuda pendiente de ganar la Superliga y, por qué no, ir también por la revancha continental que seque aquellas lágrimas de profundo sentimiento riverplatense derramadas en Perú.
Nicolás Mirelman
As
El 30 de octubre de 2016, un River que llevaba sobre sus espaldas el año más discreto del ciclo Gallardo vencía 2-0 a Arsenal en Sarandí, cuando el juvenil Gonzalo Montiel, un zaguero de sólo 19 años, recibió una innecesaria tarjeta roja. El partido terminó 2-2 y el Muñeco hizo su análisis con foco en la inferioridad numérica. "Hasta la expulsión estábamos bastante bien", declaró ante los medios.
Luego de eso, el DT entendió que al joven de González Catán todavía le faltaba madurar y en lo que quedaba de ese año y el primer semestre de 2017 alternó entre Primera y Reserva, con muy poco rodaje en el equipo titular.
Pero convencido de las condiciones de uno de sus mejores proyectos a futuro, el conductor del grupo decidió darle otra chance y un guiño del destino lo ubicó en otra posición: las sucesivas lesiones de Jorge Moreira y la suspensión por doping de Camilo Mayada obligaron al Millonario a tener que improvisar en ese sector y Cachete fue el elegido.
Sus buenas producciones en la Copa Libertadores (gol incluido en la semifinal de vuelta ante Lanús) convencieron definitivamente al entrenador de que Montiel tenía mucho para ofrecer como lateral derecho, aunque debía pulir cuestiones tácticas y sobre todo de serenidad a la hora de tomar decisiones en el tramo final de la cancha.
Todavía en pleno duelo por aquella insólita eliminación en manos del Granate, River perdió un Superclásico en el Monumental en el que Gallardo se mostró muy enfático con Néstor Pitana para defender a su flamante protegido. "Le dijiste pendejo a Montiel, nunca más le faltes el respeto a un jugador", retó el técnico al árbitro, más preocupado por mantener su actitud paternalista que por la derrota frente a Boca.
En ese entonces, quizás se imaginaba que en 2018 ya forjaría su carácter en sintonía con el del resto del plantel y pasaría de ser un chico al que había que cuidar a un adulto que formó parte del logro más trascendental en la historia del club.
Transformado en un carrilero decidido y una pieza indiscutida del primer equipo, redondeó un gran 2019 que terminó con su imagen en Lima, en pleno llanto, masticando la bronca y la frustración por la final que se escapó contra Flamengo. Una muestra del hambre de gloria de un futbolista que, en el inicio de su carrera profesional, ya había tocado el cielo con las manos.
La temporada actual trajo nuevos objetivos y un esquema adaptado tras la salida de Exequiel Palacios, quien ya les sugirió a los dirigentes del Bayer Leverkusen que sigan de cerca a su amigo y ex compañero que juega cada vez mejor con la camiseta número 29.
Con menos obligaciones defensivas, más libertad para pararse por momentos casi de wing y un evidente perfeccionamiento a la hora de ejecutar los centros, Montiel arrancó el año exprimiendo al 100 por ciento sus cualidades.
"Es un jugador que tiene mucha versatilidad. Siempre tuvo un claro enfoque para asimilar conceptos y aprender. Cuando tenés esa mentalidad y esa característica, la evolución no tiene límites, cuando uno quiere aprender y progresar. Él tiene eso, es un competidor nato, tiene un temple enorme para competir", lo ensalzó su padre futbolístico este domingo, en la conferencia de prensa posterior al triunfo sobre Banfield.
Como contra Independiente en Avellaneda, una escalada suya por la banda y una asistencia a la cabeza de un delantero resultaron determinantes para lograr tres puntos que alimentan la ilusión de alcanzar el título, a tres fechas del final del campeonato.
Montiel ya es, hoy en día, el mejor lateral por derecha de la Argentina. Lo siguen de cerca desde Inglaterra y desde Italia, pero todavía tiene mucho para dar en Núñez: antes de iniciar su experiencia europea, buscará saldar la deuda pendiente de ganar la Superliga y, por qué no, ir también por la revancha continental que seque aquellas lágrimas de profundo sentimiento riverplatense derramadas en Perú.